AFP

Permiten controlar la expansión de agentes patógenos pero su uso intensivo podría generar el nacimiento de 'superbacterias' capaces de desatar infecciones incurables. Es el cara y cruz del uso de antibióticos en la próspera industria salmonera chilena.

Hacinados en aguas del sur del país, donde fueron introducidos artificialmente hace décadas, los salmones chilenos logran sobrevivir con el uso de antibióticos contra la bacteria 'Piscirickettsia salmonis', dando vida a la segunda producción a nivel global, sólo detrás de Noruega.

"Utilizamos en Chile 500 veces más antibióticos que en Noruega. Y esto es básicamente porque en Noruega han sabido controlar sus enfermedades", dijo a la AFP Liesbeth van der Meer, directora interina de la organización ecologista Oceana-Chile.

Hace un mes, a petición de Oceana, la justicia chilena ordenó hacer públicos la cantidad y el tipo de antibióticos utilizados por la salmonicultura en el último año, en el primer paso para transparentar un hermético manejo de la industria.

"Hay centros, hay empresas que no están controlando las enfermedades (...) y es porque hay un aumento de las densidades que no es controlado", advirtió.

En la última década, 2010 fue el año con menor uso de medicación con 143,2 toneladas de antimicrobianos para tratar a una cosecha anual de 466.857 toneladas (0,031%).

Mientras que en 2015 se utilizaron 557,2 toneladas de medicación en una producción de 846.163 toneladas (0,066%), según el informe difundido por el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura.

Una cantidad que sería la necesaria para poder controlar las patologías, según se defiende la industria.

"El antibiótico que usan tiene que ser recetado por un veterinario y no se puede dar de manera preventiva, solamente cuando aparece la enfermedad", dijo a la AFP Felipe Sandoval, presidente de Salmón Chile, que representa a la mayoría de los productores chilenos.

"El avance tecnológico nos va a ayudar a minimizar el uso de químicos en otros lugares o antibióticos en Chile, es cuestión de tiempo", consideró Sandoval.

Pescado libre de antibióticos 

Pero el salmón se procesa y se vende sin rastro de medicación para el consumo humano.

"El salmón no sale con antibióticos", confirmó la directora de Oceana, que advirtió no obstante que el verdadero peligro está en la generación de bacterias resistentes en el medioambiente, que podría generar patologías incurables.

En plantaciones intensivas como las del salmón, el residuo del antibiótico utilizado cae al medioambiente y en el largo plazo la comunidad bacteriana circundante queda expuesta, explicó el epidemiólogo Fernando Mardones.

De esta forma, la bacterias "pueden hacerse resistentes a determinados antibióticos tras un tiempo, hasta que aparece una bacteria resistente a todo que puede afectar a los mismos peces y hasta llegar al ser humano", precisó el investigador de la Universidad Andrés Bello, a la AFP.

Hasta ahora, no hay documentados casos de resistencia bacteriana en la acuicultura pero éstas ya son una realidad en otras industrias transformándose en una de las mayores amenazas a la salud pública. 

En contraposición, la industria debería "ver qué está fallando en la producción y cuáles son las medidas alternativas para disminuir el uso de antibióticos", que entre otras, podría ser el aumento de antioxidantes en la dieta de los peces.

Acuicultura sostenible

Implantada en Chile -donde no existe el salmón silvestre- la acuicultura se encumbró como una industria generadora de trabajo en el sur del país, con exportaciones que alcanzaron los 3.526 millones de dólares el año pasado, teniendo como principales destinos los exigentes mercados de Estados Unidos y Japón.

El camino hasta acá no ha sido fácil para la salmoneras chilenas, que producen salmón Atlántico, salmón Coho y trucha arcoíris y han tenido que superar varias crisis sanitarias.

En 2007, irrumpió en las plantaciones la Anemia Infecciosa del Salmón (ISA), un virus que no afecta al hombre pero provoca gran mortandad en los peces, mientras que principios de 2016, la industria debió hacer frente a una floración de algas nocivas (Bloom) que provocó la muerte por asfixia del equivalente a unas 100.000 toneladas en caso de haber llegado al mercado, el 12% de la producción anual.

Las especies muertas fueron vertidas a mar abierto, una decisión que contaminó las aguas, según plantean pescadores chilenos de la zona, y que para organizaciones como Oceana, demuestra que los niveles de producción acuícola en esa zona no son sustentables.

La industria por su parte propone controlar la cantidad de empresas que operan para de esta forma lograr que las plantas salmoneras estén más espaciadas entre sí y evitar contagios.

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