Los tiroteos masivos dominan la conversación nacional sobre el control de armas, sin embargo, dos tercios de las muertes a mano armada son suicidios.

¿Cómo se resuelve un problema del que casi nadie habla?




Brayden murió una noche fría y clara en Helena, una ciudad situada en las faldas de las Montañas Rocosas en Montana.

Una nieve ligera había caído sobre la ciudad y yacía esparcida alrededor de las casas. Brayden estaba en su habitación con su madre Melissa viendo repeticiones de su programa de televisión favorito.

Al otro lado de la ciudad, el mejor amigo de Brayden, Kase, también estaba con su madre pero en la casa de un amigo de la familia.

Hasta entonces, principios de febrero de 2016, Brayden Schaeffer y Kase Dietrich habían sido amigos durante casi la mitad de sus vidas.

Se conocieron cuando tenían 9 años, cuando Brayden comenzó a ir a la escuela local con las clases ya iniciadas y necesitaba a alguien que lo guiara.

Brayden era un chico con ojos grandes y brillantes, una sonrisa dientuda y un gusto por hacer bromas.

Kase era un muchacho callado y tímido. Le gustaba la confianza que tenía Brayden. Los niños comenzaron a hacerse inseparables, dentro y fuera del colegio, volviéndose mejores amigos con el tiempo.

Siete años después, con 16 años, Brayden y Kase vivían a unos kilómetros en Helena, haciéndose compañía durante los largos días de verano: jugando baloncesto, nadando en el lago o manejando por las calles la camioneta Chevy del 91 de Brayden.

En los días raros en los que no se veían, se escribían mensajes de texto, centenares durante años. Aquella noche de febrero no fue diferente.

Kase le escribió a Brayden para decirle que había dejado un par de jeans en su casa y este le respondió diciendo que no había acabado su tarea.

Kase le reprendió por no haberla terminado. "Hey, tienes que hacerla", le dijo. "Que no te reprueben".

"No pasará", respondió Brayden.

"OK, solo me estaba asegurando", escribió Kase.

Kase se preocupaba por su amigo.

Como dos hermanos

El futuro del propio Kase se sentía incierto: su padre estaba en prisión y su madre se había mudado con él de casa en casa, siempre con dificultades para poder pagar el alquiler.

Había abandonado la escuela el verano anterior, a los 15 años, y estaba trabajando en un restaurante de tacos.

Ambos sentían que eran como hermanos y se cuidaban el uno al otro.

El teléfono de Kase volvió a iluminarse con otro mensaje. "Hey", decía. "Eres un amigo genial".



Kase sintió un cambio en el tono. "Gracias, amigo, ¿qué sucede?", le contestó.

"Ya no siento nada", escribió Brayden. "No tengo ganas de seguir".

Kase nunca había sospechado que su amigo tuviera tendencias suicidas.

"Simplemente era un chico despreocupado", cuenta Kase. "Hacía deporte, ayudaba a sus amigos. Animaba a otros cuando estaban tristes. Era una gran persona".

Pero, sentado en su habitación aquella noche de febrero, Kase comenzó a preocuparse.

Le escribió: "¿Debería ir a verte?".

En la casa de Brayden, Melissa se cansó y dejó la televisión. Le dijo a Brayden que lo quería y que no se quedara despierto hasta tarde, luego se fue a la cama. Solo en su habitación, Brayden le envió a Kase una serie de mensajes cada vez más desesperanzadores.

"Estoy sentado pensando", escribió. Kase contestó: "¿Me necesitas?"

Entonces Brayden le dijo a su amigo que no fuera a su casa "pase lo que pase".



"No vengas si dejo de responder", escribió, "llama a la policía".

Kase salió disparado de su habitación, bajó las escaleras y agarró las llaves del auto de su madre.

"¡Brayden me necesita ahora!", gritó mientras corría hacia la puerta.

En la casa de Brayden, Melissa oyó a su hijo levantarse.

Lo llamó desde su habitación y este le dijo que solo estaba buscando una película, que la quería y que se verían al día siguiente.

Mientras Kase aceleraba por las calles, su teléfono brilló en su bolsillo con un último mensaje, uno que no vería hasta después de haber llegado a la casa, cuando ya era muy tarde.

"Llámame, por favor".

