No se sabe cuánto duró, ni cuál fue su dinámica.

Pudo haber sido un accidente, una embarcación que partió a la deriva desde el norte de Sudamérica, empujada por los vientos alisios y la corriente del sur de Ecuador que terminó encontrándose con los polinésicos.

Pudo haber sido también una balsa que, navegando a contra corriente, tocó tierra en algún lugar entre Colombia y Ecuador, y luego partió de regreso a las islas Marquesas norte y sur, la remota Palliser o a Mangareva, entre Tahití y Rapa Nui.

Puede que en ese viaje de retorno hayan llevado entre ellos a algunos nativo americanos o a sus descendientes, resultado de la mezcla entre las dos poblaciones.

Esas son sólo algunas de las preguntas que plantea a la ciencia el artículo recién publicado en la revista Nature bajo un título tan rotundo como enigmático: "Genes nativo americanos entraron a la Polinesia antes del poblamiento de Rapa Nui", y que revela un hallazgo genético inédito, la prueba de un contacto entre población nativo americana y polinésica siglos antes de lo que se pensaba hasta ahora.

"Secreto genético"

En esa fecha, los polinésicos aún no terminaba de poblar el amplio territorio oceánico entre Nueva Zelanda, Hawái y Rapa Nui.

Según las muestras estudiadas, la población indígena americana que mejor coincide con el contacto es la zenú, y su origen se ubica mucho más al norte de lo que se pensaba hasta ahora, en Colombia.

Al momento del contacto identificado en la investigación, faltaban siglos para la llegada de los primeros europeos, y aún más para las expediciones que en 1862 y 1863 partieron desde Perú para llevar mano de obra esclava Rapa Nui al continente (sólo 15 nativos lograron regresar de ese viaje), o para la anexión de la también llamada "Isla de Pascua" a Chile, en 1888.

La investigación no apunta a que los amerindios hayan poblado la Polinesia (tal como postuló Thor Heyerdahl y trató de probar con su viaje en la "Kon Tiki"), pero sí que hubo una relación muy temprana entre ambas poblaciones.

Una relación acotada, que no se extendió en el tiempo, pero que dejó una pequeña huella genética que sólo hoy, con las técnicas y herramientas más avanzadas, se pudo descubrir.

"Hemos revelado un secreto genético escondido en la población polinésica", dice a BBC Mundo el experto en genética Andrés Moreno-Estrada, investigador del Centro de Investigación y Estudios Avanzados de México (Cinvestav) y autor principal del estudio.

"Esto no es algo que estuviera escrito en algún libro, o en una prueba arqueológica, o que hayamos descubierto a partir de algún objeto: esta es una historia que estaba oculta en lo genético, que podríamos no haber encontrado nunca, y de la que ahora logramos tener evidencia: en algún momento coexistieron nativo americanos y polinésicos".

Los tres grandes hallazgos del estudio apuntan a la fecha del encuentro, al momento en que se produjo el contacto (previo al poblamiento de Rapa Nui); y a la población zenú que, hasta ahora, mejor coincide con las señales genéticas encontradas.

Más fascinante aún, cada uno de esos descubrimientos abre nuevas vías de investigación para la ciencia.

¿Por qué los zenúes en Colombia?

Los investigadores trabajaron a partir de más de 800 genomas que recogieron en individuos de más de 17 islas polinésicas y 15 poblaciones indígenas latinoamericanas.

En el continente, exploraron poblaciones ubicadas entre México y Chile, incluyendo mixe, zapotecas, zenú, de Magdalena de Cao en Perú, aymara, mapuche, pehuenche y huilliche entre otros. Se incluyó también población de Europa (Reino Unido y España) y yoruba de África.

En esas muestras se aplicaron las técnicas de análisis genómico que permitieron distinguir qué restos de ADN coincidían con la población polinésica y en qué proporción.

A partir del tamaño de los fragmentos encontrados en los polinésicos, podían además identificar además cuán antiguo había sido el contacto.

"Los análisis previos no podían ver las señales diferenciadas dentro de América Latina. Se ponía todo en una pelota diciendo 'esto es América'. Ahora podemos distinguir muy bien su data y origen. Podemos aplicar un 'bisturí bioinformático'", describe Moreno-Estrada.

El bisturí que menciona el investigador mexicano requiere de la capacidad de hacer secuenciaciones genómicas y análisis que hoy sólo son posibles gracias a los desarrollos en la genética, la informática, la matemática y la estadística.

En el proceso, se encontraron coincidencias con muestras europeas y provenientes del actual Chile y Perú concordantes a la data de los procesos de colonización y anexión más recientes.

Pero las señales genéticas más antiguas encontradas entre la población polinésica estudiada y las muestras nativo americanas con las que contaban, apuntaron a la población zenú: por primera vez, la ciencia logró identificar señas concretas sobre el punto de origen de la población nativo americana que se contactó y la ubicó además en un lugar sorpresivo, al norte de Sudamérica.

"El genoma de cada individuo incluye una parte aportada por el padre y otra por la madre. En cada nueva generación, los cromosomas de ambos se van combinando, dejando trozos de uno y otro. Esos trozos tienen una marca particular, y cada vez que los encuentras en una población distinta, sabes que hubo un cruzamiento previo entre ellos", detalla Mauricio Moraga, del grupo Chile Genómico de la Universidad de Chile y otro de los coautores del estudio.

"Estos trocitos distintivos van a ser más pequeños cuanto más generaciones hayan ocurrido desde que empezó la mezcla. Si encuentras trocitos pequeñitos y grandes de americanos en Polinesia, sabrás que los más pequeños corresponden a un contacto más antiguo", explica Moraga.

