Recientemente se conoció que las palomas de Santiago presentan altos niveles de plomo y otros tóxicos en sus plumas, lo que implica un riesgo no menor para la salud de la población.
El estudio es de la Universidad de Chile y fue encabezado por los investigadores Fallon Nacaratte e Isaac Peña, en conjunto con Renata Novoa, Verónica Palma, Pablo Sabar y Sylvia Copaja.
La investigación analizó las plumas de las palomas en Chile, México, Brasil, Irán, Francia y Corea del Sur.
Eso, con el fin de entender cómo se acumula el plomo en entornos urbanos y cuál es el impacto que tienen en las aves que rondan alrededor de las personas.
“Nos sorprendió que no siempre las ciudades más urbanizadas tenían más plomo. En zonas con mayor impermeabilización del suelo y más lluvias, el agua actúa como un mecanismo de limpieza, arrastrando el metal de las superficies”, explicó Peña.
Sin embargo, advierte que la “limpieza” no elimina el problema, sino que desplaza los contaminantes hacia otros ecosistemas.
El simple detalle que advierte qué palomas tienen más niveles de plomo que el resto
Según explican en el estudio, se observó que las palomas de plumaje más oscuro acumulan mayores concentraciones de plomo, cobre y zinc que las blancas.
Para eso existe una explicación: la presencia de melanina, un pigmento que se une a los metales pesados.
Según el estudio, sólo el 2% de las palomas en Santiago son blancas, un porcentaje que ha ido disminuyendo con el paso del tiempo.
Según la investigación, la reducción de la cantidad de estas aves podría deberse a que las palomas blancas no toleran la contaminación ambiental de la misma forma que las negras o más melánicas.
Así, las zonas que poseen mayor urbanización, como el centro de Santiago, presentan palomas más oscuras y mayor concentración de genes relacionados con la coloración.
“Todos los colores que observamos en las ciudades podrían ser el resultado de múltiples mutaciones en los genes responsables de la pigmentación de las plumas”, señaló Peña.
Vale recordar que el plomo es uno de los diez químicos más peligrosos según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Así, aún en bajas concentraciones puede provocar daños neurológicos y cognitivos.