Aún se queda perplejo ante la velocidad con la cual perdió a su amigo.

"Solo era una conversación común y corriente en una noche común y corriente", dice. "De repente, todo cambió".

Las tasas de suicidio en Estados Unidos han aumentado dramáticamente en las últimas dos décadas, desafiando obstinadamente los esfuerzos de prevención y transformándose en silencio en una crisis de salud pública en todo el país.

Brayden fue uno de los casi 45.000 estadounidenses que se quitaron la vida en 2016. Incluso con una estimación conservadora, ese fue el doble de homicidios que hubo ese año.

Según los datos publicados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, la tasa nacional de suicidios aumentó un 35% entre 1999 y 2018, subiendo en todos los Estados.

En Montana, donde vivía Brayden, la cifra se incrementó en un 38% en dos décadas y la gente se suicidó a un ritmo que superó a cualquier otro estado en Estados Unidos.

Y los aumentos son más pronunciados entre la población adolescente del país, superando a todos los demás grupos de edad.

Según los CDC, la tasa de adolescentes y adultos jóvenes que se suicidan aumentó un 47% en dos décadas.

Los CDC apuntan a una amplia variedad de fuerzas impulsoras detrás del suicidio: aislamiento social y geográfico, dificultades financieras, dependencia de drogas y alcohol y problemas de salud mental.

Pero también destaca un factor común en la mayoría de los suicidios estadounidenses: un arma.



La mayoría de las personas que se suicidan en Estados Unidos usan un arma de fuego. Brayden, también.

El suicidio es la epidemia silenciosa que representa dos tercios de las muertes en Estados Unidos por arma de fuego.

Y sin embargo el debate nacional sobre el control de armas está dominado por las balaceras masivas, que suponen menos del 1%.

En 2018, en promedio, 67 personas murieron por suicidio con armas de fuego cada día, una cifra que ha aumentado año tras año desde 2006.

El más letal

Parte del problema con las armas es que son, de lejos, el medio más letal.

Hay tres estadísticas que juntas muestran una imagen clara del papel de las armas de fuego en los suicidios estadounidenses: aproximadamente el 85% de las personas que usan un arma morirán; aproximadamente el 95% de quienes usan otros medios sobrevivirán; y alrededor del 90% de los que sobreviven no volverán a intentarlo.

"Demasiadas personas piensan que si quieres quitarte la vida lo harás y los medios no importan. Pero un arma en casa multiplica las posibilidades de suicidio probablemente por tres", dijo David Hemenway, director del Centro de Investigación de lesiones de Harvard, (HICRC, por sus siglas en inglés) y uno de los principales investigadores de suicidios del país.

"Si uno preguntara qué es lo que realmente se sabe de la investigación sobre suicidios en Estados Unidos, sería eso", dijo.



Los esfuerzos de prevención del suicidio se han centrado históricamente en lo que Hemenway llama "el porqué": detonantes sociales, financieros y de salud mental.

A él y a sus colegas investigadores del HICRC, en Boston, les gustaría cambiar parte de ese enfoque a un segmento más fácil de modificar del fenómeno: los medios que las personas usan, "el cómo".

"Es natural centrarse en encontrar una respuesta a por qué, tratar de comprender qué llevó a alguien a ese punto", dice Catherine Barber, colega de Hemenway y directora asociada del HICRC.

"Pero en algún momento hay que detenerse y pensar en un enfoque más práctico para salvar vidas", afirma. "Y ahí entra en juego el cómo".

Gran efectividad

Un arma de fuego es el "cómo" más frecuente en los suicidios en Estados Unidos.

Son rápidas y eficientes, y dejan poco espacio para un cambio de opinión o una intervención que salve vidas.

Y, sin embargo, estudio tras estudio se demuestra que el suicidio es un acto dramáticamente impulsivo.

En un estudio de 2009, el 48% de las personas que intentaron acabar con su vida de forma casi letal dijeron que comenzaron a pensar en el suicidio menos de 10 minutos antes.

Otro estudio de 2001 mostró que el mismo porcentaje lo consideró durante menos de 20 minutos.

Los investigadores dicen que poner incluso una pequeña cantidad de tiempo o un pequeño obstáculo entre las personas y los medios para suicidarse puede evitar una muerte.

