Las cosas han cambiado mucho en Reino Unido desde fines del siglo XIX, cuando la mayoría de la población no tenía permitido votar para elegir a sus gobernantes.

Entonces sólo los hombres dueños de una propiedad (menos de 3% de los ciudadanos) podían emitir su voto.

Tuvieron que pasar varias décadas y tres Actas de Reforma (leyes) para que en 1928 todos los hombres y mujeres mayores de 21 años pudieran votar en este país.

Pero hoy sigue habiendo excepciones: no se permite votar a los presidiarios, ni a quien ha sido declarado culpable de corrupción en los pasados cinco años, ni a quienes tengan "alguna discapacidad mental que les impida hacer un juicio razonado".

Tampoco los miembros de la Cámara de los Lores tienen derecho a votar en las elecciones parlamentarias.

Y hay otro grupo de ciudadanos británicos que no irá a las urnas el próximo 7 de mayo: la familia real.

Aunque la reina Isabel II tiene el derecho legal de voto en una elección, se considera "altamente inconstitucional" que la monarca exprese ese derecho.

Y es que la Corona –la monarquía- es parte integral, junto con las Cámaras de los Comunes y de los Lores, de la máxima autoridad legislativa en este país: el Parlamento.

Por eso la reina juega un papel constitucional en la apertura y disolución del parlamento y en la aprobación de los proyectos de ley para que puedan convertirse en leyes.

Poder real

Aunque la Corona es la parte más antigua del sistema de gobierno británico, el poder de los reyes ha quedado muy reducido a través de los siglos.

Atrás quedó la era de los monarcas británicos como gobernantes absolutos. Pero la evolución no fue fácil.

Se necesitó una serie de revoluciones sangrientas, golpes de Estado y maniobras constitucionales que gradualmente cambiaron la base del poder hacia la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores.

Hoy, aunque el título de la reina Isabel es Jefa de Estado, no tiene poderes de decisión reales en el manejo o las estrategias de gobierno en este país.

Tal como lo establecen las Actas del Parlamento "la reina es imparcial y nunca lleva a cabo algún comentario público sobre política pero puede alentar y advertir al Primer Ministro, con quien se reúne una vez a la semana".

Pero la reina no es simplemente una observadora.

A pesar de que sus poderes no son ejecutivos, tiene una enorme influencia en el pueblo británico, como dice el historiador Frank Prochaska, autor de varios libros sobre la monarquía británica.

"No sabemos precisamente cuándo la monarquía británica intercambió el poder duro por la influencia. Pero esto es lo que ocurrió" explica en su libro "Royal Bounty: The Making of a Welfare Monarchy".

"Durante fines del siglo XIX y principios del XX, la monarquía gradualmente perdió poder ejecutivo y el Reino unido se convirtió en una república coronada".

"Pero la reina ha establecido una enorme red de miles de organizaciones de caridad... y es a través de estas organizaciones que mantiene una extraordinaria influencia y que ha adquirido un enorme poder".

"Estas organizaciones se han convertido en un amortiguador entre el Estado y la sociedad, y la reina está en el timón de muchas de ellas" afirma el historiador.

Y su influencia también está asentada en su larga pemanencia.

Isabel II ha reinado durante 63 años: ha visto la llegada y salida de 12 primeros ministros, desde Winston Churchill hasta David Cameron.

De manera que ningún político, de izquierda o derecha, se atrevería a ignorarla. Por eso es necesaria la pompa y la circunstancia en estas elecciones.

Pompa y ceremionias

El papel que desempeña la familia real en el Parlamento también ha cambiado con los años.

En 2011 se proclamó el Acta Parlamentaria de Período Fijo y con ella cambió el rol de la reina Isabel en las elecciones.

Hace cuatro años el primer ministro debía solicitarle a la reina que disolviera el parlamento para convocar a elecciones.

Hoy esa formalidad ya no es necesaria: por ley el parlamento quedó disuelto el 30 de marzo.

Este año, sin embargo, el primer ministro David Cameron decidió de cualquier forma realizar la visita al Palacio de Buckingham para que la reina oficializara la disolución.

Y es que a los británicos –a muchos de ellos- les encanta la pompa y no les es fácil abandonar sus tradiciones. Y los políticos, sin duda, lo saben.

Así, el Parlamento quedó disuelto, los parlamentarios se quedaron oficialmente sin empleo y ahora deberán presentarse, como ciudadanos comunes y corrientes, para ser elegidos nuevamente o no el próximo 7 de mayo.

Nuevo gobierno

Una vez que los votos hayan sido escrutados y se conozca quién ha obtenido la mayoría de escaños en la Cámara de los Comunes, la reina volverá al escenario: citará al Palacio de Buckingham al líder del partido ganador y formalmente le pedirá que forme el próximo gobierno.

En el probable caso de que la votación resulte en un parlamento sin mayoría –como ocurrió hace cuatro años- serán los partidos los que decidan primero quién puede atraer mayor apoyo en la Cámara de los Comunes.

La reina entonces apoyará esa decision, invitará al líder de esa mayoría a convertirse en Primer Minsitro y a formar un nuevo gobierno.

Una vez que haya sido nombrado el Primer Ministro, el hecho quedará registrado en una "Circular de la Corte" que dirá textualmente: "El Primer Ministro ha besado la mano al nombramiento".

Esto, por supuesto, no es literal. "Besar la mano" (Kiss hands) es el término constitucional utilizado en el Reino Unido para referirse a la instalación formal de un ministro nombrado por la Corona.

El próximo 7 de mayo sabremos quién habrá besado la mano.

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