"Al comparar, uno se da cuenta de que los trozos de población originaria chilena son más grandes, porque llegaron cuando se incorporó la isla a Chile. Pero los más pequeñitos, los más antiguos, se asocian a una población más al norte. Y en este caso, donde se usaron muestras de la actual Colombia, México, Ecuador, las más parecidas coincidieron con esta población zenú", plantea el científico chileno.

El resultado desafía a los que se habían considerado "candidatos naturales" a este primer contacto, las poblaciones nativas de Chile y Perú, ubicadas más directamente frente al punto de la polinesia más cercano al continente, Rapa Nui.

"No queremos tatuarnos en la espalda que la población zenú fue la que contactó a los polinesios, no estamos asignando membrecía ni actividad específica a una sola población indígena...Hay raíces muy diversas en Latinoamérica. Lo que nos aportan las bases de datos construidas en los últimos 10 años, que es lo que mi laboratorio hace, es generar un lente que nos permita ver con nitidez cada vez mayor una foto que era muy borrosa... Pero una foto siempre puede ser más nítida y nuestra cámara aún tiene limitantes", explica desde México Moreno-Estrada.

"No podemos señalar que los zenú fueron la única posibilidad de contacto, sino que, en el análisis genético, resultaron la opción más cercana", dice.

Lo que abre nuevos caminos de investigación, pues el experto admite que, eventualmente, se podría encontrar una coincidencia mayor con otro grupo nativo del que no se hayan tomado muestras.

¿Qué pasaba al momento del contacto?

El otro hallazgo relevante del estudio es la fecha del encuentro: 1.200. Hace 800 años. Unas 25 generaciones atrás.

"Estamos dando una temporalidad más clara para el contacto, y se ubica tres siglos antes de lo postulado en otros estudios genéticos", dice Moreno-Estrada.

"No es solo un contacto pre europeo, es realmente muy antiguo y además coincide con el registro del poblamiento de Polinesia. Si vemos los registros arqueológicos de cuando fueron poblándose las Marquesas, las Tuamotu, eso coincide con el año 1.200 que encontramos de contacto genético. Creemos que el contacto entonces se dio de forma contemporánea al momento en que los polinesios estaban poblando sus islas más remotas", continúa.

El investigador considera que este aspecto es "revolucionario", pues la huella genética nativo americana se comparte en cinco islas de la Polinesia (de las Marquesas del norte y del sur, Palliser, Mangareva y Rapa Nui).

"Uno pensaría que el contacto se dio al final, cuando ya todos estaban establecidos, pero esto nos dice debe haber sido en algún punto previo", explica.

"El debate no es quién llegó primero, sino que, al menos en los momentos finales de la expansión humana en el Pacífico, ya había coexistencia, no sabemos en qué modo, de ancestros indígenas y polinesios...Creemos que esto habla de forma positiva en el enriquecimiento de la diversidad de esta población" puntualiza el mexicano.

Sobre Rapa Nui en particular, el artículo especifica que el contacto no se produjo en la isla, "sino en algún lugar aguas arriba del proceso de población polinésico".

"Se produjo una mezcla, pero entre pocos individuos, ya que no todos los polinésicos quedaron con esa marca genética nativo americana, sólo algunos. Luego, se expandieron hacia otras islas, entre ellas Rapa Nui: allí llegaron individuos que eran 100% polinésicos y algunos que tenían un porcentaje de este ADN nativo americano. Pero siempre la de Rapa Nui será una población mucho más polinésica que cualquier otra", plantea Moraga.

"Eso refleja, por un lado, que la dosis de genoma nativo americana que resultó de un eventual contacto, fue baja, y sólo dejó un impacto -el que estamos viendo hoy- porque Polinesia en ese momento estaba en proceso de poblamiento", dice.

"No se puede concluir de aquí que los Rapa Nui desciendan de poblaciones americanas, ni colombianas. Hay un problema con el concepto. Se usa mucho ancestría, que es un anglicismo; lo que existe en español es "ascendencia". Aquí, estamos hablando de que hace 20 y tantas generaciones, hubo algunos americanos, frente a todos los otros que eran todos polinesios", precisa el investigador de la Universidad de Chile.

"Me siento Rapa Nui"

Moreno-Estrada y la arqueóloga Karla Sandoval, otra de las autoras del estudio, visitaron dos veces Rapa Nui. Invitaron a la comunidad a participar y luego viajaron a mostrar sus resultados. Días antes de publicar, tenían programado un nuevo viaje, interrumpido por la pandemia.

"Antes de publicar, nuestra prioridad fue volver a la comunidad y entregar sus resultados. Y una de las primeras reacciones de algunos de los participantes fue: 'yo no pensé que iban a volver. Muchos vienen, toman muestras, se van, nunca sabemos qué encontraron'", describe Moreno-Estrada.

"Cuando les dimos a conocer sus resultados, muchos estaban contentos de constatar que en su perfil genético estaban conservadas las raíces que ya conocían de alguna manera por sus historias familiares", continúa.

Los investigadores les informaron también de esta señal de contacto antiguo entre polinesios y nativo americanos.

"Ellos recibieron de forma positiva el concepto de mezcla. Nosotros no hablamos de porcentajes de ancestría sino del concepto de mezcla y cómo ella enriquece tu identidad y no cambia nada. De hecho nos decían, 'yo sé que soy mezcla, pero me siento más Rapa Nui', precisa.

"Hay una identidad Rapa Nui que es muy clara, independiente de cualquier estudio. Y me encantó ese concepto, porque va en línea con lo que pensamos como genetistas: nuestra disciplina no tiene la función ni el derecho de determinar la identidad de las personas. Es sólo una evidencia biológica de lo que somos, pero en ningún momento dictará lo que vamos a sentir", concluye.

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