Durante dos años fue la voz de Donald Trump ante la ONU, pero ahora Nikki Haley es el último obstáculo entre el expresidente y la nominación republicana para las presidenciales.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, decidió apoyar a Donald Trump, quien arrasó en las primeras primarias republicanas de Iowa el 15 de enero, así que solo queda ella para desafiarlo. 

Esta exgobernadora de Carolina del Sur, única mujer en liza entre los republicanos y la nueva niña mimada de la derecha estadounidense, encarna los valores conservadores clásicos contra una deuda e impuestos elevados y un sistema migratorio que considera laxo. 

Ella es partidaria de aumentar la edad de la jubilación para aquellos que recién llegan al mercado laboral con el fin de salvar de la quiebra a los sistemas de seguridad social y de seguro médico.

Donald Trump la llama "globalista". "Ella ama al mundo, yo amo a Estados Unidos primero", dijo durante un mitin en Iowa. 

La acusa de querer "aumentar los impuestos, desangrar la Seguridad Social" o incluso "abrir las fronteras". 

En realidad sus programas apenas difieren, salvo en el caso de Ucrania, a la que Nikki Haley quiere seguir apoyando masivamente contra la invasión rusa, mientras que Donald Trump presume de poder actuar de mediador entre Kiev y Moscú.

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