En lo más profundo del interior del Gran Templo de Abu Simbel existe un vasto y maravilloso mundo.

El templo se levantó en la ladera de una montaña del antiguo Valle Nubio en el sur de Egipto.

Sus pilares adornados con intrincadas obras de arte de índole militar sostienen un techo pintado con buitres alados.

Los jeroglíficos que se extienden desde el piso hasta el techo y que decoran todas las paredes representan las victoriosas batallas del faraón Ramsés II, el mismo hombre responsable de la construcción de este enorme recinto.

Afuera, se pueden ver cuatro estatuas colosales del faraón que miran hacia el este, en dirección al sol naciente y que están atentas a un imponente lago cristalino.

Es un espectáculo increíble de contemplar, pero si la historia hubiera sido un tanto diferente, hoy no pudiésemos admirarlo. Y es que no estaría aquí: yacería debajo de las aguas del lago.

Lo que aún resulta más difícil de imaginar es que si Abu Simbel no se hubiera preservado, lugares como el Centro Histórico de Viena, el templo Angkor Wat de Camboya y otros sitios que son patrimonio mundial de la Unesco sólo podrían vivir en los libros de historia.

"Magnífico"

"Egipto ha hecho un gran trabajo preservando sus antiguos templos", dijo Kim Keating, directora de la sección de ventas globales de la compañía de excursiones de aventura de lujo Geographic Expeditions.

"Este (complejo), con una iluminación suave que destaca sus obras de arte internas; grafitis que se remontan a los primeros invasores de Egipto -con lo cual se documenta cómo este país fue conquistado a través del tiempo- y ubicado frente a un hermoso lago tan grande que es como mirar hacia el océano, es magnífico".

El Valle de Nubia, en el norte de África, se extiende por la frontera del sur de Egipto y el norte de Sudán.

Se trata de una remota región desértica que está salpicada de oasis bordeados de palmeras y ocasionales wadis (ríos estacionales) y que alberga al poderoso río Nilo, el cual pasa por la ciudad egipcia de Asuán y se enrumba hacia El Cairo.

En la antigüedad, esta era una tierra de oro y riquezas y estaba gobernada por reyes, muchos de los cuales construyeron pirámides, monumentos y templos, en parte como una demostración de su poder.

El complejo de Abu Simbel, construido en un periodo de 20 años en el siglo XIII antes de Cristo, es uno de los más impresionantes que se conservan hoy en día.

Junto al Gran Templo se encuentra un templo más pequeño que honra a la reina de Ramsés, Nefertari.

Pieza por pieza

Keating quedó asombrada cuando vio los templos por primera vez. Pero quedó aún más impresionada cuando descubrió que a principios de la década de 1960, un equipo de ingenieros de diferentes país desensamblaron y luego, con extremo cuidado, movieron pieza por pieza cada uno de los templos.

Luego los volvieron a ensamblar a más de 60 metros por encima de su ubicación original. El objetivo era salvar el complejo de las crecientes aguas del Nilo.

El lago de 5.250 kilómetros cuadrados que Keating describió es el Lago Nasser, un reservorio de agua que se formó cuando el valle se inundó. Hace más de 50 años, ni siquiera existía.

"Todo está hecho con tanta perfección", dijo. "Que es imposible saberlo, incluso cuando, como en mi caso, realmente lo intentes".

La Unesco emprendió la "Campaña Nubia" en 1960, cuando la República Árabe Unida (una unión política entre Egipto y Siria que existió entre 1958 y 1961) comenzó la construcción de una nueva represa a lo largo del río Nilo, en las afueras de Asuán.

Si bien la represa mejoraría el riego en todo el valle y aumentaría significativamente la producción hidroeléctrica de Egipto, en unos pocos años las crecientes aguas también sumergirían por completo los majestuosos templos de Abu Simbel.

En un esfuerzo por evitar la destrucción de los templos, la Unesco puso en marcha su primer iniciativa de rescate internacional colaborativo.

La organización se había formado inicialmente en 1945 para promover una cultura de paz unida y evitar el estallido de otra guerra.

Su increíble esfuerzo más tarde se convirtió en el catalizador de una lista del Patrimonio de la Humanidad que ayudaría a proteger y promover lo que ahora suma un total de 1.073 sitios culturales y naturales que tienen una gran importancia para todo el mundo.

"No tenía ni idea antes de visitar Abu Simbel que (su conservación) llevó a la Unesco a crear la lista del Patrimonio Mundial", indicó Keating. "Pero definitivamente puedo ver por qué. El escenario, la historia? Todo tiene el factor wow".

La gran empresa

Sin embargo, el proceso de reubicación de los templos no fue tan simple.

"Fue una empresa enorme", explicó la doctora Mechtild Rössler, directora de la División de Patrimonio de la Unesco y directora del Centro de Patrimonio Mundial.

"No estoy segura de que algo así se pudiera volver a hacer hoy en día, entran en juego cuestiones como por ejemplo las formas en que una campaña de esta magnitud afectaría a toda una región, tanto desde el punto de vista ambiental como social".

