Los doctores le hablaron de su embarazo cuando Karrie-Ann Hoppe estaba a punto de someterse a una anestesia general. Le iban a sacar dos ganglios linfáticos para realizar una biopsia.

"Entonces me dijeron que mi examen de orina había dado positivo y respondí: '¿Positivo para qué?', pensando que tenía otra enfermedad", recuerda Hoppe.

"Y fue así que me enteré que estaba embarazada", cuenta.

El cáncer de mamas es poco frecuente entre mujeres en edad fértil. Por ejemplo, en Reino Unido, donde vive Hoppe, afecta solamente a una entre 3.000mujeres embarazadas.

"Mi cáncer de mamas era de tipo hormonal por lo tanto me había aconsejado que no quedara embarazada, pero resultó que ya lo estaba", explica Hoppe.

Karrie-Ann tiene actualmente 36 años. Ella y su esposo Luke habían intentado tener otro bebé después del nacimiento de su hijo mayor Wyatt, de 3 años. Sin embargo, cuando fue diagnosticada con cáncer tuvieron que poner estos planes en pausa.

Cuando le dieron la noticia, ya Karrie-Ann estaba preparada para la cirugía y se tuvo que enfrentar a una difícil decisión: los doctores le preguntaron si ella quería saber cuáles eran los riesgos de que la operación causara la pérdida de su embarazo.

"Yo dije: 'No'. Nosotros no sabíamos que el bebé existía. Si no sobrevivía, nos iba a doler, pero algo así no estaba en los planes".

En los dos ganglios linfáticos que se extrajeron debajo del brazo de Karrie-Ann había presencia de células cancerígenas.

"La peor parte de toda la experiencia fue cuando me informaron que el cáncer se había extendido", confiesa.

"Pensé que mi esposo podría dejarme porque yo no me sentía como una mujer completa", comenta Karrie Ann.

"Hasta ese momento yo había lidiado con los hechos según iban ocurriendo. Pero mi madrastra había muerto de cáncer de mamas luego de que la enfermedad llegara a sus huesos. Eso era lo que más me asustaba".

Por suerte, el feto había sobrevivido a la operación y a inicios de febrero un ultrasonido reveló que su embarazo era de casi 12 semanas.

En este punto, la pareja comenzó a preocuparse por la posibilidad de que tuvieran que interrumpir ese embarazo.

"Estábamos sorprendidos y emocionados. Mi esposo tuvo cuatro hijas en una relación anterior pero nosotros queríamos otro hijo juntos", relata.

"Creo que si nos hubieran dicho que era necesario interrumpir este embarazo, de todos modos lo hubiéramos aceptado porque lo más importante era que yo estuviera viva para criar a Wyatt".

En realidad, la interrupción del embarazo es poco recomendable en los casos de mujeres diagnosticadas con cáncer de mamas. La mayoría puede recibir tratamiento mientras continúan con su embarazo.

El tratamiento para mujeres embarazadas es bastante parecido al tratamiento que reciben las mujeres que no están embarazadas. Podría haber tan solo un pequeño retraso en el inicio de la quimioterapia para esperar a que hayan terminado el primer trimestre
Martin Ledwick, Cancer Research UK

Los doctores le explicaron a Karrie-Ann que ella necesitaría una mastectomía en lugar de una lupectomía. A las mujeres embarazadas se les aconseja extirpar todo el seno debido a que eso reduce la necesidad de radioterapia, que implica más riesgos para el feto.

"Les dije que ellos podían sacarlo", continúa Karrie-Ann.

"No te quedarías con un auto descompuesto si no lo puedes arreglar, por lo tanto ¿para qué quedarse con un seno en mal estado?"

Wyatt le dice "la carita feliz de mami" a la cicatriz de Karrie-Ann.

En febrero, los doctores extrajeron el seno izquierdo de Karrie-Ann y otros 17 ganglios linfáticos.

"Al principio, le mostré a mi esposo solo la cicatriz. Me tomó dos semanas enseñarle mi pecho completo. Pensé que mi esposo podría dejarme porque yo no me sentía como una mujer completa.

Pero él me dijo que amaba por quien yo era no por lo que era".

De todos los ganglios linfáticos extirpados, solo en uno se encontraron células cancerosas. Nueve días después, los exámenes mostraban que Karrie-Ann ya no tenía cáncer.

"Cuando me dieron los resultados yo estaba muy aliviada y quería celebrar", comenta.

Pero la difícil experiencia de Karrie-Ann no había terminado. Ella tenía que empezar un ciclo de quimioterapia en Marzo.

"Eso me hacía sentir como si me quemaran la nariz, lo cual me hacía llorar. Me sentía mareada y cansada la mayor parte del tiempo, aunque no sabía si era por el embarazo o por el tratamiento.

Además, tenía un niño pequeño que cuidar".

Como resultado de la quimioterapia, Karrie-Ann perdió el pelo y le pidió a su esposo que le comprara una peluca.

"Me afeité la cabeza en la peluquería y volví a casa con la peluca. Mi hijo me dijo: 'Mami, quítate eso'. Le expliqué que no tenía pelo. Él vino inmediatamente y me abrazó con mucho cariño".

