DW habló con Andreas Müller-Cyran sobre cómo afectan los atentados de Bruselas a los supervivientes y a sus allegados. Müller-Cyran ofrece asesoría psicológica en situaciones de emergencia. En 1994, fundó en Múnich el primer equipo de intervención en momentos de crisis, llamado KIT München. “Cuando la muerte llega de repente” es el título del libro que escribió sobre las experiencias acumuladas en su trabajo. Su labor le valió ser condecorado en 2013 con la Orden del Mérito en Alemania.

Deutsche Welle: Señor Müller-Cyran, usted es asesor psicológico en casos de emergencia desde hace 22 años y prestó apoyo a los supervivientes y a los allegados de las víctimas de los ataques terroristas de París en noviembre de 2015. ¿Qué es lo primero que necesitan?

Andreas Müller-Cyran: En primer lugar, es importante que se puedan sentir seguros, asumir que la situación amenazante que se ha vivido –sean disparos o explosiones– ya concluyó. Por ejemplo, tras los atentados de París, tuve un encuentro en un parque con uno de los supervivientes, porque me dijo que no quería reunirse conmigo en un café.

¿Qué es lo que usted hace como asesor psicológico en los días posteriores a los ataques?

Es importante que las víctimas integren lo vivido a su propia historia personal. Para ello deben sentir que se encuentran en un entorno seguro. Los asesores psicológicos nos ofrecemos como interlocutores que no tienen objetivos relacionados con la investigación, como la policía. Los afectados pueden contarnos historias brutales, que quizá, por consideración, no deseen transmitir a sus familias.

Los videos e imágenes que los medios transmiten tras ataques como los de París y Bruselas son de por sí estremecedores, pero probablemente transmiten sólo una pequeña parte de lo que el afectado vivió. ¿Qué produce en los supervivientes un hecho tan brutal e inesperado?

Cuando pregunta usted qué es lo que produce en la persona, suena como si se tratara de un proceso pasivo, pero, sobre todo en el primer momento, se trata de una experiencia muy activa. Las personas activan en casos de situaciones extremas recursos psíquicos que los ayudan a sobrevivir, que los capacitan para tomar decisiones y escapar. A menudo, el pánico no está presente en la situación concreta, que se vive de forma muy presente. Después, al concluir el peligro exterior, al revivir lo ocurrido, es cuando se muestra sorpresa. Es muy importante decir entonces a la persona afectada que no debe preocuparse si tiene pesadillas por la noche, si siente temor o sufre sobreexcitación. Entonces les decimos que no están locos, sino que experimentan una reacción normal ante un acontecimiento poco habitual, como un atentado terrorista. Las reacciones que eso provoca son comprensibles.

Primero París, ahora Bruselas. Crece el miedo en Europa a ser víctima de un ataque terrorista, incluso entre la gente que no se ha visto directamente afectada por los recientes atentados. ¿Cómo se gestiona ese miedo?

Básicamente, no existe la seguridad total. Y la mayoría de la gente muere de forma repentina, por ejemplo de un infarto, no de un ataque terrorista. Como sociedad, convivimos con el hecho de que cada día mueren en accidentes de tráfico entre diez y doce personas. No quiero banalizar lo ocurrido en París y Bruselas, sino decir que la vida del ser humano es insegura. Por otro lado, el objetivo del terrorismo es sembrar el miedo, desestabilizar a la sociedad y que la gente sienta que no está segura en ninguna parte. Si ese es nuestro sentir, el terrorismo habrá conseguido su propósito. Por eso es importante rebelarnos y que no dejemos en nosotros un lugar para el miedo.

¿Qué efecto tiene en los supervivientes y en su proceso de curación la exhaustiva información que suelen ofrecer los medios tras un ataque terrorista?

A los supervivientes suele interesarles tener una idea completa de lo ocurrido, conocer su trasfondo y sus implicaciones. Y no son pasivos respecto a los medios de comunicación: pueden apagar y encender el televisor o elegir qué canal quieren ver. Los asesores psicológicos animamos a las víctimas a que se miren de forma activa, a que distingan qué es lo que les hace bien y qué les hace mal. Eso estimula la capacidad de asumir lo ocurrido. Además, solemos poner el ejemplo de un remero con dos remos. Con un remo es bueno pensar en lo ocurrido, pero con el otro es importante poner una distancia, distraerse, hacer cosas agradables. Cuando se es capaz de remar con ambos equilibradamente, es cuando se supera el conflicto. Tan malo es regodearse en lo sucedido, pensando constantemente en ello y leyendo en Internet, como intentar sólo distraerse, olvidar, porque olvidar del todo es imposible.

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