Brasil es el mayor productor de naranjas y jugo de naranja del mundo. El país, sin embargo, se está viendo obligado a reducir su dependencia en el sector, que sufre pérdidas por culpa del cambio en los hábitos alimenticios, sobre todo de los europeos.


Marco Antonio do Santos no nació bajo un naranjo. A pesar de que, según él, fue el único momento en el que su vida no estuvo relacionada con este frutal, dice riendo.

Este agricultor de 54 años procede de Taquaritinga, una ciudad del estado de Sao Paulo.

Al igual que varias generaciones de su familia, ha dedicado toda su vida a la producción de este cítrico.

El negocio, al parecer, era muy rentable.

1 de cada 3 naranjas que se consume hoy en día en el mundo procede de una región relativamente pequeña que abarca parte de los estados brasileños de Sao Paulo y Minas Gerais.

Por no hablar de que la mitad del jugo de naranja que se bebe en el planeta se produce en el país.

Aunque el dominio incuestionable de Brasil en el sector de las naranjas debería garantizar el futuro de productores como Marco Antonio do Santos, unas cifras publicadas recientemente han hecho saltar las alarmas.

Hace tres años Brasil puso en el mercado 400 millones de cajas de naranjas. En la última cosecha de 2016-2017, sin embargo, la producción cayó hasta los 242 millones de cajas.

"En 2002, había 20.000 productores de naranjas en la región. Hoy en día somos menos de 6.000", dice Santos.

La alarma social creada ante el exceso de azúcar que contienen los jugos procesados ha provocado que, sobre todo en Europa, el zumo de naranja haya dejado de ser la bebida dominante en los desayunos.

Medio siglo de dominio

La industria brasileña comenzó a exportar naranjas en la década de 1960.

Aunque en aquel momento el estado de Florida (EE.UU.) lideraba la producción mundial, una enfermedad comenzó a afectar a los árboles de la región y acabó con muchos de ellos.

20 años después, Brasil ya dominaba el mercado global.

Gigantescas empresas de jugo brasileñas como Cutrale o Citrosuco comenzaron a construir factorías en Estados Unidos y Portugal, y terminales de carga en importantes puertos europeos como el de Gante (Bélgica) o Róterdam (Países Bajos).

Aquellas inversiones permitieron reducir enormemente los costes de producción y reportaron grandes beneficios a las compañías brasileñas.

Tanto que, desde entonces, ningún país ha sido capaz de cuestionar su dominio en el mercado de este cítrico.

Hoy en día, por el contrario, esta supremacía se ha convertido en un obstáculo.

Dependencia extranjera

Uno de los problemas es que Brasil puso demasiadas naranjas en una misma cesta: la del mercado externo.

Más del 95% de la producción acaba siendo exportada, la mayoría de ella en forma de jugo.

Así pues, cuando se producen fluctuaciones en el tipo de cambio, en el precio de las materias primas o los extranjeros dejan de consumir naranjas, los fabricantes brasileños no tienen a quién vender sus productos.

"Esta altísima concentración en los mercados externos es inusual", dice Ibiapaba Netto, director de Citrus BR, la asociación que representa a la mayoría de productores de jugo del país.

"La industria cárnica, por poner un ejemplo, tan sólo exporta el 20% de su producción. El otro 80% se vende dentro de Brasil. De esta forma nunca están tan expuestos a lo que ocurre en el extranjero".

Revertir la situación, sin embargo, tampoco solucionaría el problema puesto que los brasileños no consumen suficiente jugo de naranja.

Mientras que un ciudadano medio europeo o estadounidense consume una media de 22 litros de jugo al año, los brasileños sólo beben 15 litros.

¿Cambio de tendencia?

Aunque está intrínsecamente relacionado con las exportaciones, el mayor miedo de los productores de naranjas brasileños es que el jugo de esta fruta deje de ser tan popular en Europa y, especialmente, en Reino Unido.

Muchas personas nacidas después de la Segunda Guerra Mundial crecieron desayunando jugo de naranja.

Hoy en día, cada vez son menos.

"La vida moderna lleva un ritmo distinto. Muchas personas han dejado de desayunar o compran café de camino al trabajo. La industria de los cereales afronta problemas similares", dice Netto.

Los jugos de frutas están perdiendo su reputación de bebidas saludables. Y es que cada vez son más los nutricionistas que aseguran que son tan poco saludables como los refrescos.

La consecuencia de ello es que los consumidores se están decantando por otras bebidas como los batidos o los jugos de verduras naturales.

Uno de los beneficiados por la crisis del sector es el agua de coco, que por lo general contiene menos de la mitad de calorías que un zumo de naranja.

Entre 2012 y 2015 el consumo de jugo de naranja en Reino Unido cayó hasta los 100 millones de litros anuales, mientras que el de agua de coco creció hasta los 80 millones de litros, según datos de CitrusBR.

A pesar de este cambio de tendencia, el jugo de naranja sigue siendo el preferido por muchos consumidores y retiene aún un 30% de cuota de mercado en Reino Unido.

Los analistas esperan una buena cosecha este año lo que, sumado al bajo precio de las divisas internacionales y el escaso stock de este producto a nivel mundial, seguramente relanzará la exportación de naranjas esta temporada.

Según el gobierno de Brasil, en 2017-2018 la producción aumentará un 50% con respecto a la de este año.

Para muchos productores será demasiado tarde.

En Sao Paulo y Minas Gerais, muchos han abandonado el cultivo de naranjas y han decidido plantar limones y guava, frutas más demandadas en el mercado doméstico.

Pero Santos sabe que no ganarán lo mismo.

"Las cosas nunca volverán a ser como antes. Nunca volveremos a tener tantas bocas para nuestras frutas".

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