Sólo el tiempo persigue con más fiereza a los criminales nazis que la memoria del horror y los tribunales alemanes.

Más de 70 años han pasado ya desde que se liberaron los campos de la muerte del régimen de Adolf Hitler.

Y muchos de los responsables de lo que allí pasó han tenido como mejor abogado defensor la muerte, producida por la vejez que ellos negaron a millones de prisioneros. En su mayoría, judíos.

Por ello, el juicio de este martes a Oskar Groening, conocido como "el contador de Auschwitz", puede que sea uno de los últimos procesos de este tipo.

Antiguo guardia de un campo de exterminio nazi, a sus 93 años de edad está acusado de al menos 300.000 cargos por cómplice de asesinato.

Su perfil es especial. Al contrario que otros muchos, Groening no se niega hablar de nada de lo que allí sucedió.

Groening era, presuntamente, el encargado de contabilizar los billetes confiscados a los prisioneros de Auschwitz.

Los fiscales de Lueneburg, en el norte de Alemania, también alegan que él escondía el equipaje de las víctimas para ocultar a los nuevos la suerte que iban a correr.

Horrores de Auschwitz

Groening, quien comenzó a trabajar en Auschwitz a la edad de 21 años, admite ser testigo del asesinato en masa de los judíos, pero niega que fuese "cómplice" de esa exterminación.

Él ha hablado públicamente sobre su papel en el campo. Este aspecto hace que este caso sea especialmente importante a ojos de observadores como el "cazador" de nazis Efraim Zuroff.

"Es la primera vez en la historia reciente en el que un acusado habla públicamente de los horrores de Auschwitz, algo que casi nunca se ha dado", declaró Zuroff al diario Wall Street Journal el año pasado.

Groening nació en 1921 en la Baja Sajonia germana, y su madre murió cuando tenía cuatro años, informa la revista alemana Der Spiegel.

Su padre, un nacionalista orgulloso, se unió al grupo paramilitar Stahlhelm después de que la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial.

El enojo que sentía por el trato que recibió Alemania en el Tratado de Versalles sólo incrementó cuando su negocio de industria textil fue a la bancarrota en 1929.

El joven Groening se unió también a las juventudes de Stahlhelm en la década de 1930. Y después a las juventudes hitlerianas. Relataría después sobre su participación en la quema de libros escritos por judíos y otras personas consideradas "degeneradas" que fue perpetrada por los nazis.

Necesidad de hablar

El historiador británico Laurence Rees asegura que Groening comenzó a formarse como un empleado de banco a los 17 años, pero después de declararse la guerra él decidió que quería seguir los pasos de sus abuelos y unirse a una unidad de "élite" del ejército alemán.

Él se incorporó a las Waffen SS y llegó a Auschwitz en 1942. Por casi dos años, Groening supuestamente contabilizó el dinero requisado del equipaje de los judíos asesinados y lo enviaba a la sede de las SS en Berlín.

También supervisaba el equipaje de los prisioneros que eran transportados al campamento.

Pero cuando la guerra terminó, tras ser liberado de una prisión británica, no habló de su papel en Auschwitz.

En su lugar, comenzó una vida normal de hombre de clase media en Lueneburg Heath, en la Baja Sajonia, donde trabajó en una fábrica de vidrio hasta la jubilación.

No fue hasta que oyó a aquellos que decían que el Holocausto nunca había sucedido, décadas después, cuando sintió la necesidad de hablar.

"Vi las cámaras de gas. Los crematorios", dijo a la BBC en el documental "Auschwitz: la 'solución final' de los nazis". "Estaba allí cuando las selecciones [para las cámaras de gas] se llevaban a cabo".

También contó que fue testigo de cómo un soldado de la SS mataba a un bebé, y cómo el tratamiento que se daba a los prisioneros le "horrorizó".

Sin embargo, el señaló que en ese momento pensaba que el asesinato de judíos, incluido el de niños, era el modo "correcto” de hacer las cosas".

"Estábamos convencidos de nuestra visión del mundo de que habíamos sido traicionados… y que había una gran conspiración de los judíos contra nosotros".

"Soy inocente"

Sin embargo, Groening mantiene que él no tomó parte directamente en los asesinatos, y describe su papel como "una pequeño diente en el engranaje".

"Si se puede describir esto como culpa, yo soy culpable, pero no voluntariamente. Legalmente hablando, yo soy inocente", le dijo a Der Spiegel en 2005.

En el libro que acompaña al documental de la BBC, el historiador Laurence Rees describe como "extraña" la experiencia de escuchar las palabras de Groening sobre su tiempo en Auschwitz.

Opina que Groening "se escuda" para no asumir una responsabilidad plena, refiriéndose al poder de las creencias familiares y la propaganda, pero lo que no asegura es haber seguido órdenes estrictamente hablando.

"Él se mantuvo trabajando en Auschwitz no solo porque se lo ordenaban, sino porque… pensaba que el programa de exterminio era correcto".

"Es sólo que ese [concepto] de 'correcto' se volvió 'incorrecto' hoy", escribió.

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