Un cuadro de bajo crecimiento pareciera amenazar a la economía chilena de aquí a los próximos dos años. Y no sólo se trata de un ritmo lejano al observado en la década de los ’90 -cuando el promedio escaló hasta 6,1%-, sino que incluso menor al 4% que trajo la primera década de los 2000.

De hecho, ayer fue un aliciente que la Encuesta de Expectativas Económicas (EEE) del Banco Central no mostrara un nuevo descenso en las estimaciones previstas para el Producto Interno Bruto (PIB) este año, ya reducidas del orden de un punto porcentual luego de las alteraciones que generó el estallido del conflicto social el 18 de octubre.

Si a esas alturas los cálculos de los economistas locales apuntaban a un aumento del PIB del orden de 2,5% en 2020, hoy la apuesta más fina habla de un 1,2%. Es decir, prácticamente la misma alza con que cerró 2019 (los datos oficiales se conocerán el 18 de marzo), dentro del rango previsto por el ente emisor (0,5% y 1,5%) y algo por debajo del 1,3% que hasta la fecha espera el Ministerio de Hacienda.

Para 2021, sin embargo, las proyecciones volvieron a caer por tercera vez. Así, los economistas y académicos locales consultados recortaron en una décima a 2,1%. Adicionalmente, los analistas expusieron por primera vez sus expectativas para 2022, situando en 2,5% la expansión del Producto.

Todo lo anterior, en un escenario de una creciente incertidumbre global derivada del temor por las secuelas de la expansión del coronavirus en la actividad productiva del mundo -ya presente en Chile-, que esta semana se vio agravada por la tensión entre Arabia Saudita y Rusia por el precio del petróleo, lo que golpeó el lunes a todos los mercados.

¿Qué hacer?

La pregunta de cómo enfrentar este escenario no es trivial para Chile, pues vive su propia crisis social interna, la que desde octubre puso a prueba los cortafuegos institucionales -fondos soberanos y las políticas monetaria y cambiaria flexible- para procurar un normal curso de la economía.

Como dijo en febrero el mismo vicepresidente del Banco Central, Joaquín Vial, es un “mal momento” para el virus.

“Este es un shock principalmente del lado de la oferta, de carácter transitorio, aunque es difícil determinar qué tan transitorio”, dice la académica de la Universidad de Los Andes, Cecilia Cifuentes. Y, por lo mismo, considera que hoy una reducción de la tasa de interés es menos recomendable.

La misma encuesta del ente emisor anticipa una mantención a fines de mes del tipo rector en 1,75% y un recorte de 25 puntos base en mayo.

Tampoco lo aconseja el docente de la U. de Chile, Alejandro Alarcón, dado que en este momento ve muchas salidas de capital del país.

Lo que sí puede hacer el banco, plantea el director del Centro de Estudio para el Desarrollo, Luis Eduardo Escobar, es activar un programa para facilitar y asegurar que los bancos puedan tener la liquidez en un escenario más extremo.

Una línea de acción similar sugiere desde la lógica fiscal. “Lo que hay que hacer es asegurar que todos los pagos que se puedan hacer directamente a la gente, seguros de desempleo, subsidios que existen a nivel municipal, funcione lo mejor posible”, dice.

De todas formas, los distintos economistas reconocen el poco margen de maniobra fiscal dada la agenda social en marcha y, por el lado cambiario, las limitaciones de intervenir en medio de un escenario tan incierto.

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