Una anciana ucraniana que llevaba una bandera roja soviética se convirtió sin querer en la cara de la propaganda del Kremlin después de que un vídeo de su encuentro con soldados ucranianos se hiciera viral. La BBC localizó a Babushka Z para tratar de establecer la verdad detrás del incidente.

"No creo que deban glorificarme. Sólo soy una campesina. No entiendo por qué me he convertido en una celebridad", afirma la mujer, que ha pasado a ser conocida como Babushka Z, que signifia "abuela" en ruso. La Z se refiere al símbolo que suele estar pintado en los vehículos blindados rusos para distinguirlos de los ucranianos y que se ha convertido en uno de los emblemas del Kremlin en la guerra de Ucrania.

La mujer se queda boquiabierta cuando la BBC le muestra las fotos de su nueva fama. "Nunca había visto nada de eso", dice.

El vídeo la muestra caminando hacia dos soldados ucranianos sosteniendo una bandera roja soviética. En ese momento, los soldados le dicen que han llegado para ayudar y le ofrecen una bolsa de comida. A continuación, le quitan la bandera, la tiran al suelo y la pisotean. La mujer, sintiéndose insultada, les devuelve la comida. "Mis padres murieron por esa bandera en la Segunda Guerra Mundial", dice indignada.

Para el Kremlin, esto era oro. La propaganda rusa rara vez es capaz de centrarse en los individuos, y vieron a esta mujer como un raro ejemplo de una ucraniana que lamentaba el colapso de la Unión Soviética y consideraba a los rusos como liberadores.

La mayoría de los ucranianos -incluso en las regiones de habla rusa-, no han acogido con satisfacción la invasión, por lo que su forma de exhibir la bandera soviética se utilizó como prueba de que sus acciones tienen apoyo entre la población local.

Y no está de más que la iconografía de esa bandera y de la Babushka resuenen en todos los rusos que están familiarizados con la imagen de la "Madre Rusia" de la Segunda Guerra Mundial.

La maquinaria de propaganda del Kremlin se puso a trabajar inmediatamente. En cuestión de días, su imagen -un retroceso al estereotipo de la mujer campesina de la era soviética con su pañuelo ortodoxo en la cabeza, botas de fieltro y falda gruesa- empezó a aparecer en todas partes, desde Moscú y Siberia hasta la isla de Sajalín, en el lejano oriente.

Ahora ha sido inmortalizada en murales, pancartas, tarjetas postales, esculturas y pegatinas. Se le han dedicado canciones y poemas. Las autoridades rusas incluso han inaugurado una estatua suya en Mariupol, la ciudad ucraniana que ha sido bombardeada hasta los cimientos.

Hasta hace poco, nadie conocía la verdadera identidad de Babushka Z. De hecho, nadie estaba seguro de que estuviera viva.

Pero es una persona muy real. Se llama Anna Ivanovna y la BBC la localizó en Velyka Danylivka, un pueblo cercano a Kharkiv, en el noreste de Ucrania, donde vive con su marido, perros, gatos y conejos.

Esta vivaz mujer de 69 años parece sorprendida cuando le mostramos las fotos de la estatua hecha a su imagen. "¿De verdad parezco tan vieja?", pregunta. "¡Es como si un extraño me estuviera mirando fijamente!".

Pero su historia es muy diferente de la imagen que han pintado los medios de comunicación rusos. Ella no apoya la guerra.

"¿Cómo puedo apoyar la muerte de mi pueblo? Mis nietos y bisnietos fueron obligados a ir a Polonia. Vivimos con miedo y terror".

Entonces, ¿por qué Anna recibió a los soldados ucranianos con una bandera soviética? Ella dice que ha sido malinterpretada. Afirma que confundió a los dos soldados ucranianos que le ofrecían comida con soldados rusos.

"Estaba contenta de que los rusos vinieran y no lucharan con nosotros. Estaba contenta de que volviéramos a unirnos".

Anna no tenía ninguna intención política. La bandera roja, dice, no es la bandera de la Unión Soviética, ni de Rusia, sino "la bandera del amor y la felicidad en cada familia, en cada ciudad, en cada república. No del derramamiento de sangre. Y quien diga lo contrario, se equivoca".

Mientras Anna hablaba, se oía cerca el constante rugido de la artillería y los combates. No se inmutó ni una sola vez. Se ha acostumbrado a ello.

"Si pudiera hablar con Vladimir Putin le diría que se ha equivocado. Nosotros, los trabajadores ucranianos, ¿qué hemos hecho para merecer esto? Somos los que más estamos sufriendo".

Pero Anna es de la época soviética, y es reacia a criticar abiertamente al líder ruso.

"Putin es un presidente. Un zar, un rey, un emperador".

Aunque se ha convertido en una estrella en Moscú, el pueblo de Anna no se ha librado de las fuerzas de Putin y ha sido bombardeado varias veces.

Cuando pasamos por allí, algunas casas estaban en llamas. Otras habían quedado reducidas a cenizas. Su propia casa ha sufrido los bombardeos: las ventanas están destrozadas, el tejado dañado y hay metralla esparcida por el jardín delantero.

"Ahora lo veo", dijo Anna. "No se preocupan por la gente aquí en Ucrania, sólo se preocupan por conquistar nuestras tierras".

Dmytro Galko, del Ministerio de Cultura de Ucrania, está de acuerdo. Dice que la propaganda rusa hace que todo sea unidimensional.

"No les importa la verdad, no les importan las personas reales. No les interesa quién es Anna, ni su destino. Si pudieran, la secuestrarían, la momificarían y la meterían en un mausoleo", afirma.

Anna teme ahora por su seguridad. En Ucrania, la atacan en internet, porque la consideran prorrusa.

Todos sus vecinos la rechazan. Es un pueblo pequeño y todos se conocen.

"No estoy contenta de que me hayan hecho famosa. Porque en Ucrania, ahora me consideran una traidora".

Pero está claro que la verdadera magnitud de su fama sólo se hace evidente para Anna al final de nuestra entrevista. Mientras nos despedimos de ella, intenta regalarnos su querida bandera roja con la hoz y el martillo.

"No quiero ningún problema. No quiero que la gente la use nunca más contra mí".

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