AFP

El papa urgió este sábado a la multitud de jóvenes congregados en el Campo de la Misericordia a las afueras de Cracovia a "no ser suplentes" en la vida y a no "vegetar" cómodamente en el "sofá", en un llamado a los católicos a construir un mundo más justo.

En un discurso que contiene muchas claves de su mensaje como jefe de la iglesia católica, directo y en ocasiones también chistoso, el papa argentino quiso sacudir las conciencias de más de un millón de jóvenes de todos los continentes y convertir el "Woodstock católico" en un momento de reflexión para sacudir conciencias.

Queridos jóvenes: no vinimos a este mundo a vegetar, a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a dejar una huella
Papa Francisco

"Queridos jóvenes: no vinimos a este mundo a vegetar, a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a dejar una huella", dijo, suscitando aplausos.

"El tiempo que estamos viviendo hoy no necesita jóvenes-sofá sino jóvenes con zapatos; mejor aún, con los botines puestos. Solo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes", explicó.

Las palabras del papa, que condenó a los que pasan horas frente a la computadora y a los llamados "teleadictos", "embobados" en lo que llamó el "sofá-felicidad", son un llamado a encarar la realidad.

Un mensaje que los jóvenes de muchos países, con su morral y chubasquero, se habían preparado para recibir durante casi una semana de reuniones, charlas y debates.

"Nos llama a dar el ejemplo", consideró el francés Stanislas De Chevigne, de 24 años, resumiendo el mensaje papal.

Tras ser recibido al ritmo de música pop en la inmensa explanada preparada para la ocasión, con un palco tan grande como una cancha y una coreografía espectacular con varias orquestas y espacio para los coros, Francisco asistió a varias danzas y originales representaciones.

Guerras externas e internas

En una de esas actuaciones, las personas se veían encerradas en cabinas transparentes, sumergidas en su móvil, con los auriculares puestos, encerradas en su propio mundo, en su "sofá-felicidad", como lo llamó Francisco.

En las pantallas, aparecían las imágenes del atentado al papa Juan Pablo II en 1981, y su posterior visita a la cárcel para ver al hombre que atentó contra su vida, simbolizando la necesidad de perdón.

La muchedumbre de jóvenes que observaba el espectáculo, portando banderas de todo el mundo que formaban una suerte de mosaico, acampará esta noche en la naturaleza para compartir y meditar bajo las estrellas sobre fraternidad y fe.

Cientos de adolescentes, boys scouts, monjas, párrocos, familias con niños, cargados con sacos de dormir, sombrillas y sombreros de sol, caminaron a pie casi 12 kilómetros hasta el campo para escuchar los consejos del pontífice, su invitación a "involucrase" en la realidad, participando del "dolor" de las "guerras", tanto externas como internas.

"Nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad", dijo el papa tras escuchar el testimonio de Rand, un sirio de Alepo que suscitó grandes aplausos.

"Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, la violencia con más violencia, el terror con más terror", advirtió.

Al final, Francisco, que fue aplaudido en numerosas ocasiones, invitó a formar una cadena humana estrechando las manos como un mensaje a favor de la "multiculturalidad", que "no es una amenaza sino una oportunidad", dijo.

"Venir a la Jornada Mundial de la Juventud se convirtió para mí como en un vicio", reconoció el colombiano Alejandro Girón, de 23 años, quien estuvo en Rio de Janeiro y en Madrid.

"Francisco vino hasta aquí para decirnos que salgamos a revolver el mundo, a hacer lío, como dijo en Brasil. Eso es importante", confiesa entusiasmado.

Francisco celebrará el domingo la misa de clausura de la JMJ, al término de la cual anunciará la sede de la próxima edición dentro de tres años, probablemente en Panamá.

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