"La mejor noche de mi vida".

Así describió Linda Williams, una mujer de 76 años con un cáncer terminal, la fiesta que decidió celebrar en lugar de su funeral.

Williams, que recibió su diagnóstico el año pasado, dice que "odia los funerales" y que prefería "bailar toda la noche" con sus amigos a modo de despedida

La mujer, de High Wycombe, una ciudad pequeña al noroeste de Londres, comenzó a organizar su fiesta tras recibir la noticia.

"Me divertí muchísimo", dijo su exinstructor de Tai Chi.

"Yo nunca estuve en un buen funeral, son eventos miserables, así que decidí que quería una celebración de mi vida", le dijo Williams a Charlie Jones, de la BBC.

"Casi me muero dos semanas antes, así que hice un recorte de cartón (de mi figura) por si acaso, pero pude estar allí con todos mis amigos".

Años 40

A Williams siempre le gustaron los Spitfires (un caza monoplaza británico usado por la Real Fuerza Aérea -RAF- y muchos otros países aliados durante la Segunda Guerra Mundial).

Sus padres estaban en la RAF y ella creció cerca de su base en Walters Ash, donde solía ver a los aviones sobrevolando su casa.

Tras recibir su diagnóstico, Williams comenzó a escribir una lista con sus deseos y el primero era volar en Spitfire. Fue "una locura, fantástico y más de lo que jamás deseé".

Lo que seguía era una fiesta ambientada en los años 40, que hizo en el mes de octubre, y que incluyó seis actuaciones, una rifa, un pastel con la bandera de Reino Unido y sándwiches de carne enlatada.

"El tema de mi fiesta era 'La batalla de Inglatera', que resultó perfecto porque la década de 1940 gira alrededor de unirse cuando no tienes nada, y sacrificarte para mantener tu libertad", explicó Williams.

Para la ocasión, se vistió con un traje de piloto de la época, con un paracaídas atado a la espalda como si acabara de saltar de un avión. Sus 124 invitados solo pudieron acceder al festejo tras ingresar como código de entrada la palabra enigma.

Sin embargo, la que casi no asiste al gran evento fue ella, dado que su salud comenzó a deteriorarse.

"Casi me muero justo antes, pero pensé: 'Como sea, voy a llegar'. Decidí que lo haría y todos se la pasaron fenomenal", dice Williams.

"Estaba tan emocionada que llegué a las 6, aunque la fiesta no empezaba sino hasta las 7:30. Mis piernas estaban hinchadas, pero igual logré bailar toda la noche y recibí muchos abrazos amorosos", cuenta.

"No me fui hasta la 1 de la mañana, tenía un subidón de adrenalina, y después dormí durante casi dos días".

Amigas de baile

Wiliams se siente muy agradecida con sus amigas que organizaron la fiesta. A muchas las conoció en una clase de baile Lindy Hop, que comenzó a tomar cuando tenía 69 años.

Una de ellas, Jo Oxlade, dijo que había sido fantástico participar en la organización de una celebración tan especial.

"Linda fue muy clara con nosotras desde el principio: esta fiesta se haría con o sin ella", dice.

"Nos dijo: 'Si estoy allí esa noche quiero esta canción, pero si me morí quiero una canción diferente', así que las instrucciones eran muy claras".

Hace unos meses, Williams decidió que "ya había tenido suficiente con los hospitales" y tomó la decisión de quedarse en su casa, con la asistencia de enfermeras de la ONG de cuidados paliativos Rennie Grove Hospice Care.

Williams le da crédito a sus "maravillosas" enfermeras por mantenerla con vida el tiempo suficiente para asistir a la fiesta.

"Lin es una luchadora, se aseguró de salir adelante y llegar a su fiesta. Siempre ve lo positivo en la vida y es un verdadero placer cuidarla", comentó Fiona O'Neill, una de las enfermeras del hospicio.

"Ella es una persona increíble e inspiradora que tenemos la suerte de tener como amiga".

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