Por Paula Comandari

Cuando el viernes pasado se hizo público que la Sofofa había sido blanco de un espionaje, en el mundo empresarial entendieron que era clave salir a contener. Una “guerra civil” ad portas de un cambio de directiva era fatal para la imagen de los empresarios, que hoy más que nunca se sienten cuestionados, con la obligación de sacar la voz y reivindicar al sector.

No era una tarea sencilla apaciguar los ánimos. En la Sofofa se han jugado públicamente por la tesis de que detrás de la aparición de micrófonos y cámaras diminutas en la oficina de Hermann von Mühlenbrock estarían grupos criminales dedicados a obtener informaciones económicas o servicios de seguridad del Estado. Pero al interior de la institución se teme más bien que esté vinculado al proceso electoral. 

El escándalo estalla tras una de las elecciones más crispadas de la historia de la organización, en la cual el ex ministro Rodrigo Alvarez, quien representaba la continuidad de la actual administración, terminó renunciando a su postulación, tras acusar dinámicas ajenas a procesos electorales normales, justo cuando el gremio de alimentos y bebidas que él dirige hace varios años decidió quitarle el apoyo. El espionaje, por tanto, se da en medio de una profunda división interna.

Mensajes falsos

De acuerdo a versiones recogidas por T13 Semanal junto a directivos de la Sofofa, el caso estalló el domingo 14 de mayo, cuando el jefe de seguridad de Carozzi alertó al director de la compañía y vicepresidente de Sofofa, José Juan Llugany, que en el entretecho de su oficina en Nos se había encontrado un micrófono con cámara. Un día después, Llugany confidenció la información a Von Mühlenbrock, cuando ambos realizaban un viaje a Antofagasta.

Según las mismas fuentes, ambos decidieron que la misma empresa que había hecho los trabajos en Carozzi, Profacis, propiedad de Rubén Aros y Lorena López, concretara esa rutina en las oficinas de la Sofofa, en Andrés Bello 2777.

Los investigadores esperaron hasta el viernes 19 para realizar las pericias. De acuerdo a las mismas fuentes, la idea era hacerlo fuera del horario laboral. Esa misma noche les informaron que tal como en la oficina de Llugany en Carozzi, se había instalado un micrófono con cámara en la del presidente del gremio, emplazada de tal manera que captara las conversaciones que se entablaban en la oficina contigua, la de Jorge Ortúzar, secretario de la Sofofa.

Von Mühlenbrock, según sus colaboradores, decidió conformar un comité de crisis, que fue citado el día domingo 14 en su casa a las 12:00. Hasta allí llegaron los dos vicepresidentes de la mesa: Llugany y Gastón Lewin. También aterrizó en el lugar el penalista Juan Domingo Acosta, quien fue recomendado por el abogado Fernando Barros.

No todos conocían al profesional e incluso en ese momento, según el relato de uno de los comensales, Acosta confidenció que era amigo de Bernardo Larraín Matte, y que eso podía complicar que él los representara, dada la rivalidad interna. Pero al final, explica uno de los participantes, decidieron que él era la persona y que su relación con Larraín era una buena señal, para demostrar que no era una maniobra en su contra. 

El mismo Acosta sugirió tratar el tema con cautela y, en principio, denunciar el hecho después de las elecciones presidenciales de Sofofa del 31 de mayo, agrega uno de los presentes. Pero al poco andar, el penalista habría cambiado de parecer, sugiriendo denunciar los hechos lo antes posible.

En esa reunión, siempre según participantes, se trató también otra situación anómala, que había ocurrido en marzo pasado en la Sofofa, cuando detectaron que circularon algunas citaciones Outlook, supuestamente enviadas desde la cuenta de correo de Von Mühlenbrock, dirigidas al mismo presidente y a Llugany, en la cual se invitaba a una supuesta reunión con Bernardo Larraín Matte. “Esa citación era completamente falsa y se habría enviado desde el teléfono celular del presidente, mientras se encontraba conectado al wifi de su casa”, dice textual la minuta que fue presentada en el consejo ejecutivo del jueves 25 de mayo y que además detalla que hubo otra falsa citación desde la cuenta de correos del celular del vicepresidente Lewin, al comité de comunicaciones de Sofofa. Frente a este escenario, se solicitó a la persona encargada de informática que revisara los computadores y celulares en búsqueda de posibles virus, lo que fue descartado después de la revisión.

