Pocas horas antes de que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, confirmara la muerte de los tres miembros del equipo periodístico del diario El Comercio de Quito secuestrados el 26 de marzo en la frontera norte del país, el periodista ecuatoriano Marlon Puertas escribió en sus redes sociales: "Nunca nos habían matado así".

En medio de todas las reacciones públicas generadas luego del secuestro y, en especial, tras la divulgación 24 horas atrás de fotografías de los cuerpos del periodista Javier Ortega, el fotógrafo Paúl Rivas y el conductor Efraín Segarra, las cinco palabras de Puertas resumen la angustia no solo del periodismo ecuatoriano sino de un país que nunca había sido secuestrado y ejecutado de esta forma.

"El Ecuador siempre fue considerado una isla de paz cuando en el Perú actuaban Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amarú), y en Colombia estaban las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional) entre otros. Estos procesos no habían logrado contaminar a nuestro país", dice a BBC Mundo Fernando Carrión, académico de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).

Durante la peor etapa del conflicto colombiano, Ecuador se mantuvo casi inmune a la violencia que ocurría del otro lado de su frontera norte y, paradójicamente, ha sido la firma de los acuerdos de paz en Colombia lo que parece haber cambiado radicalmente la situación.

"Mientras duró el conflicto colombiano, las FARC y el ELN no hacían operaciones en el Ecuador, eso era una especie de regla, entonces el ejército ecuatoriano tampoco respondía a esa realidad. Ahora la situación ha cambiado, ya no existe un ejército de carácter insurreccional, como las FARC, sino grupos que tratan de controlar el narcotráfico en la zona", señala a BBC Mundo Enrique Ayala Mora, historiador de la Universidad Simón Bolívar.

El equipo del diario El Comercio había viajado a la zona de Mataje, provincia de Esmeraldas, para cubrir esta nueva realidad en la frontera norte que había comenzado a revelar su peligrosidad el 28 de enero con la explosión de un coche bomba y había ratificado su capacidad asesina el 20 de marzo con la muerte de cuatro soldados ecuatorianos en un atentado.

Su secuestro seguido de muerte no sólo ha provocado un impacto entre sus colegas sino que deja varias preguntas sobre la relación del Estado ecuatoriano con sus zonas de frontera y con la lucha contra el narcotráfico.

El dolor de los periodistas

Xavier Reyes, periodista del diario El Universo, no duda de que hay un antes y un después tras la muerte de sus colegas.

"Llevo 20 años en esto y no recuerdo otro momento de tanto dolor como periodista", señala y añade:

"¿Qué se viene luego? Muchos replanteos, debates, reivindicaciones y ratificaciones en el quehacer periodístico, en las redacciones, en los gremios, en las facultades de periodismo... Sería irresponsable no evaluar ni aprender de este momento. Nos duele, es una tragedia, tenemos el corazón roto, pero tenemos que seguir escribiendo el día a día de la gente".

Consultado por BBC Mundo sobre si esta noticia afectará sólo a los periodistas o a la sociedad en general, Reyes responde que posiblemente la tragedia del equipo del diario El Comercio no logre cambiar años de desmovilización de la sociedad civil ecuatoriana.

"Lo que más me preocupa es que la sociedad no reaccione, que no pida cuentas, que nos abandone a los periodistas y que olvide esta tragedia o la coloque como una anécdota más, como 'algo que les pasó a ellos' y no como 'una realidad que nos está pasando a nosotros'".

Para Juan Cuvi, analista político y exmiembro del grupo insurgente ecuatoriano Alfaro Vive, el país no puede ignorar que la ejecución de tres integrantes de un equipo periodístico es un mensaje para toda la sociedad.

"El mensaje para el Ecuador es gravísimo, nos están diciendo que lidiamos con una organización transnacional criminal que está dispuesta a cualquier tipo de atrocidad para imponer su lógica en los territorios que pretenden controlar y nos están amenazando con expandir estas acciones en el resto del país".

Para el analista, el Estado ecuatoriano se enfrenta con una situación similar a la de México o la de Colombia para la que no está preparado: "No somos una sociedad que tengamos experiencia con esos niveles de violencia y no tenemos los recursos para prevenir o evitar que eso ocurra".

