AFP

Cerca de 24,5 millones de iraquíes están llamados a las urnas este sábado para elegir un nuevo Parlamento, que tendrá que supervisar la reconstrucción del país tras tres años de guerra contra los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

El pasado febrero, Bagdad obtuvo 30.000 millones de dólares en compromisos de sus aliados para rehabilitar sus deficientes estructuras, pero el dinero podría acabar esfumándose a causa del alto nivel de corrupción que corroe al país. 

Por otro lado, la votación tendrá lugar en un contexto de tensiones regionales, al ser Irak el punto de encuentro de dos enemigos, Irán, que tiene una fuerte influencia en los partidos chiitas que dominan la vida política iraquí, y Estados Unidos, que jugaron un papel militar crucial en la victoria contra el grupo EI, proclamada en diciembre. 

Los 8.959 colegios electorales abrían a las 07.00  y debían cerrar a las 18.00, indicó Ryad Al Badran, director administrativo de la comisión electoral. 

Se presentaron 87 listas en las 18 provincias del país. Los 329 escaños de los diputados se atribuirán en proporción al número de votos y los candidatos elegidos, en función de su posición en las listas. 

Se activó un dispositivo de casi 900.000 policías y militares, indicó a la AFP un alto responsable de seguridad. Las fronteras y el espacio aéreo permanecerán cerrados el día de la votación. 

Es la primera vez que los chiitas no se presentan en una lista común, a causa de la lucha por el poder entre los hombres fuertes de esta comunidad, mayoritaria en Irak. 

- Chiitas divididos pero sin rivales -

Se espera que los primeros resultados lleguen el martes, como muy pronto.

La fragmentación de los chiitas no debería alterar el equilibrio de fuerzas intercomunitarias en un sistema político pensado para que ninguna formación tenga una posición dominante y así evitar la vuelta a la dictadura. 

Al menos cinco listas chiitas estarán en liza: las del primer ministro saliente Haider Al Abadi, la de su predecesor Nuri Al Maliki, que no digirió su derrota de 2014 y la de Hadi Al Amiri, donde se incluyen los veteranos de las Fuerzas de Movilización Popular, claves en la lucha contra el EI. 

También figuran listas de representantes de dos estirpes de altos dignatarios religiosos: Ammar Al Hakim, al frente de Hikma, y el líder populista Moqtada Sadr, que cerró una alianza inédita con los comunistas.

Otra novedad: los kurdos podrían perder al menos una decena de los 62 escaños que poseían en la anterior legislatura, y perder además la llave de gobierno. 

Tras el referéndum de independencia organizado en septiembre en el Kurdistán iraquí, las tropas gubernamentales retomaron la provincia petrolera de Kirkuk y los territorios que los combatientes kurdos controlaban de facto fuera de los límites oficiales de su región autónoma. 

Por último, la minoría sunita, que dominó el país hasta la caída de Sadam Husein hace 15 años, debería seguir ocupando una posición marginal.

Al contrario que en los tres comicios precedentes organizados desde la invasión perpetrada por Estados Unidos en 2003, esta campaña electoral no se vio empañada por la violencia, pese a las amenazas de los yihadistas, muy debilitados. 

La seguridad parece haber mejorado desde la derrota del grupo EI, a tenor de los datos de la organización Iraq Body Count, según la cual el número de víctimas civiles de la violencia política y confesional fue de 1.589 durante los cuatro primeros meses de 2018, un 73% menos que el año pasado en el mismo periodo. 

Otro signo positivo: las exportaciones de petróleo, única fuente de divisas del país, crecieron y pasaron de 18.850 a 25.500 millones de dólares en el mismo periodo. 

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