"En realidad es bastante difícil quitarse la vida, porque el cuerpo lo rechaza y la mente lucha contra eso", asegura Barber.

"La mayoría de los métodos de suicidio te dan esa oportunidad porque llevan su tiempo. Y a veces solo un breve momento es suficiente".

Si le preguntas al padre de Brayden, Steve, él te dirá que su hijo solo necesitó un minuto.

"Eso es lo que siempre digo, 'solo necesitaba un minuto'".

Y cuanto más se habla sobre este tema, más se encuentra a personas que iban a hacerlo y no lo hicieron, porque tuvieron ese minuto".

Buscando una oportunidad

Steve Schaeffer todavía vive en Helena, donde ha asumido un papel activo en la concienciación sobre suicidio y salud mental.

Una pared de su departamento está adornada con recuerdos enmarcados de su hijo: fotografías, dibujos infantiles, una camiseta de baloncesto.

El nombre de Brayden está bordado en su chaleco de moto, sobre su corazón.

La noche en que Brayden murió, Steve estaba en Sacramento, profundamente dormido en una habitación de hotel después de un trabajo relacionado con ventas ese día.

Su teléfono, en silencio pero programado para sonar después de repetidas llamadas del mismo número, finalmente lo despertó y escuchó la voz de un antiguo compañero de clase convertido en policía que su hijo había muerto.

Steve todavía piensa en el último mensaje que su hijo le envió a Kase aquella noche.

"Llámame, por favor".

Era Brayden buscando ese minuto, cree Steve.

"Hay muchas maneras de suicidarse, pero un arma es la más instantánea. Es la más fácil, la más rápida.

"No digo que eliminen las armas, no digo que eliminen los derechos, pero simplemente tenemos que tener mejores leyes".

La historia nos dice que reducir el acceso a ciertos medios para quitarse la vida puede tener un efecto importante en las tasas de suicidio.

A principios del siglo XX, Reino Unido comenzó a calentar hornos domésticos con gas de carbón, que contenía niveles letales de monóxido de carbono.

Las tasas de suicidio aumentaron, particularmente entre las mujeres, y en la década de 1950 más de la mitad de todos los suicidios en Reino Unido, aproximadamente la misma proporción que los suicidios con armas de fuego en Estados Unidos hoy en día, involucraban un horno de gas de carbón.

Luego, en 1958, el gobierno comenzó a reemplazar el gas de carbón con un gas natural más limpio que estaba prácticamente libre de monóxido de carbono.

Y para principios de la década de 1970, los suicidios en horno de gas cayeron a cero y la tasa nacional de suicidios en general cayó en un tercio.

La llamada "historia del gas de carbón" se convirtió en un referente para los expertos en prevención del suicidio en todo el mundo.

Hay más ejemplos.

Casos de varios países

A principios de la década de 1990, Sri Lanka tenía una de las tasas de suicidio más altas del mundo, impulsada por la disponibilidad inmediata de pesticidas tóxicos.

Dos leyes aprobadas en 1995 y 1998 restringieron el acceso a un tipo de pesticidas mortal y, en 2005, la tasa de suicidios se había reducido a la mitad.

En Suiza, las reformas del ejército en 2003 redujeron a la mitad el número de soldados y la menor disponibilidad de armas de fuego provocó una fuerte caída de los suicidios entre la población masculina.

Del mismo modo, en Israel, en 2006, el ejército prohibió a los soldados más jóvenes llevar sus armas de servicio a casa el fin de semana y la medida condujo a una caída del 40% en los suicidios.

Y la legislación aprobada en Reino Unido en 1998 prohibió la venta de analgésicos en frascos, lo que significa que cualquiera que quisiera una gran cantidad tenía que expulsarlos de los envases de blíster uno por uno.

Ese obstáculo aparentemente pequeño tuvo un efecto significativo: las sobredosis de analgésicos disminuyeron en un 43% durante la década siguiente y los trasplantes de hígado relacionados con sobredosis, en un 61%.

Se han observado reducciones similares en Estados Unidos después de que se instalaran barreras que evitan que las personas salten de los puentes y los estudios tienden a mostrar poco o ningún efecto de "sustitución", es decir, que aumente el número de suicidios en los puentes cercanos.

En San Francisco, donde mueren decenas de personas cada año saltando del Golden Gate, se está construyendo una barrera para evitar los suicidios.