Las alarmas, según esos testimonios, ya estaban encendidas.

El apaciguamiento

El miércoles 24 la mesa ya tenía en su poder, según uno de sus integrantes, el informe pericial de siete páginas referido a la situación de Carozzi. Esa misma tarde, habrían recibido un preinforme con información de lo ocurrido en la Sofofa. 

Esa misma noche, el grupo liderado por Von Mühlenbrock recibió el informe final, donde se detalla que en el espionaje se utilizaron aparatos de altísima tecnología, que se instalaron a fines de febrero, que tienen una duración máxima de seis meses y que la persona que realiza las intervenciones recibe mensajes en su celular cada vez que alguien entra a las oficinas o se produce una conversación donde están instalados el micrófono y la cámara. Pero lejos el contenido más importante es que el documento especifica el radio o sector desde donde se hacían las escuchas telefónicas, una pista importante para llegar a los involucrados. Por lo mismo, tanto Acosta como en la Fiscalía pidieron total discreción respecto del informe.  

Con esa información en la mano, realizaron una minuta con la relación de los hechos y revisaron distintos escenarios para enfrentar públicamente el episodio. 

El jueves 15, el comité ejecutivo sesionó a las 8.30 a.m, y fue una reunión bastante más larga -y tensa- que lo normal. Precisamente porque no todos estuvieron de acuerdo en cómo debían enfrentar esta grave coyuntura. Varios allí empujaron la idea de denunciar lo antes posible los hechos, sin avisarle previamente a quien se convertirá en el líder de los empresarios, el próximo miércoles. Pero luego primó la voz de quienes sugirieron revelar a Bernardo Larraín la delicada situación por la que atravesaba el gremio.

Esa reunión, a la que también asistió Patricio Jottar, comenzó a eso de las 10.45 del día jueves. Dicen que Larraín estuvo muy sereno al conocer los detalles de lo que estaba ocurriendo, aunque hizo varias preguntas acerca de lo acontecido. Desde su comando, niegan haber presionado para que el gremio presentara la denuncia ante la Fiscalía, después de las elecciones. Aquí hay una diferencia. Llugany dice que Larraín lo pidió expresamente, aludiendo a que si esto sucedía podía afectar el proceso eleccionario, y provocar el rechazo de los consejeros afectando su honra, por el solo hecho de hacerse público el episodio.  

Consultado por T13 Semanal, Larraín Matte niega en forma rotunda esta versión y afirma que ocurrió completamente lo contrario, cuestión que según él quedó reflejada en la carta que él y Jottar le enviaron a la mesa, donde señalan que “debían llevarse a cabo todas las acciones judiciales que ellos consideraran pertinentes”.

Cuando el viernes pasado el espionaje en la Sofofa se hizo público, varios empresarios salieron a poner paños fríos. Uno de los que más hizo gestiones fue Bernardo Matte, desde París, aquietando la furia de varios consejeros y también la de su propio sobrino. Al más alto nivel, varios, además, convencieron al consejero emérito Pedro Lizana, quien según un empresario había llamado a una conferencia el mismo día jueves para aplazar las elecciones, a que no hiciera tal y que cambiara su discurso exigiendo que se cumplieran los plazos. El gesto de Rodrigo Alvarez -de salir a apoyar a Larraín directamente- es la prueba de que hubo gestiones a todo nivel para calmar las aguas.

Una persona que jugó un rol clave en este sentido fue el presidente de la CPC, Alfredo Moreno. Porque si bien esta crisis está radicada en la Sofofa, es el primer gran test de su liderazgo. El ex canciller llegó con la promesa de renovar el mensaje de los empresarios, de abrir más el gremio empresarial a la sociedad, con más diálogo y con más trasparencia. 

Sin embargo, a partir del lunes la persona que promete tener un rol más decisivo en el escándalo es el jefe de la Fiscalía Metropolitana Oriente, Manuel Guerra, quien está encargado de las investigaciones. Bernardo Larraín, a su vez, será electo el miércoles como nuevo presidente de la Sofofa en medio de un escenario de tensión inédito dentro del gremio.

Publicidad