Donald Trump se reúne la noche de este miércoles en Hanói con su "amigo" Kim Jong Un, a quien volvió a prometer un futuro brillante si Corea del Norte acepta por fin renunciar a su arsenal nuclear.

La primera cumbre entre el presidente estadounidense y el líder norcoreano, en junio en Singapur, concluyó con una vaga declaración sobre "la desnuclearización de la península norcoreana", pero sin compromisos concretos.

Horas antes de esta nueva cita, seguida con atención en muchas partes del mundo, el presidente estadounidense intentó convencer a Kim Jong Un poniendo como ejemplo a Vietnam, un país comunista que abrazó el capitalismo y dejó atrás la confrontación con Estados Unidos.

"Vietnam progresa como pocos lugares en el mundo. Corea del Norte haría lo mismo --y muy rápidamente-- si decidiera deshacerse de su arsenal nuclear", escribió Trump en Twitter, evocando un futuro "ESTUPENDO" para el hermético régimen, objeto actualmente de numerosas sanciones internacionales.

En su tuit, Trump calificó a Kim de "amigo", muy lejos de los insultos y amenazas que ambos líderes se intercambiaban en el momento de mayor tensión por los programas armamentísticos de Pyongyang.

Trump ha elogiado. por un lado el potencial económico del país, mientras, por otro, se niega a aliviar las sanciones que lo ahogan.

Tras entrevistarse este miércoles con las autoridades vietnamitas, entre ellas el jefe del Partido Comunista, Nguyen Phu Trong, Trump tendrá un cara a cara con Kim Jong Un en el Sofitel Legend Metropole, un lujoso establecimiento en pleno centro de la capital. Después se prevé una cena acompañados de sus consejeros más cercanos.

 ¿Menos expectativas?

Los dos dirigentes, que pasaron en unos meses de los insultos personales y las amenazas apocalípticas a las declaraciones "de amor" de Donald Trump, deben concretar los compromisos asumidos en su primera cumbre, que muchos analistas consideran un teatro.

Desde entonces, Corea del Norte no ha hecho nada para reducir el arsenal del que dispone. Los propios responsables de los servicios de inteligencia de Trump estiman que el dirigente norcoreano está determinado a conservar el arma que considera la clave de la supervivencia de su régimen.

Estados Unidos ha reclamado en numerosas ocasiones a Pyongyang que se deshaga de forma completa, verificable e irreversible de su arsenal nuclear, que le valió una impresionante serie de sanciones de la ONU en los últimos años.

Por su parte, Corea del Norte denuncia lo que ella considera como amenazas estadounidenses: su presencia militar en Corea del Sur y en la región, en general.

Al mismo tiempo, Trump insiste en que no tiene prisa en convencer al Norte de que renuncie a su arsenal nuclear, mientras el país siga sin realizar disparos de misiles.

"No quiero apurar a nadie", dijo antes de partir rumbo a Vietnam, en lo que parece un intento de rebajar las expectativas sobre el encuentro en Vietnam.

Con la vista en Washington 

Sus adversarios temen que Trump esté dispuesto a realizar demasiadas concesiones, incluso a costa de los aliados surcoreano y japonés, para reclamar una victoria y desviar la atención de lo que ocurre en Washington, donde su exabogado personal Michael Cohen declara ante una comisión del Senado.

En cualquier caso, los analistas consideran necesario que haya avances.

"La ventana para los avances diplomáticos con Corea del Norte no permanecerá abierta indefinidamente", advirtió Kelsey Davenport, de la Arms Control Association. "Más allá del decoro, la segunda cumbre debe centrarse en el fondo" de la cuestión.

Según Kim Yong-hyun, de la Universidad de Dongguk, el mejor escenario sería que los dos dirigentes acuerden una hoja de ruta.

Washington podría prometer garantías de seguridad en forma de una declaración sobre el fin de la Guerra de Corea (1950-1953), que terminó con un armisticio, pero sin tratado de paz; o la apertura de oficinas de representación.

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