Cobran un salario a fin de mes, pero a veces ni siquiera se presentan en la oficina.

Por eso se les llama "empleados fantasma", un tipo de trabajador que abunda en el sector público de países del Golfo Pérsico, especialmente en naciones como Arabia Saudita, Kuwait, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos.

Históricamente las monarquías petroleras han establecido una especie de contrato social, bajo el cual ofrecen a los ciudadanos trabajos en el Estado y beneficios sociales, a cambio de que se mantenga la estabilidad política.

El gobierno suele ser el principal empleador del país, pese a que los contratados no tienen demasiadas cosas que hacer. Y en ocasiones, nada que hacer.

En la medida que los ingresos derivados del crudo han disminuido y las proyecciones apuntan a un declive de la demanda de combustibles fósiles, estos países tienen planes para reducir el gasto fiscal.

Y eso implica que están tratando de reducir los ejércitos de trabajadores fantasma cuyos sueldos han sido financiados con las multimillonarias rentas del petróleo.

En el caso de Kuwait, el gobierno les exigió a los funcionarios que pusieran sus dedos en un lector biométrico cada mañana, para comprobar que efectivamente van a trabajar.

En unos meses, cerca de 5.000 empleados renunciaron. Según el viceministro de Finanzas, Khalifa Hamada, muchos de ellos aparecían ocasionalmente o nunca.

"Este tema no es solo económico, es político", le dice a BBC Mundo Calvert W. Jones, profesora de la Universidad de Maryland y autora del libro "De beduinos a burgueses: transformando a los ciudadanos para la globalización".

"Muchos de los gobernantes están conscientes de que necesitan preparar a sus ciudadanos de una manera más eficiente para una era post-petrolera y un futuro más globalizado".

"Están incentivando a las personas a buscar trabajo fuera del gobierno, lo que es un complicado desafío político", agrega.

¿Qué va a pasar con los jóvenes?

Las monarquías del Golfo distribuyen los ingresos del petróleo de distintas maneras, asegurando la gratuidad de la salud y la educación. Y el trabajo también es considerado, en algunos casos, como una especie de beneficio.

"De alguna manera el empleo estatal es la forma en la que los ciudadanos tienen su porción de dinero", le dice a BBC Mundo Michael Herb, profesor de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Georgia, en EE.UU., y autor de los libros "Todo en la familia: absolutismo, revolución y democracia en las monarquías de Medio Oriente" y "Los salarios del petróleo".

El problema con este contrato social, dice el experto, es que en tres de los Estados del Golfo más ricos per cápita (Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes Unidos) hay un entendimiento implícito de que los nuevos graduados recibirán un trabajo en el Estado.

Sin embargo, difícilmente estos jóvenes encontrarán plazas en el sector privado porque ahí trabajan inmigrantes con bajos salarios.

"Les pagan mucho menos que a los ciudadanos que trabajan en el sector público. El resultado son dos mercados laborales, uno para los ciudadanos y otro para los no ciudadanos", agrega.

"Un empleador del sector privado que busca alguien para conducir un camión, puede elegir entre un ciudadano que tiene altas expectativas salariales o un extranjero que estará encantado de tener el trabajo con un sueldo relativamente bajo".

Herb dice que nadie debería esperar cambios rápidos, dado que las monarquías no pueden resolver fácilmente estas distorsiones del mercado laboral sin empobrecer a un gran número de ciudadanos, con las consecuencias políticas que eso generaría.

Los desafíos del "príncipe reformador"

El desafío es particularmente difícil en Arabia Saudita, donde el príncipe heredero, Mohammed bin Salman, está impulsando un ambicioso plan de reforma.

El gobierno, que emplea cerca de dos tercios de los ciudadanos que trabajan, está tratando de reducir un déficit que subió a casi 16% del GDP después del shock petrolero de 2014.

Y cerca de la mitad de su presupuesto lo invierte en salarios.

En su plan de reformas, el príncipe se ha planteado el objetivo de "saudizar el mercado laboral", dice Rasha Qandeel, presentadora de televisión y periodista senior de la BBC.

"Muchos de los jóvenes describen las medidas propuestas en el plan como progresistas y revolucionarias. Sin embargo, una parte de los sauditas, hombres y mujeres, no han convertido ese optimismo en una firme realidad".

"No veo tanto interés en los jóvenes sauditas de hacer trabajos comunes que no los lleven a una posición de prestigio y a recibir suntuosos beneficios y gratificaciones", agrega.

Ese mismo desafío lo están enfrentando otras monarquías del Golfo que intentan prepararse para un futuro donde el petróleo no les va a producir el mismo nivel de dividendos que les ha generado hasta ahora.

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