A pesar del frío y la bruma, en el puesto de hotdogs del casco antiguo de la ciudad de Copenhague hay mucho movimiento. Turistas y daneses comparten el entusiasmo por la “Poelser”, una salchicha asada con pepinillos y cebollas. Andreas Sigsgaard puso su puesto hace un año. Sabe lo que va ocurrir al momento de cobrar: los turistas sacarán su dinero en efectivo; los daneses, su tarjeta de crédito. Hasta sumas mínimas –como las 40 coronas (unos 5 euros) para la salchicha- se pagan con la tarjeta, sin pensar dos veces.

La mayoría de los transeúntes necesitan algunos minutos para recordar la última vez que pagaron en efectivo. “Es que con la tarjeta es muy fácil”, dice una compradora. “Yo ya nunca cargo efectivo”, dice otro. Problemático le parece sólo cuando le piden una colaboración para obras de caridad: nunca tiene una moneda para echar en la caja.

Impensable en otros países

En muchos países –Alemania entre ellos- algo así sería impensable. Todo el mundo lleva efectivo consigo. Además, mucha gente siente mucho temor del control sobre sus movimientos bancarios. Si bien pagar todo sin efectivo es práctico, para los críticos se trata más bien de un intento de los bancos de bajar costos y ganar más dinero.

A los daneses parece no molestarles que los bancos sepan exactamente quién ha comprado qué, cuándo y dónde. “Hay que confiar en los bancos pero poner atención”, responde una transeúnte. En su opinión, el sistema perfecto no existe y pagar con tarjeta tiene muchas ventajas. Andreas Sigsgaard comparte su opinión. “Cuando cerramos la caja en la noche, no tenemos que contar el dinero. También la posibilidad de equivocarse es menor”, dice el vendedor, que se siente más seguro sin tanto dinero en efectivo en la calle.

A favor de la digitalización

Los grandes almacenes no tienen ese problema. Sin embargo, la mayoría está a favor de la digitalización. Matas, una cadena de droguerías, introdujo hace algunos meses el pago con el teléfono móvil. Escanear el código de barras, aceptar la cantidad, listo. Más rápido, imposible. “Queremos deshacernos del dinero en efectivo”, dice Thomas Grane, informático de Matas. Tanto gestionar el efectivo como las medidas de seguridad que requiere suponen costos, “definitivamente queremos acabar con ello”, afirma Grane.

Los daneses están a favor. Un tercio de la población se ha instalado ya en su móvil la aplicación “MobilePay”. En la esfera privada es todo un éxito: de un smartphone al otro se saldan las pequeñas cuentas entre amigos. También en los mercados de pulgas, entre los vendedores ambulantes.

Imparable

No hay vuelta atrás. Hasta hace 20 años, los daneses pagaban el 80% de sus compras con dinero en efectivo. Hoy, menos del 25%. Es más, es posible que los almacenes que no tienen que ver con alimentación pronto estén autorizados a no recibir más billetes y monedas.

En la vecina Suecia ya sucede: cada vez son más los almacenes que han colgado el letrero “Vi hanterar ej kontanter”, “no aceptamos dinero en efectivo”. Políticos y bancos quieren que para el 2030 el efectivo sea una cosa del pasado.

En Dinamarca, Hugo Frey Jensen, jefe del Banco Central danés, no quiere fijar una fecha. “Estamos obligados a poner a disposición todo el dinero en efectivo que sea necesario”, afirma. No obstante, le parece importante tener un sistema de pago eficiente y seguro. Para un pequeño país como Dinamarca, en su opinión, es muy importante que los costos disminuyan y que se avance en la digitalización.

En su puesto de hotdogs, Andreas Sigsgaard también está pensando en introducir el pago con el teléfono móvil. Una pequeña caja con dinero en efectivo siempre tendrá, dice, “para los turistas”.

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