"Después de eso decidí no usar ninguna peluca o sombrero. Salía completamente calva y si alguien quería preguntar, eso era su problema".

Karrie-Ann decidió no usar pelucas ni sombreros. Tampoco quiso realizar una reconstrucción de seno.

Finalmente, la familia logró mudarse a un lugar más grande.

"Vivíamos en un apartamento de un cuarto y estábamos realmente apretados", relata Karrie-Ann.

"Estaba preocupada por cómo nos acomodaríamos con dos niños. Entonces el gobierno local nos ofreció una casa de dos cuartos en abril".

No habían acabado de acomodarse en la nueva casa cuando Karrie-Ann comenzó a preocuparse por el bebé y corrió al hospital.

"Llamé a mi mamá con pánico y le dije: 'Kaiden está muerto'. Para entonces sabíamos que íbamos a tener otro varón. No se había movido en toda la noche y yo había hecho todo lo que tenía que hacer. Me había acostado del lado izquierdo y había tratado de estimularlo empujando un poco con mis dedos sobre la piel. Nada funcionó".

"Llegamos al hospital y empezó a moverse. Pero entonces yo empecé a tener contracciones".
Karrie-Ann tenía 27 semanas de embarazo. Le faltaban unas 10 semanas para llegar a término.

Kaiden nació seis semanas antes de que el embarazo llegara a término.

Le pusieron inyecciones con esteroides para acelerar el desarrollo de los pulmones del bebé pero las contracciones se detuvieron durante la noche. Poco después ella dejó de recibir la quimioterapia para permitir que su cuerpo se recuperara en caso de que tuviera un parto natural.

Al final, tuvo una cesárea porque a los doctores les preocupaba que Kaiden no estuviera creciendo como debería ser.

"Ellos decidieron que el parto fuera el primero de julio, a las 33 semanas. No teníamos las toallas o ropas correctas para un bebé prematuro, con lo cual tuvimos que organizarlo todo a última hora", agrega Karrie-Ann.

Kaiden nació pesando menos de dos kilos, la mitad del peso que tendría un bebé a término. Luego pasó 12 días en el hospital alimentándose a través de un tubo.

Karrie-Ann recomenzó la quimioterapia en agosto, después de recuperarse de la cesárea. Esta vez perdió las cejas, las pestañas y el pelo que le había crecido desde mayo. Con un nuevo bebé que cuidar, necesitaba mucho apoyo de su familia.

Kaiden nació el 1ro. de julio y pesó menos de dos kilos.

"Mi esposo es chofer de autobús y solo se puede tomar algunos días libres. Mi madre, mi padrastro y mi madrastra me ayudaron a cuidar a mi hijo mayor, hacer las compras y asegurarse que la casa estuviera limpia. No lo hubiera logrado sin ellos".

Justo después de terminar con la quimioterapia, Karrie-Ann comenzó un ciclo de radioterapia de quince días.

"Mi cicatriz es mi historia"

"Después de mi último día de tratamiento salí de allí saltando de alegría. Mi mamá me dijo que lucía diferente. Eso era porque ya no tendría que seguir sufriendo el estrés del tratamiento".

Aunque a Karrie-Ann le ofrecieron realizar una reconstrucción de seno, ella decidió no hacerlo.

"Mi bebé y yo tenemos una competencia para ver a quién le crece el pelo más rápido", cuenta Karrie-Ann.

"No quería otra cirugía. Había tenido bastante. Decidí que mi cicatriz era mi historia y la prueba de que había sobrevivido. Mi hijo mayor le llama 'la carita feliz de mami'. Salgo mostrando felizmente que tengo un seno e incluso me he puesto un traje de baño".

Karrie-Ann tomará Tamoxifen por los próximos 10 años. Es un tipo de terapia con hormonas que reduce el riesgo de que vuelva el cáncer, aunque tiene varios efectos secundarios desagradables.

"Los sofocos son terribles, especialmente cuando trato de dormir. Me canso con mucha facilidad pero, aparte de esas cosas, estoy mejorando".

Karrie-Ann insiste en que se debería hacer más para que las mujeres jóvenes chequeen sus pechos. Ella solo pensó en hacerlo cuando una amiga fue diagnosticada con la enfermedad.

Karrie-Ann ha decidido no tener más hijos.

Al hacerlo, notó una abolladura en su seno izquierdo, particularmente visible cuando ella levantaba el brazo.

"Al parecer había tenido el tumor ahí por un año antes de que lo encontraran", cuenta.

"Quería compartir mi historia para que otras mujeres supieran que si una está embarazada y tiene cáncer de mamas, tanto una como el bebé pueden estar bien", agrega.

"Es curioso cómo hasta que tuve mi mastectomía, nunca me había sentido cómoda con mi cuerpo. Sin embargo, ahora, cuando mi esposo me dice que soy bella, le creo. Me siento mejor en mi cuerpo después de haber tenido cáncer".

"Quería compartir mi historia para que otras mujeres supieran que si una está embarazada y tiene cáncer de mamas, tanto una como el bebé pueden estar bien".

 

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