En las mesas argentinas, entre mate y media lunas, hay quienes ven gestarse una revolución.

"El hogar se ha convertido en un aula de aprendizaje sobre cuestiones de género", dice José Luis Riccardo, un diputado de 56 años que apoya la legalización del aborto.

"Mis hijas me han enseñado a no ser machista", remata.

Proveniente de San Luis y, quizá en contra de la opinión de la mayoría de sus electores, Riccardo es el único legislador de la provincia que apoya la ley de interrupción voluntaria del embarazo, que fue aprobada en la Cámara de Diputados hace un mes y ahora, este 8 de agosto, va al Senado.

Muchos asumieron que su voto sería negativo, porque es de una de las provincias más conservadoras del país y solo dio a conocer su posición al final.

Con eso, la prensa lo graduó como uno de los diputados que cambió su voto por "las enseñanzas" de sus hijas. Y no fue el único.

Este miércoles la ley debe someterse a votación en el Senado y la pregunta es si se repetirá el desenlace favorable y sorpresivo que tuvo en la Cámara de Diputados impulsado no solo por las adolecentes en las casas, sino por las que marcharon en las calles durante días.

Un debate en todos los ámbitos

El debate sobre el aborto se ha tomado casi todos los ámbitos de la vida en Argentina: desde los programas más populares de televisión conducidos por hombres, hasta las conversaciones en asados familiares de domingo. Pocos han quedado al margen.

El miércoles en la noche, cuando el Senado defina los detalles de la ley y luego la vote, habrá cientos de miles de personas en las calles marchando a favor y en contra.

La Iglesia católica, que ha ejercido fuerte presión para detener la aprobación, celebrará a las 8 de la noche una misa en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, a 10 cuadras de las manifestaciones de la Plaza del Congreso.

Su visión, según encuestas, es compartida por casi la mitad de los argentinos que dicen "defender las dos vidas".

El aborto ha hecho que muchos recuerden leyes del pasado, como los impuestos al campo o el matrimonio igualitario, que se rechazaron o aprobaron en medio de división y euforia nacional.

"Pero esto ha sido distinto porque el tema de la vida es una pregunta fundamental que va más allá de la religión y es muy profunda y muy íntima", dice Riccardo.

"Muchos de los políticos que han votado en contra, por no decirte que todos, me dicen que en sus casas esto ha generado discusiones, porque les piden que voten a favor".

"Papá, no me mandes a lavar los platos"

La interpelación de las hijas a sus padres es lo que Luciana Peker, una ensayista feminista, llama la "revolución de las hijas": la rebelión de las mujeres que hoy tienen entre 15 y 25 años.

Varias encuestas muestran que un 70% de los menores de 35 años y un 70% de las mujeres apoyan la despenalización del aborto.

"Las feministas más grandes discutíamos en lo público, pero en lo privado, puertas adentro, no había feminismo de confrontación; no ibas a la Navidad a discutir de feminismo", le dice Peker a BBC Mundo.

"En cambio las jóvenes sí lo hacen: les discuten a los padres, los tienen cortitos, defienden a las madres, se quejan de que el padre se quede en el sillón mientras las madres trabajan, cuestionan lo que dicen".

Sofía Zibecchi, una estudiante y activista de 17 años, se siente parte de la rebelión.

"Esta es una revolución que va de abajo hacia arriba; somos pibas que a los 16 años, con el pañuelo verde puesto, estamos llevando discusiones políticas a nuestras casas, en nuestros ámbitos privados", le dice a BBC Mundo, sentada en una fría Plaza del Congreso antes de una nueva jornada de protesta.

"Nosotras decimos 'Papá, no me mandes a lavar los platos, no me digas que es mi culpa, no me digas que me baje la pollera (falda), no naturalices esto, no veas ese programa machista, esto está mal'".

"Es la manera más directa de hacer la revolución", concluye.

El cambio en los hombres

Peker añade que en ese proceso "hay padres varones, que no hicieron cambios estructurales antes, que sí les están prestando la atención a sus hijas que no les prestaron a otras mujeres y han desarrollado una libido y un deseo de ser buenos hombres".

Riccardo, el diputado, es uno de ellos.

"En general no me reconozco como una persona machista, pero mis hijas me han ayudado enormemente a no ser lo machista que puedo o pude ser", explica.

"Por otro lado, veo que esta generación pudo romper con la hipocresía de no hablar del tema de sexo".

Parte de la razón por la que Riccardo no anunció su voto a favor de despenalizar el aborto desde un principio es que quería introducir un articulado sobre educación sexual.

"El aborto legal resuelve el problema sanitario, sin duda, pero la única forma para llegar a la raíz del problema (los embarazos indeseados) es con educación", asegura.

El diputado logró que la ley, de ser aprobada como está, obligue a todas las instituciones pedagógicas públicas y privadas a enseñar educación sexual.

La prueba Aprender, un examen que evalúa la enseñanza, reveló que el 80% de los alumnos argentinos nunca escuchó hablar de educación sexual y los que sí, en todo el año, escucharon una o dos horas del tema.

"Tú puedes pensar lo que quieras del sexo, pero educar sobre el sexo es algo que debe ser obligatorio, porque es algo que nos concierne a todos", apunta Riccardo.

Su hija Agostina, de 25 años, fue madre a los 17. Tanto ella como Riccardo coinciden en que su visión sobre el aborto está influenciada por esa maternidad temprana.

"No porque hubiera abortado si hubiera podido", le dice Agostina a BBC Mundo.

"Yo tuve la fortuna de que mi familia y la familia de mi expareja me apoyaron para tenerlo al bebé", agrega.

"Pero cuando me pongo en la situación de una madre que no tiene ese apoyo, pienso que esa mujer tiene que tener la posibilidad de elegir".

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