El injerto de neuronas cultivadas a partir de células propias de los monos en sus cerebros alivió el movimiento y los síntomas de la depresión asociados al mal de Parkinson, señala una investigación publicada este lunes en "Nature Medicine".

El estudio, a cargo de la Universidad Wisconsin-Madison, describe el éxito del injerto de neuronas hechas de células madre pluripotentes de los propios cuerpos de los monos.

Este procedimiento evitó complicaciones con el sistema inmunitario de los primates y supone un avance hacia un tratamiento para millones de personas que padecen Parkinson.

"Este resultado en primates es extremadamente poderoso, sobre todo para traducir nuestros descubrimientos al (aspecto) clínico", señaló Su-Chun Zhang, neurocientífico de la citada universidad, cuyo laboratorio del Centro Waisman cultivó las células cerebrales.

La enfermedad de Parkinson daña las neuronas en el cerebro que producen dopamina, una sustancia química cerebral que transmite señales entre las células nerviosas.

Las señales interrumpidas hacen que sea progresivamente más difícil coordinar los músculos y hay rigidez, lentitud y temblores, síntomas distintivos de la enfermedad.

Los pacientes - especialmente aquellos en etapas tempranas del Parkinson - se tratan típicamente con medicamentos para aumentar la producción de dopamina.

"Esos medicamentos funcionan bien para muchos pacientes, pero el efecto no dura", dijo Marina Emborg, investigadora en el Centro Nacional de Investigación de Primates de Wisconsin de UW-Madison.

"Con el tiempo, a medida que la enfermedad progresa, sus síntomas motores empeoran", añadió.

Guiados por resonancia magnética, los investigadores inyectaron millones de neuronas productoras de dopamina en el cerebro de cada mono en un área llamada estriado, que se agota de dopamina debido a los efectos devastadores del Parkinson en las neuronas.

La mitad de los monos recibieron un injerto hecho de sus propias células madre pluripotentes y la otra mitad recibió células de otros monos, según el estudio.

En seis meses, los monos que recibieron injertos de sus propias células estaban haciendo mejoras significativas y, en el plazo de un año, sus niveles de dopamina se habían duplicado y triplicado.

Los animales empezaron a moverse más y, cuando antes necesitaban agarrar la jaula para ponerse de pie, empezaron a moverse mucho mejor y tomaron alimentos con facilidad, según los investigadores.

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