No es un sitio tan emblemático como el Muro de Berlín, pero el mar de Barents también fue uno de los escenarios donde se vivió la Guerra Fría.

Allí, en la porción de océano Ártico que queda al norte de Rusia y Noruega, se desarrollaron numerosas acciones navales a lo largo del siglo XX.

La Unión Soviética llegó a depositar allí buena parte de su arsenal nuclear submarino, al mismo tiempo que Estados Unidos surcó esas aguas entre las décadas del 70 y 80, preocupado por los sumergibles rusos.

Y ahora, más de tres décadas después de aquellos incidentes, una flota estadounidense volvió a hacer presencia en el mar de Barents.

"En estos tiempos difíciles, es más importante que nunca mantener estable la constante de operaciones en el teatro europeo, a la vez que se toman medidas prudentes para proteger la salud de nuestras fuerzas", indicó el Pentágono a principios de mayo para justificar que cuatro de sus barcos militares iniciaran una operación en esa zona acompañados de una nave de la Armada Real Británica.

La acción, señaló EE.UU., tiene el objetivo de "asegurar la libertad de navegación y demostrar una integración sin costuras entre aliados".

La reacción rusa no se hizo esperar y desde Moscú se dispuso que la Flota del Norte de ese país vigilara a los destructores estadounidenses y la fragata británica.

La operación

Cuatro embarcaciones de Estados Unidos llegaron hasta la zona ártica de Barents: los destructores USS Donald Cook, USS Porter y USS Roosevelt, además del buque de apoyo USNS Supply.

La flota estaba acompañada, además, del HMS Kent británico.

La operación empezó el 4 de mayo y el Pentágono asegura que Rusia fue notificada antes de la incursión.

Según la Armada estadounidense, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, fue notificado de la llegada de los navíos el 1 de mayo para "evitar malas interpretaciones, reducir el riesgo y prevenir una inesperada escalada".

La operación en el mar de Barents se produce después de semanas de tensión entre los militares de EE.UU. y Rusia.

A mediados de abril, Washington denunció que un caza ruso SU-35 interceptó a uno de sus aviones de vigilancia en el espacio aéreo internacional sobre el Mediterráneo, algo que calificó de "inseguro" pues supuestamente la nave rusa realizó una peligrosa maniobra a alta velocidad.

Pero este no fue un incidente aislado. En diferentes ocasiones, entre marzo y abril, se reportó que el Ejercito del Aire de EE.UU. interceptó a aeronaves rusas entrando en el espacio aéreo del estado de Alaska.

Poderío energético

Pese a la notificación estadounidense y las explicaciones brindadas, analistas observan que el movimiento producido tiene razones de estrategia geopolítica relacionadas al cambio climático y el acceso a recursos naturales.

Además de la intención de Washington de elevar su presencia militar en el mar de Barents para equilibrar al poderío ruso.

David Castrillón, investigador especializado en las relaciones que sostiene EE.UU. en Europa del Este y Asia, explica a BBC Mundo que en la actualidad existe una brecha muy grande entre la flota rusa presente en esa región en comparación con las naves estadounidenses y de la OTAN y eso preocupa al Pentágono.

"En años anteriores hemos visto un fortalecimiento de la fuerza rusa en el océano Ártico con la construcción y modernización de su flota, sobre todo con la construcción de rompehielos para operar en esa zona. En cambio, Estados Unidos tiene capacidades muy inferiores y embarcaciones antiguas", indica el experto.

El analista añade que Washington, desde 2017, advirtió que el potenciamiento ruso en el mar de Barents es una "amenaza" para sus ambiciones de navegación y de acceso a los recursos energéticos que se pueden encontrar.

"La administración de Donald Trump se planteó tener dominio energético global y en esa zona ártica se encuentran enormes reservas de petróleo y gas natural", indica Castrillón.

El entrevistado apunta que una de las preocupaciones en la Casa Blanca es que Moscú siga utilizando su riqueza energética para influir en países de la Unión Europea como ya lo hizo en los últimos años.

Cambio climático

Al respecto, Jonathan Marcus, corresponsal de defensa y diplomacia de la BBC, señala que la reciente operación estadounidense y británica es solo una muestra de los renovados intereses desplegados en la zona.

"Hay una nueva competencia estratégica en curso para el Ártico de la cual este despliegue naval de EE.UU. es solo una pequeña parte", indica.

Marcus apunta que se produce una renovada competencia de poder en la zona por el cambio climático.

"El calentamiento global está causando un deshielo que abre nuevas rutas marítimas y ofrece la tentadora posibilidad de acceso a nuevas reservas de recursos naturales no renovables", sostiene.

Para el periodista, Rusia lleva la ventaja no solo por la cercanía geográfica, sino porque tuvo mayor claridad de visión estratégica para potenciar su presencia primero.

"Un índice clave es la disponibilidad de barcos grandes y poderosos para romper el hielo. Aquí los rusos están significativamente por delante", afirma.

Libertad de navegación

David Castrillón afirma que lo que sucede en el mar de Barents no es solo una disputa entre Moscú y Washington más sus aliados, sino que otros países también están interesados en sentar presencia en la ruta ártica.

China, explica el analista, es uno de los actores que busca tener participación en la zona.

"En años recientes, Pekín ha expresado que tiene planes en la zona. Para ellos es un objetivo principalmente comercial y eso no pasa desapercibido para Estados Unidos", afirma.

Noruega también aparece como un directo involucrado, tanto por su cercanía geográfica a esa zona como por su rol de Estado miembro de la OTAN y aliado directo de EE.UU.

Por ello Castrillón explica el interés de Washington en mantener presencia en la zona y defender el principio de libre navegación para que otros países no lleguen a controlar esa región ni sus ricos recursos.

"Lo sucedido se trata de una acción más política que militar", concluye.

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