El ambicioso proyecto empezó en noviembre de 1963 cuando un grupo de hidrólogos, ingenieros, arqueólogos y profesionales de otras áreas establecieron el plan plurianual de la Unesco para dividir ambos templos en bloques precisos: 807 para el Gran Templo y 235 para el más pequeño.

Los bloques fueron enumerados, cuidadosamente movidos y restaurados de acuerdo con su grandeza original dentro de una fachada de montaña creada especialmente para albergarlos.

Los trabajadores incluso recalcularon las medidas exactas necesarias para recrear la misma alineación solar, asegurando que dos veces al año, alrededor del 22 de febrero (la fecha de ascensión de Ramsés II al trono) y el 22 de octubre (su cumpleaños), el sol naciente continuara brillando a través de una estrecha abertura para iluminar la cara esculpida del rey Ramsés II y las de otras dos estatuas en el interior del Gran Templo.

Finalmente, en septiembre de 1968, una colorida ceremonia marcó la culminación del proyecto.

"(Abu Simbel) fue un caso en el que las confluencias de la Unesco -cultura, ciencia y educación- se unieron de una manera asombrosa", recordó Rössler.

De hecho, este proyecto ha pasado a la historia como uno de los mayores desafíos de la ingeniería arqueológica.

Imagina un proyecto tan ambicioso siendo ejecutado en lo que parecía ser el medio de la nada y muchas veces con temperaturas muy altas que provocaban un calor sofocante.

La prueba de la Unesco

En retrospectiva, todo podría parecer un poco absurdo, pero era exactamente lo que la Unesco necesitaba para demostrarse a sí misma que al juntar recursos y esfuerzos, se podía volver prácticamente imparable.

"La finalización de un proyecto tan enorme y complejo ayudó a la organización a darse cuenta de que éramos capaces de alcanzar tres cosas principalmente", afirma Rössler.

"Primero, reunir a los mejores expertos que el mundo puede ofrecer. En segundo lugar, garantizar la cooperación internacional de sus miembros (en ese momento había alrededor de 100 Estados miembros, hoy hay 195 estados miembros y 10 miembros asociados). Y tercero: asegurar la responsabilidad de la comunidad internacional para reunir fondos y conseguir el apoyo para conservar el patrimonio mundial".

"Reconocimos que un solo país simplemente no era capaz", dijo.

Con semejante impulso, la Unesco continuó lanzando campañas, incluida la protección de Venecia, que quedó casi destruida por las inundaciones a mediados de la década de 1960.

En 1965, una conferencia de la Casa Blanca en Washington DC propuso la formación de un 'Fideicomiso del Patrimonio Mundial' para preservar continuamente las 'magníficas áreas naturales y sitios históricos'del mundo.

Unos años más tarde, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) elaboró una propuesta similar.

Pero no fue sino hasta noviembre de 1972 que la Conferencia General de la Unesco adoptó la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, fusionando ambos proyectos para preservar el patrimonio cultural y natural por igual.

Su legado para el mundo

Al éxito que tuvo la Campaña Nubia se le atribuye la conservación y preservación de lugares como la Reserva de la biosfera de la mariposa monarca de México, las Grutas y arte del periodo glacial en el Jura de Suabia, en Alemania, y la Isla Robben en Sudáfrica, donde el ex presidente Nelson Mandela sirvió su condena en la pequeña celda de una prisión.

También ha implementado medidas de protección más ambiciosas, similares a las tomadas en Abu Simbel, en otros sitios del Patrimonio Mundial en todo el mundo.

Estos lugares se ubican en zonas devastadas por la guerra como Irak y Yemen así como también en Etiopía, donde hace apenas una década la Unesco devolvió el obelisco de Axum: un obelisco de granito de 24 metros de alto y 160 toneladas que los italianos se llevaron a Roma en 1937 bajo el régimen fascista de Mussolini.

"El regreso y la reconstrucción del obelisco: se trató del momento que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial (para los etíopes)", señaló Rössler, y agregó: "La gente necesita su herencia. Desastres naturales, guerra ... no podemos permitir que estas cosas se lleven ese patrimonio".

Cincuenta años después de la finalización del proyecto de Nubia, los templos de Abu Simbel siguen siendo una peregrinación muy popular, aunque remota, entre los viajeros.

El lago Nasser es conocido por su excelente pesca de agua dulce así como también por sus numerosos cocodrilos.

Pero lo que más se destaca del Valle de Nubia es, sin duda, el complejo del templo, que desde hace 3.000 años sigue siendo un símbolo icónico del patrimonio de la humanidad y muestra cómo un antiguo monumento puede ayudar a preservar el planeta.

Por supuesto, podría haber sido algo completamente diferente:

"La gente todavía podría estar visitando los templos", dijo Rössler, "pero sería a través del buceo o el submarinismo o, por los cocodrilos, mirándolos a través de los vidrios de un barco sumergible".

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