Costará US$76 millones y se completará en 2023.

Pero las barreras de acceso a las armas son una historia diferente.

La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), el principal lobby de armas del país, ejerce un control de larga data sobre el Partido Republicano y se resiste ferozmente a casi cualquier regulación que impida todo lo que no sea un acceso inmediato a las armas de fuego.

La NRA niega que la existencia de unas leyes más estrictas sobre la tenencia de armas tenga que ver con unas tasas de suicidios más bajas. La BBC consultó sobre este tema a la organización pero no obtuvo respuesta.

"La industria se opone a cualquier cosa que ponga una barrera entre un cliente potencial y un arma", dijo Paul Nestadt, profesor asistente de psiquiatría en la Escuela de Medicina John Hopkins.

"Y, sin embargo, estudio tras estudio se demuestra que cualquier regulación que limite el acceso a las armas de fuego disminuye las tasas de suicidio".



La barrera más simple para un arma es una cerradura.

El arma que Brayden usó para suicidarse estaba tras de una cerradura, en un gabinete de madera, pero él sabía dónde encontrarla y la munición estaba guardada junto con el arma.

Muchas armas están incluso menos seguras que eso.

Según un estudio a nivel nacional realizado en 2015, aproximadamente dos de cada 10 hogares con niños que poseen armas almacenan al menos un arma de la manera menos segura: cargadas y desbloqueadas.

Eso significa que aproximadamente el 7% de los niños estadounidenses, unos 4,6 millones, viven teniendo al alcance un arma cargada.

Almacenamiento seguro

No existen leyes federales y son pocas las leyes estatales que exijan el almacenamiento seguro de armas, y no hay estándares federales para cerraduras de armas de fuego.

Solo siete de los 50 estados tienen normas que requieren el almacenamiento seguro de armas en el hogar, y son casi imposibles de hacer cumplir sin ir de puerta en puerta con una orden judicial.

Y esto es, como señaló Nestadt, "francamente, muy contrario al espíritu estadounidense".

Pero hay otras opciones.

A raíz de dos tiroteos masivos en Texas y Ohio, que mataron a 29 personas en 24 horas el pasado mes de agosto y sacudieron brevemente a la nación de su habitual enfoque en lo que respecta a la violencia armada, las llamadas leyes de "bandera roja" unieron, como pocas veces sucede, a políticos de ambos partidos.

Las leyes de bandera roja se conocen como órdenes de protección contra riesgos extremos (ERPO, por su sigla en inglés).

Permiten a los miembros de una familia solicitar a un tribunal que le quite temporalmente el acceso a una persona a las armas de fuego si representan una amenaza para sí mismos o para otros.

Es revelador que se necesiten dos tiroteos masivos y no décadas de aumento de las tasas de suicidios con armas de fuego para concienciar a la población de los riesgos extremos.

Pero la evidencia sugiere que son la herramienta de prevención del suicidio más efectiva que se puede llevar a cabo en Estados Unidos si pensamos de manera realista.

Las ERPO se asociaron con una reducción del 7,5% en los suicidios con armas de fuego en Indiana y una reducción del 14% en Connecticut, donde la proporción de sujetos a los que se negó el acceso a armas por estar en tratamiento ambulatorio de salud mental se duplicó en el año siguiente a la introducción de la ley.

Una pequeña ola de estados adoptó las leyes ERPO a raíz del tiroteo escolar en Parkland, Florida, en febrero de 2018, pero aun así, todavía hay solo 17 estados con alguna forma de regulación en sus leyes.

Y solo Maryland y Hawái, más el Distrito de Columbia, permiten que los médicos, a menudo los primeros en detectar signos de crisis de salud mental en niños y adolescentes, soliciten una orden de protección extrema.

Posibles medidas

Los investigadores de salud pública pueden obtener una lista de leyes y protecciones similares que, según dicen, ayudaría a reducir este tipo de suicidios sin infringir significativamente los derechos de los propietarios de armas.

Son cosas como períodos de espera obligatorios, verificaciones de antecedentes universales, almacenamiento seguro y cerrar las lagunas como la de Maryland, que permite a cualquier persona comprar un rifle o una escopeta a un vendedor privado sin una verificación de antecedentes.

