Daniel Stingo fue una de las figuras más mediáticas del proceso constituyente en el plebiscito que fue rechazado en septiembre pasado.

A diez meses de la elección, la vida del abogado ha cambiado completamente: recibe insultos en la calle, trolleo en redes sociales, tiene dificultades para encontrar clientes y vive una crisis económica que incluso hizo que dejara su casa en Las Condes. Se fue a vivir un tiempo a su parcela en Buin pero ante la lejanía, terminó arrendando un departamento chico en La Reina.

"Cuando terminó esto no tenía trabajo, no tenía nada", sostuvo a la revista Sábado.

"Los espacios, muchos gastos que teníamos se fueron, no sé, desde el paseo del perro, ponte tú. Antes teníamos una paseadora de perro, porque el perro es bastante grande, un border collie, entonces le gusta moverse. Otras cosas, no sé, alarmas chao, cable chao, varias cosas que no necesitái al final del día”, explicó.

Stingo sostuvo antes que de el primer proceso constitucional tenía un buen pasar gracias a su labor como abogado y sus trabajos en televisión, pero que cuando vio la posibilidad de ser uno de los constituyentes se arriesgó porque era importante para el país.

"Yo no soy muy arriesgado en la vida. Soy bien ordenadito en términos económicos. Pero aquí no lo hice. Me tiré nomás. Y ahí veces pienso, ¿la habré cagado? Tengo que contarte que en un momento determinado, no hace mucho, mi papá me tuvo que apoyar porque no tenía ni uno", dijo.

 

Stingo detalló que ha estado lidiando con las consecuencias del fracaso del proceso practicado ajedrez y escribiendo cuentos que algún día publicar. Al sicólogo dice que no ha ido.

"Yo creo que, en términos muy personales, gané experiencia. Pero claramente en términos muy individualistas, su tú quieres, he perdido no más. En ese sentido, he perdido mucho. He perdido por todos lados. Esto fue como inmolarse solo, ¿podrías decir que de huevón? Sí, podría ser", agregó.

El abogado igualmente dijo que creía que le faltaban algunos para contar lo que pasó en todo el proceso y así enseñar para que no vuelva a ocurrir un fracaso similar.

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