El narcotráfico y el territorio ecuatoriano

Cuvi sostiene que Ecuador se ha mantenido al margen de la violencia ligada a grupos insurgentes y al narcotráfico, pero al mismo tiempo lleva décadas ocultando el problema y disimulando la penetración de este flagelo en la economía, en la política y en la sociedad ecuatoriana.

"Lo único que está sucediendo ahora es que las evidencias de esta situación han tomado una forma muy cruel, muy brutal, pero nosotros ya conocíamos de las avionetas que se caían y de las lanchas que eran capturadas en alta mar con cargamentos de droga; era obvio que este país estaba permeado por el narcotráfico".

El académico de la FLACSO Fernando Carrión añade cifras a la percepción de Cuvi: "En estos últimos seis años ha habido 17 avionetas que han sido localizadas, todas ellas con matrículas mexicanas manejadas incluso por gente de esa nacionalidad; lo mismo ha sucedido con lanchas que salen periódicamente de San Lorenzo (Esmeraldas) con entre cuatro y seis toneladas de cargamento de droga".

Para Carrión los problemas en la frontera norte en Ecuador no comenzaron con los acuerdos de paz en Colombia el año pasado sino en 1999, curiosamente, después de que se pacificó la frontera sur.

En 1998 se firmaron los acuerdos de paz entre Quito y Lima tras años de conflictos limítrofes con Perú pero, un año después, la creación del "Plan Colombia" entre Bogotá y Washington para combatir el narcotráfico provocaría un nuevo frente de preocupación para el gobierno ecuatoriano.

"Algunas fases del proceso de producción de drogas en Colombia tendieron a reubicarse en otros territorios, uno de esos el Ecuador, que había sido un país de tránsito; pero a partir de ese momento se instalaron laboratorios en el territorio para transformar la coca en la cocaína", dice Carrión.

Pero aún faltaba otro factor clave para complicar más este panorama, entre 1999 y el año 2000 Ecuador experimentó una crisis económica que derivó en la dolarización de su economía.

"Esto llevó a que los dos países productores de coca más grandes del mundo -Colombia y Perú- vieran con buenos ojos al Ecuador ya no solo para la exportación de droga sino también para el lavado", concluye Carrión.

La frontera norte

Enrique Ayala Mora considera que los problemas limítrofes con Perú, cuyo último conflicto bélico fue en 1995 con la "Guerra del Cenepa", hizo que cuando se hablaba de la frontera en Ecuador, se hablaba exclusivamente de la frontera sur:

"La frontera con Colombia, en cambio, fue una frontera pacífica desde el siglo XIX, entonces Ecuador sentía que tenía en el norte -sobre todo en la parte serrana, en Tulcán, Ipiales- una frontera no conflictiva, con un comercio activo".

Pero el historiador reconoce que había otras zonas fronterizas en el norte que no eran tan pacíficas: en la zona oriental, la provincia de Sucumbíos se veía seriamente afectada por la explotación petrolera y el narcotráfico, en la zona occidental Esmeraldas -donde fueron secuestrados los periodistas- era relegada y carecía de servicios básicos.

Jorge Vinueza, fotoperiodista ecuatoriano por 24 años y exreportero gráfico del diario El Comercio, ratifica esta percepción.

"Nosotros en la revista de Turismo en la que trabajo ahora decidimos hacer una cobertura especial sobre Esmeraldas y una de las cosas que más me impactó es el abandono que ha tenido la provincia desde la construcción misma de la República, una de las frases más impactantes que recuerdo es de alguien que nos decía 'acá llegaron las escuelas pero no llegó la educación'".

Para Vinueza, el impacto de lo ocurrido con sus colegas debe crear conciencia de que es una labor de todos ayudar a cambiar las circunstancias en las que se vive en la frontera, pero el historiador Ayala Mora teme que la situación sea aún más compleja:

"En Esmeraldas se ha creado una cultura social en la cual la gente vive de su relación con la guerrilla. Les venden cosas, les protegen. Y lo mismo sucede en la provincia de Sucumbíos. Donde hay una penetración de las organizaciones de la droga no es tan fácil solucionar el problema social".

Juan Cuvi, por su parte, cree que es hora de que Ecuador enfrente este nuevo escenario.

"La famosa isla de paz empieza a mostrar sus costuras, muestra que debajo de esa isla existían -como larvas- una suerte de conflictos que derivan del tema del narcotráfico. Ya no podemos cerrar los ojos".


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