La brusca desaceleración de las economías emergentes, con América Latina y el Caribe a la cabeza, fue uno de los focos más importantes de la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), que culminó este domingo en Lima, Perú.

La semana de reuniones, conferencias, presentación de informes y ruedas de prensa dejó algo bien claro: tras la crisis financiera que azotó a los países industrializados en 2008 y 2009, los riesgos de la economía global están virando hacia los mercados que habían sido celebrados por su robustez en la década pasada.

Después de cinco años consecutivos de rebaja de sus previsiones, América Latina cerrará este año con una recesión del 0,3 %, arrastrada por la aguda contracción de Brasil, la primera economía regional, que lo hará un 3 %. “Desde luego, será un año duro para América Latina”, explicó William Cline.

Cline, quien es investigador del Peterson Institute for International Economics de Washington y funcionario del Tesoro de Estados Unidos, matizó su pronóstico alegando que, a mediano plazo, la diferencia será entre los países que implementaron políticas más sostenibles y aquellos que regresaron a las distorsiones de antaño.

El experto alude en el primer grupo a Chile, Perú, Colombia y a México, y se refiere, en segundo lugar, a Argentina y a Venezuela, “con Brasil en algún lugar intermedio”. Por si fuera poco, China, la locomotora que tiró de la economía global durante la crisis financiera, está por concentrarse en la demanda doméstica.

Tanto el FMI como el BM concedieron que no son buenos tiempos para América Latina: la desaceleración de China, la dependencia de Estados Unidos y los problemas de Europa pesan en países que no han cambiado su matriz productiva y viven de materias primas. Sus Estados deberán trabajar para integrarse a este nuevo panorama global.

La directora del FMI, Christiane Lagarde, y el presidente del BM, Jim Yong Kim, evitaron ser específicos al hablar sobre lo que debe hacerse, pero le dieron peso a factores antes relegados, como la lucha contra la pobreza y la exclusión social o la necesidad de enfrentar los efectos del calentamiento global.

Los visitantes no dejaron de mencionar la vieja receta de las reformas, pero admitieron que debe haber inversión pública y, por ende, un aumento de la presión tributaria. Uno de los oradores menos proclives a eufemismos fue el director del BM para América Latina, Augusto de la Torre.

A juicio de De la Torre, la crisis llegó para quedarse y hay que hacerse cargo. “Las políticas anticíclicas ya no sirven. Se necesitan cambios permanentes. El nombre del juego es una transición ordenada hacia una nueva realidad”, afirmó el especialista, quien endosó parte de los sacrificios a los trabajadores: “Lo importante ahora no serán los salarios buenos, sino mantener los puesto de trabajo”.

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