El candidato izquierdista Pedro Castillo y la derechista Keiko Fujimori se enfrentaron este sábado en una plaza del norte de Perú en el primer debate de cara al balotaje presidencial del 6 de junio, que amenaza con polarizar el país.

Los candidatos abordaron temas de salud, educación, seguridad, economía y corrupción durante más de una hora en este debate surgido de un reto de Keiko a su rival (al margen de los que organiza el Jurado Nacional Electoral), y que tuvo lugar en la ciudad agrícola de Chota, en la región Cajamarca, donde nació y vive el candidato de izquierda.

"El problema de la pandemia en Perú no es solo un problema sanitario [...], es un problema económico, un problema moral, un problema social, producto de este modelo neoliberal" que defiende Keiko, dijo Castillo en esa ciudad de 47.000 habitantes, situada a 900 km al norte de Lima.

"Construiremos a lo largo y ancho del país hospitales", declaró por su parte Keiko, quien inició su intervención con un saludo a los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía. 

Ambos candidatos prometieron vacunas para el Covid-19 este año y dijeron que habían hablado con el embajador de Rusia con tal propósito. El proceso de inmunización marcha lentamente en Perú y ha estado plagado de controversias.

La plaza fue acordonada horas antes por unos 200 policías, mientras cientos de pobladores se agolpaban en los alrededores para observar el debate que acaparó la atención del país y fue transmitido por canales de televisión.

Al llegar, ambos candidatos se saludaron y se despidieron con un choque de puños y solo se retiraron las mascarillas en sus turnos frente al micrófono.

El analista político Fernando Tuesta criticó que los candidatos organizaran un debate en una plaza "en el peor momento de la segunda ola" de la pandemia de Covid-19, cuando Perú registra casi 1,8 millones de contagios y más de 61.000 muertos.

El país, en recesión a causa de la pandemia y políticamente inestable desde 2016 -con tres presidentes en cinco días en noviembre pasado-, ahora se encamina a un balotaje entre dos postulantes situados en las antípodas y que en conjunto obtuvieron apenas el 32% de los votos en la primera vuelta, el 11 de abril.

Lucha anticorrupción

El maestro de escuela rural y la hija del encarcelado expresidente Alberto Fujimori encabezaron, con el 18,92% y el 13,40% de los votos respectivamente, el escrutinio de la primera vuelta de las elecciones, que contó con un récord de 18 candidatos.

Castillo aventaja a Keiko en todos los sondeos previos al balotaje, con ventaja de entre 20 y 10 puntos porcentuales.

Ambos candidatos ingresaron a la plaza acompañados por seguidores y bajo vigilancia policial. Ella vestía la camiseta blanca con franja roja de la selección peruana de fútbol y él su tradicional sombrero de copa alta típico de Cajamarca.

Castillo prometió que expulsaría del país a todos los extranjeros "que vinieron a delinquir" y propuso la "muerte civil para todos los corruptos y que devuelvan todo lo robado".

"La corrupción es un mal que ha hecho mucho daño a nuestra sociedad", dijo Keiko, quien lanzó dardos al líder del partido Perú Libre de Castillo, Vladimir Cerrón, condenado por corrupción mientras era gobernador de la región andina de Junín.

Coincidencias

Keiko, de 45 años, defiende el libre mercado mientras Castillo, de 51, aboga por un activo papel económico del Estado, incluso con nacionalizaciones.

El próximo presidente debe asumir el poder el 28 de julio en sustitución del mandatario interino Francisco Sagasti y tendrá como reto terminar con la inestabilidad política del último quinquenio.

A pesar de sus diferencias, ambos candidatos coinciden en algunos temas: son antiaborto, defienden la familia tradicional, no dan importancia a los derechos de la comunidad LGTBI y rechazan el enfoque de género en las escuelas.

La hija del expresidente de ancestros japoneses, quien llega a un balotaje por tercera vez, ha dicho que, de convertirse en presidenta, indultará a su padre, quien cumple condena de 25 años por crímenes contra la humanidad y corrupción durante su gobierno (1990-2000). 

Ella misma enfrenta un pedido de la Fiscalía de 30 años de prisión en un próximo juicio por presunto lavado de dinero y otros cargos en el escándalo de la constructora brasileña Odebrecht, que salpicó a cuatro expresidentes peruanos y que la mantuvieron en prisión preventiva por 16 meses, hasta mayo de 2020.

Aparte del polémico legado de su padre, a Keiko se le reprocha haber alimentado la inestabilidad que vive Perú por la férrea oposición de su bancada a los presidentes Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra. El primero se vio forzado a renunciar en 2018 y el segundo fue destituido en 2020.

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