Es domingo por la tarde de mediados de octubre. Estoy con un grupo de gente cerca del cementerio, en el extremo este de Arviat, una comunidad inuit en la costa oeste de la Bahía de Hudson, en Canadá.

Todos los ojos están fijos en un bloque de hielo formado recientemente donde hay un oso polar que repetidamente se lanza de panza al mar y vuelve a subir.

Pese a estar acostumbrados a los encuentros cercanos con estos animales, los hombres y mujeres inuit que me acompañan observan la escena con el mismo deleite que yo.

Se escuchan exclamaciones de sorpresa y discusiones elaboradas sobre su edad, peso y sexo, y las razones de su comportamiento.

Es el séptimo u octavo oso que veo en pocos días. A diario, me sumo a la gente que está en un muelle cerca de mi casa mirando con binoculares a una mamá osa con dos cachorros.

Una tarde fui a visitar al director del centro para la vida silvestre y lo encontré mirando hacia el mar por la enorme ventana de su oficina, con un telescopio.

Se movió para que yo pudiese mirar. Vi a la misma madre con sus cachorros en el hielo, pero más cerca de la ciudad.

Vínculo particular

Una noche, una amiga me llevó en camión al sitio donde se deja la basura para ver a los osos que se acercan allí en esta época del año.

La gente y los osos polares siempre han vivido lado a lado en esta parte del mundo, pero en el pasado, los osos casi nunca entraban en la ciudad. Ahora, cada verano y otoño, su visita se está volviendo un evento incómodo que ocurre todos los días.

Viví por primera vez durante 10 meses vez en Arviat -una comunidad de 2.500 personas- entre 2000 y 2001, trabajando como voluntaria en una escuela local. Regresé un año más tarde para hacer una investigación para mi doctorado en antropología.

Desde entonces, Arviat ha sido un lugar central en mi carrera y en mi vida profesional, y regreso allí cada vez que puedo.

Como antropóloga, me interesan las relaciones entre los arviamiut -como se llama a los inuit de Arviat- y las belugas, las focas, los caribús y otros animales que comparten el mismo hábitat.

Pero de todas ellas la relación que más me fascina es la de la gente con los osos polares.

Rivales

Los osos polares son enormes. Desde la cola hasta la nariz pueden medir hasta más de 3,5 metros. En dos patas pueden parecer humanos. Y como los inuit, están tan cómodos en plataformas de hielo como en tierra.

En el mar, cazan a los mismos mamíferos para su subsistencia: son depredadores rivales en lo más alto de la cadena trófica.

Para los inuit, esto quiere decir que hay una relación cercana. Los osos son seres espirituales poderosos que, en la mitología, interactúan con todo el mundo.

Johnny Karetak, un anciano arviat, me dijo una vez que los ataques de los osos no son arbitrarios ni azarosos.

"Los osos atacan a una familia. Es como una maldición", me dijo.

"Buscan a una persona en particular. La conocen bien".

Cautela

En invierno de 2007, pasé 16 días en un campamento de caza de osos polares. El cazador más viejo, el reverendo Jimmy Muckpah de 71 años, es uno de los más experimentados.

Una tarde, un oso se nos acercó y se llevó una carne que habíamos dejado en el hielo. Uno de los cazadores más jóvenes, de unos treinta y tantos años, comenzó a tirarle piedras y lo golpeó en la cabeza.

Jimmy hostigó al joven por no respetar al animal. Más tarde, cuando el joven se quejó de un dolor de cabeza, Jimmy no se sorprendió. "Tú trataste de lastimar su cabeza", dijo. "Por eso el oso te dio dolor de cabeza a ti".

Esto ilustra otro elemento de la relación entre los locales y los osos: los encuentros son comunes, pero no se hacen mucho daño. La mayor parte del tiempo, se tratan con cautela.

Los arviamiut se encuentran con los osos cuando cazan, pescan o estos se acercan a las cabañas de caza, atraídos por el olor de la comida, pero desde hace muchos años que un humano no resulta herido gravemente por el ataque de un oso en Arviat.

Los osos que encontré durante mis visitas son más curiosos que agresivos. Pero mantenerlos vigilados es crítico ya que la curiosidad puede transformarse rápidamente en agresión, y en algunas superficies, un oso polar fácilmente puede hacer volcar a los vehículos todoterreno que los arviamiut usan en el verano y el otoño.

Con ellos, no contra ellos

En la última década, sin embargo, los encuentros han aumentado. Acampar al sur de la ciudad en verano ya no es seguro, y recoger frutos del bosque en otoño -una fuente de subsistencia importante para la comunidad- es una actividad que se hace con miedo.

Cada vez se ven más osos por las calles de Arviat, sobre todo en otoño.

En esa época del año, las radios locales hacen anuncios regulares sobre avistamientos, las escuelas a veces tienen que cerrar más temprano y las calles quedan vacías y solitarias.

¿Por qué está cambiando el comportamiento de los osos?

Algunos inuit creen que la población de osos está creciendo. Muchos científicos, por otro lado, creen que se debe a la pérdida de su hábitat: según esta teoría, es la desesperación provocada por la reducción de la temporada invernal lo que empuja a los osos hambrientos hacia la ciudad.

Sea cual fuere la causa, los arviamiut han tenido que acostumbrarse a compartir su espacio con un creciente número de carnívoros grandes, peligrosos e impredecibles.

Pero a pesar de los problemas que generan, los arviamiut están intentado hallar formas de convivir con ellos más que de enfrentarlos.

Están alterando su forma de vida a medida que va cambiando el comportamiento de los osos. Esto trae esperanzas de que por mucho tiempo, los locales puedan seguir disfrutando del espectáculo de los osos dando panzazos en el agua.

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