Es la misma ley que exime a las llamadas 'armas largas' de los requisitos de edad mínima de las pistolas (casi la mitad de los adolescentes que se mataron en Maryland entre 2003 y 2018 lo hicieron con un arma larga).



Así que dadas las pocas posibilidades de que se produzcan cambios legislativos significativos en Washington DC o en los tribunales, algunas autoridades de salud pública han puesto sus esperanzas en un lugar menos probable: las armerías.

En algunos estados, se han formado coaliciones entre ellos resultando en coaliciones improbables de investigadores de salud pública y aficionados a las armas con el objetivo compartido de crear conciencia.

La primera coalición de este tipo nació hace casi una década cuando Ralph Demicco, propietario de una gran tienda de armas en la pequeña ciudad de Hooksett, New Hampshire, recibió una llamada de un investigador local.

Sucedió poco después de que el forense se diera cuenta de que tres personas se habían suicidado en el espacio de seis días y lo hicieron poco después de comprar un arma en su tienda.

Gente normal

"Estaba estupefacto", me dijo Demicco. "No podía creerlo".

Demicco vio varias veces las cintas de la cámara de su tienda. "No vi nada fuera de lo común", dijo, "nada". Le parecieron ventas normales.

Sin embargo, acordó unir fuerzas con la investigadora que lo había llamado, la doctora Elaine Frank, y juntos crearon el Proyecto Gun Shop.

Sin respaldo estatal y apenas dinero, produjeron carteles y tarjetas con consejos para guardar las armas y detalles para contactar grupos de apoyo.

Distribuyeron todo ese material en unas 70 tiendas de armas en New Hampshire, donde más del 85% de las muertes por armas son suicidios.

Entre el proyecto y su objetivo hay años de profunda desconfianza. Algunos dueños de tiendas dijeron que era solo otra forma de demonizar las armas.

Otros dijeron que sería malo para el negocio.

Pero seis meses después, Frank y Demicco visitaron personalmente todas las tiendas de la lista, sin previo aviso, y encontraron sus folletos y carteles en aproximadamente la mitad.

"Consideramos que fue un gran éxito lograr que algunos de los propietarios de las tiendas de armas confiaran en la gente de salud pública", dijo Demicco. "Nunca había visto eso antes".

De hecho, el estado de Colorado reprodujo la medida en cinco condados. Participaron alrededor de 50 tiendas de armas en total. En muchos de los casos, la iniciativa tuvo éxito.

Keith Carey, un armero de voz suave que repara rifles, pistolas y cuernos (el instrumento musical) en un pequeño taller al lado de su casa de Montrose, Colorado, perdió a su hija por sobredosis intencional en 2009.

"Con mi hija, tenía muy cerca lo que sucede con el suicidio", dijo Carey.

"El suicidio, por cualquier medio, es algo realmente horrible para los miembros de la familia y los amigos. Pero las armas, particularmente en el oeste, son muy frecuentes. Somos muy proarmas y las armas son las formas más convenientes de quitarse la vida ".

Carey muestra los panfletos de prevención del suicidio en su pequeña tienda.

"Algunas personas toman la información", dijo.

"La mayoría la mira y no la lleva. Pero yo lo mantengo en el mostrador, está allí todos los días. Cada nuevo cliente lo ve. Siento que tengo la obligación de hacerlo".

Dijo que cualquier iniciativa para prevenir el suicidio tendría su apoyo, excepto la implementación de nuevas leyes sobre armas.

El proyecto inicial de Colorado tuvo aproximadamente la misma tasa de éxito que el de New Hampshire: un poco más del 50% de las tiendas acordaron exhibir los materiales.

Así que con una pequeña cantidad de fondos extendieron el proyecto a otras partes del estado.



Jacquelyn Clark, propietaria de Bristlecone Shooting en Denver, Colorado, no solo colocó en su tienda los materiales del proyecto sino que también agregó sus propias innovaciones.

Cambió las reglas en Bristlecone para evitar que los nuevos clientes alquilaran un arma de fuego para disparar en la galería de tiro de la tienda si llegaban solos.

Varias personas en Estados Unidos se suicidaron en esas estancias con armas alquiladas.

"Sucede más a menudo de lo que la gente habla", dijo Clark.

