Durante siglos, en México se tuvo la certeza de que las epidemias que diezmaron a los habitantes originarios, como el pueblo azteca, llegaron con los españoles que desembarcaron en el territorio a partir de 1519.

Pero ahora, por primera vez, existe evidencia "irrefutable" de que algunas enfermedades mortales pudieron tener otro origen.

Un grupo interdisciplinario de científicos analizó los esqueletos de tres esclavos provenientes de África localizados en una fosa común en el centro de Ciudad de México.

Los cuerpos se inhumaron en algún momento entre finales del siglo XVI y principios del XVII.

Un análisis genético reveló que dos de las personas tenían padecimientos hasta ese momento no presentes en el territorio de lo que hoy es México.

Es un dato importante por varias razones, explica a BBC Mundo Rodrigo Barquera, investigador del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana.

Primero, porque confirma que las epidemias que casi terminan con los pueblos indígenas de esa época no surgieron solo por el contagio de la población europea.

La hipótesis se reafirma porque, de acuerdo con los estudios de genética y la aplicación de isótopos, las personas a quienes pertenecen los esqueletos formaron parte de la primera generación de esclavos que llegó a México.

Pero además confirma que las personas esclavizadas desde África y vendidas en América también fueron portadoras de algunas enfermedades.

Epidemias

La investigación se realizó de manera conjunta por el Instituto Max Planck de Alemania, y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) de México.

Los científicos determinaron en uno de los esqueletos, a partir de examinar muestras de dientes, que la persona a quien pertenecía fue infectada con una cepa del virus de hepatitis B.

Es un padecimiento que actualmente se encuentra en la región occidental de África. El otro individuo fue infectado con Treponema pallidum pertenue, una bacteria que provoca la enfermedad de pian.

Se trata de una infección dolorosa de los huesos, con síntomas parecidos a la sífilis y que afecta las articulaciones y la piel.

La investigación no puede determinar si los padecimientos de estos esclavos contribuyeron a la propagación de estas enfermedades en México y América Latina.

Pero representan un elemento valioso para investigar un posible impacto del tráfico de esclavos en los padecimientos que, inclusive ahora, existen en el continente.

"Es la primera vez que contamos con evidencia genética irrefutable de la presencia de estos patógenos en restos de ancestros africanos" explica Barquera.

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"Nos pone a repensar la historia. Tradicionalmente existe la conciencia de que con la llegada de los españoles o los grupos europeos a América arribaron enfermedades".

"Pero ahora vemos que no provenían únicamente del Continente Europeo sino también del africano, al menos en este caso".

Abusos y maltrato

El estudio de los esqueletos permitió además conocer algunos detalles de la forma de vida de las comunidades de esclavos en el Virreinato de la Nueva España.

También aporta elementos sobre las condiciones sanitarias en el inicio de la Colonia.

La fosa común donde se encontraron los esqueletos era una de las tres que tenía el Hospital Real de San José de los Naturales, destinado por orden de la Corona española a atender a los indígenas.

Miles de personas murieron por epidemias de viruela o sarampión, por ejemplo. En el caso de la Nueva España solo el 10% de los habitantes originarios logró sobrevivir.

Era frecuente que en los hospitales se construyeran fosas comunes para depositar los cuerpos de quienes fallecían. Pudo ser el caso de los tres esclavos ahora estudiados, dice Barquera.

Lo que no está claro es por qué fueron inhumados en una fosa solo para indígenas. Tampoco se sabe cómo es que esas personas llegaron al centro de la Nueva España.

En esa época los esclavos se encontraban fundamentalmente en regiones mineras o grandes plantaciones agrícolas, lo que no existía en la capital del Virreinato.

Lo que sí pudo establecerse fue la vida cruel que padecieron, dice Rodrigo Barquera. "Sufrieron muchos abusos, tenían fracturas, heridas" cuenta.

"Uno de ellos tenía cinco perdigones de cobre alojados dentro de su cuerpo y sabemos que eso no fue lo que le mató, porque fracturó una costilla y la costilla tuvo tiempo de recuperarse".

Es, insiste, "una cuestión muy complicada porque se trata de una historia de resistencia, pero también lo es de abusos a sus derechos humanos".

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