Felipe Espinoza vive en Puente Alto y estudia cine en la sede de Huechuraba de la Universidad Mayor. "Tomo la 226 para llegar a Sótero del Río, subo a Tobalaba, combino para llegar a escuela militar y después tomo el bus de acercamiento. De vuelta es lo mismo", explica Felipe. 

Este recorrido le puede llegar a tomar hasta dos horas, si tiene suerte puede reducir este tiempo a una hora y media. Tomando en cuenta esto, descontando los fines de semanas y los feriados y pensando en tres meses de vacaciones, Felipe puede llegar a pasar un mes (30,3 días) al año viajando de su casa a la universidad y viceversa. 

Felipe dice que si sus viajes fueran más cortos estaría "con menos peso, incluso estaría más motivado estudiando". "El viaje también delimita mi desarrollo como estudiante. Si estuviese más cerca o incluso en el centro de Santiago le sacaría más provecho a todo", relata. "Pero ahora como son tres años haciendo el mismo viaje es una mezcla de resignación y agotamiento".

"Cuando uno le pregunta a la gente cuál es el momento donde lo pasa más mal durante el día, una de las respuesta más frecuente es que es durante el trayecto", afirma Danilo Sanhueza, investigador del Laboratorio Transdisciplinar en Prácticas Sociales y Subjetividad (LaPSoS) de la Universidad de Chile.

"Eso lo que nos indica es que es un tiempo donde la gente lo pasa muy mal, que es estresante, donde cualquier acción de otra persona que se sienta como algo invasivo o agresivo es algo que inmediatamente genera mucha rabia", agrega. 

Según el último estudio de Satisfacción de Operadores realizado por el Directorio de Transporte Público Metropolitano (DTP), el 36,2% de las personas dice demorarse más de una hora en llegar a su destino, es decir, pasan más de 20 días al año en el metro o en una micro (descontando fines de semanas y feriados). Luego lo sigue un 24,4% que afirma que su viaje dura entre 30 y 44 minutos. 

A pesar que desde enero hasta noviembre del 2015 la cantidad de personas que tienen un trayecto mayor a una hora disminuyó de un 39% a un 27,2%, en noviembre del 2016 subió 10 puntos respecto al año anterior, para luego en el 2017 registrar un 36,2%

El DTP atribuye a esta alza al "crecimiento del parque automotor, que influye en una mayor congestión. Esto impacta directamente en el desplazamiento de los buses por la ciudad". 

Mucha gente y poco tiempo

Andrea Carrasco vive en Macul y trabajaba en un Lápiz López en San Damián, Las Condes. A finales de marzo decidió renunciar debido al cansancio que le generaban los viajes. "Sentía que perdía el tiempo y afectaba mucho mi estado anímico porque no podía hacer nada", cuenta Andrea. 

De su casa tomaba la micro D10 que la dejaba en Metro Quilín, luego combina en Tobalaba para bajarse en Escuela Militar y tomar la 405 o la 406 para llegar a su lugar de trabajo. Este recorrido le tomaba una hora y media de viaje

Cuando iba a trabajar en los días de semana tenía que dejar pasar varios trenes en la estación Quilín para poder subirse a uno, ya que la cantidad de personas que estaba esperando en la estación no cabía en los vagones que ya venían con una gran cantidad de gente. 

Lo mismo ocurría cuando esperaba la micro en Escuela Militar. "Lo común era dejar pasar una micro y de repente dos. Pero igual pasan más seguido si que no tenía que dejar pasar tantas", explica. 

Según explica Sanhueza, junto con el tiempo de viaje, la densidad de gente es otro de los factores que ayudan al estrés. "A veces las personas deben esperar cinco, seis trenes para recién subirse. Y esa sensación de ir súper apretados, de que no hay una distancia respecto al cuerpo del otro, es algo que irrita mucho", explica.

Sin embargo, según el estudio de Satisfacción de Operadores, los tiempos de espera en los paraderos han bajado casi un minuto desde el 2014 hasta el 2017. El cambio más significativo se encuentra en el porcentaje de personas que espera más de 21 minutos a que llegue la micro, bajando de un 12% a un 7,7%

"Hoy los usuarios han indicado una baja de los tiempos de espera, lo cual ha sido incluso más valorado que el desplazamiento y sus tiempos, propiamente tal", afirman desde el DTP.

Si hacemos el mismo cálculo que aplicamos con Felipe, pero en vez de tres meses de vacaciones solo contamos dos semanas, Andrea también podría haber llegado a pasar un mes (31 días) al año viajando.

Andrea afirma que si su trayecto hubiese sido más corto "habría dormido más y habría tenido más tiempo para hacer otras cosas en el día que no girarán en torno al trabajo". "No podía dormir mis 8 horas, no podía salir a trotar, no podía ver a mis amigos, a mi familia y mi pololo; no podía ver series. Si el trabajo me hubiese quedado a 30 minutos, tendría más tiempo para hacer las cosas que me hacen sentir completa como persona" explica. 

Al respecto, el académico de la Universidad de Chile señala que el tiempo de viaje "es un momento que en general se percibe como la causa de que las personas no tengan mucho tiempo durante su rutina diaria para dedicarse a lo que desean". "Resta mucho tiempo disponible de las personas para poder descansar, relajarse, estar con la familia, conversar. Es un factor que empobrece mucho la vida familiar y el tiempo de ocio que tienen las personas", agrega.

Medidas del DTP

Según el Estudio de Satisfacción de Operadores el promedio de viaje de los santiaguinos en el 2017 fue de 47,3 minutos, esto quiere decir que las personas pasarían en promedio casi 17 días al año en el transporte público. 

Desde el DTP explicaron que para enfrentar esta situación el Ministerio de Transporte "ha establecido una mesa de velocidades, que apunta a ejecutar acciones técnicas para ir mejorando los desplazamientos de buses, como cambios en la sincronización de semáforos",

"Otras medidas en operación son las vías exclusivas para buses, que permiten mejorar hasta en 30% los desplazamientos. En Vicuña Mackenna, por ejemplo, el corredor ha permitido reducir en 20% los tiempos de viaje para los servicios que recorren la avenida", agregó el DTP. 

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