De vez en cuando, el personal de Clark reaccionó negativamente a la nueva política de distribución o los carteles, dijo, pero a menudo también sucedía que se encontraban con una historia personal sobre el suicidio en alguien cercano.

"Claro, podemos perder algo de negocio, pero preferimos perder uno o dos clientes que tener una tragedia", dijo.

En el estado natal de Brayden, Montana, que tiene la tasa de suicidios más alta de la nación y la sexta tasa más alta de posesión de armas de fuego, el Gun Shop Project aún no ha llegado.

"Tenemos una actitud un poco diferente en Montana con respecto a las armas de fuego", dijo Karl Rosston, coordinador de prevención de suicidios del estado. "Y eso es un eufemismo".

Mentalidad de vaquero

Rosston y su equipo produjeron un anuncio de televisión para concienciar sobre el suicidio con armas, pero estaban luchando contra una "mentalidad de vaquero", dijo.

"Eres un lobo solitario y nadie te dice qué hacer. Esa mentalidad crea un estigma que impide que las personas almacenen armas de fuego o medicamentos de forma segura o busquen ayuda en los servicios de salud mental", dijo.

"Es increíblemente fuerte, está arraigada profundamente en la cultura. Ha sido así durante más de cien años", añade.

Es imposible determinar si el Proyecto Gun Shop tendrá un efecto estadístico sobre los suicidios con armas de fuego en esta etapa ya que no hay suficiente dinero detrás del proyecto en ningún estado para hacer el tipo de análisis necesario.

Ralph Demicco, el dueño de la tienda de armas que atendió la llamada que dio vida al proyecto original, admitió que tenía "serias preguntas sobre cuán efectivo sería todo el programa". Pero está pasando sus años de jubilación tratando de extenderlo a otros estados.

"Tengo esperanzas", dijo.



Las armas de fuego no son el único responsable de los suicidios estadounidenses.

El suicidio es complejo y variado y tiene, en el lenguaje de la salud pública, muchos factores de riesgo. Una pistola es uno de ellos.

Pero las armas son un "factor de riesgo modificable".

Al igual que el gas de carbón en el ejemplo de Reino Unido, el empaque del paracetamol y los pesticidas, las armas se pueden eliminar de la ecuación.

La noche que Brayden murió, su madre Melissa le dio la escopeta que usó a la policía y les pidió que no se la devolvieran.

Prevención del suicidio

Más tarde, deseó que alguien le hubiera advertido sobre la forma más segura de guardar un arma de fuego en su casa. Deseó poder ir a casa y separar las balas de la pistola u ocultar la llave que abrió el gabinete de madera.

"Cuando murió Brayden, escuché que si tienes una pistola en la casa debes guardar las balas por separado. Ojalá alguien me lo hubiera dicho antes", dijo.

"Pero ya sabes, incluso si alguien me hubiera contactado antes, podría haber pensado que no necesitaba hacerlo. Porque mi hijo nunca haría eso".

Recordó haber esperado el informe de toxicología de Brayden. En los meses previos a su muerte descubrió que había estaba fumando cannabis.

Así que después de la tragedia esperaba descubrir que estaba drogado cuando murió.

Cuando resultó negativo, esperaba descubrir que se había endeudado.

Ansiaba encontrar algo que le diera sentido a lo sucedido, que le explicaría por qué su hijo se suicidaría momentos después de que haberle dicho que la amaba.



Poco después, Melissa vendió su casa y abandonó su antiguo vecindario para siempre.

Desde entonces no ha tocado un arma y no ha recuperado su viejo pasatiempo de tiro al blanco.

Solo el Día de la Madre, dos años después de la muerte de Brayden, pudo soportar el dolor de visitar su tumba, a poca distancia de su nueva casa en Helena.

"Brayden era un alma encantadora", contó. "Él y yo éramos muy buenos amigos".

Ni Melissa, Steve ni Kase creen en la prohibición de armas, pero como seis de cada 10 estadounidenses, sí que piensan que es necesario que se aprueben algunas leyes más estrictas.

"Aquí es donde las personas con armas se ponen a la defensiva: dicen que se les quiere quitar el derecho a portarlas", dijo Steve.

"Pero no se trata de eso, se trata de seguridad, se trata de mantener sus armas y sus balas separadas. Porque solo lleva un segundo y lamentarán no haberlo hecho".

Muchas de las fotos tienen copyright.

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