Abusos físicos y sexuales durante 60 años.

Eso es lo que sucedió, según una investigación oficial hecha pública este martes, en el coro de niños de Ratisbona, una ciudad del centro de Baviera, al sur de Alemania.

El reporte revela que al menos 547 menores que pasaron por ese coro, llamado Regensburger Domspatzen (Gorriones de Ratisbona) y dirigido durante 30 años por el hermano de Benedicto XVI, Georg Ratzinger, así como de la escuela adjunta, fueron sometidos a vejaciones físicas y sexuales.

En el documento, de más de 400 páginas, se señala a 49 miembros de la Iglesia católica como perpetradores de los abusos que se habrían llevado a cabo entre 1945 y principios de la década del noventa, según explicó el abogado responsable de la investigación, Ulrich Weber.

Fue la actual dirección del coro la que en 2015 encargó a Weber que indagara sobre las acusaciones y desde entonces el abogado entrevistó a centenares de involucrados y víctimas, la mayoría de alumnos de preescolar y de secundaria.

Las cifras ahora vertidas superan con creces el número víctimas que se recogía el informe preliminar del caso, presentado en enero de 2016. Aquel reporte hablaba de 231 víctimas y de 10 perpetradores.

BBC Mundo se puso en contacto tanto con la diócesis de Ratisbona como con la Conferencia Episcopal de Alemania, pero no obtuvo ninguna declaración.

Aunque en una conferencia de prensa ofrecida el martes por la mañana, nada más conocerse el contenido del informe, el vicario general de Ratisbona, Michael Fuch dijo que en las investigaciones futuras de casos de abuso la Iglesia debería jugar un papel más activo.

"Pudimos haberlo hecho mucho mejor", reconoció, según reportó la televisión pública alemana.

"El infierno"

Pertenecer al coro fue como estar en "una prisión, el infierno, un campo de concentración", le relataron las víctimas, según explicó Weber en la conferencia de prensa ofrecida este martes.

Y añadió que le describieron aquel tiempo como "el peor momento de sus vidas", una temporada "caracterizada por el miedo, la violencia y la desesperanza".

Similares palabras utilizó el compositor alemán Franz Wittenbrink al contarle su experiencia en el coro a la revista alemana Der Spiegel.

En su relato señaló principalmente a Johan Meier, quien fuera el director de la escuela adjunta al coro entre 1953 y 1992.

De acuerdo con Wittenbrink, quien también es pianista y director del coro, Meier solía "llevar a dos o tres" niños de 8 y 9 años "a su habitación por la tarde".

Allí les daba vino y se masturbaba con ellos, le dijo al medio.

Y también los castigaba. En una ocasión lo acusaron de golpear a un niño con un taburete hasta romperlo en su espalda, recordó.

"Era un ingenioso sistema de castigos sádicos relacionados con el placer sexual", le explicó al medio alemán.

Hizo las declaraciones en 2010, cuando el caso salió a la luz junto a otros abusos de la Iglesia católica alemana -un elitista colegio de jesuitas de Berlín reconoció que dos profesores abusaron sexualmente de alumnos entre 1970 y 1980-. Como consecuencia, se armó el escándalo.

Aunque no era la primera vez que se hablaba del tema en los medios.

Ya en 1989 un artículo de prensa recogía varios testimonios de víctimas de abusos en Regensburger Domsplatzen.

"Pero tuvo nulas consecuencias", le dijo el año pasado a BBC Mundo Weber, quien ahora indicó que, cerrada la investigación, ya no ofrecerá más entrevistas.

Ratzinger, "miró al otro lado"

Weber también criticó al obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller, quien ahora es cardenal, por la tibia investigación inicial realizada cuando estalló el escándalo hace siete años. Aunque el cardenal rechaza las conclusiones de Weber.

Y en el informe se menciona asimismo a Georg Ratzinger, hermano mayor del papa emérito Benedicto XVI, quien dirigió el coro desde 1964 hasta 1994.

Aunque según la investigación a cargo de Weber, Ratzinger no habría participado en los abusos, pero se le acusa de "mirar para otro lado" mientras estos sucedían.

Por su parte, Ratzinger niega cualquier conocimiento de lo sucedido.

En una entrevista ofrecida al diario alemán Passauer Neue Presse, le dijo en 2010 que "esas cosas nunca se discutían".

Reconoció que él mismo a veces "pellizcaba las orejas" a los alumnos como parte de la "disciplina y el rigor necesario para alcanzar un nivel musical y artístico superior".

Pero rechazó haber golpeado a los alumnos "hasta dejarlos amoratados", tal como describen algunas víctimas.

El hermano mayor de Benedicto XVI añadió que "sólo después" (de su retiro y posterior muerte) supo que el director de escuela Johan Meier había sido "muy violento", pero que no conoció la magnitud del abuso.

"Si en su tiempo hubiera sabido de la excesiva violencia que estaba usando le habría dicho algo", aseguró.

Además, dijo haberse sentido "aliviado" cuando una prohibición dio fin a los castigos físicos.

"Siempre tuve mala conciencia y me sentí feliz cuando en 1980 el Parlamento prohibió el castigo físico", le explicó al medio católico.

Aunque describió éste como "simplemente la reacción normal ante los suspensos y la desobediencia".

Hoy tiene 93 años y vive en Ratisbona.

Delitos proscritos

Más allá del perdón público de Ratzinger, la diócesis regional reconoció el año pasado la existencia de 72 víctimas y les ofreció US$2.700 como indemnización.

Sin embargo, no tomó medidas para con sus miembros acusados de haber llevado a cabo los abusos.

"Sea como sea, la mayoría de los supuestos perpetradores ya fallecieron", le dijo Weber a BBC Mundo en enero del año pasado, durante la investigación.

"Y no se espera que el resto enfrenten cargos penales, porque los presuntos delitos ya habrían proscrito", añadió.

El coro de la catedral de Ratisbona tiene alrededor de 1.000 años de antigüedad.

El suyo no es el primer escándalo similar que envuelve a la Iglesia católica en los últimos años.

En los años noventa surgieron revelaciones de abusos generalizados en Irlanda y en los siguientes años se conocieron más casos de vejaciones en más de una docena de países.

La ONU llegó a acusar al Vaticano de "sistemáticamente" adoptar políticas que permiten a los sacerdotes abusar sexualmente de miles de niños.

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