Por Augusto Álvarez Rodrich

El final de la elección chilena del domingo pasado produjo en estos días envidia en muchos peruanos que, en vez de estar pensando en los regalos de Navidad, el menú de la cena del 24, o en qué gastar la ‘gratificación’ salarial de fin de año, vivimos sin saber con qué Presidente de la República amaneceríamos al día siguiente.

Ver a Alejandro Guillier saludando el triunfo de Sebastián Piñera en la misma tarde del domingo electoral, o la cordial conversación telefónica de la Presidenta Michelle Bachelet con su recién electo sucesor invitándolo a un desayuno es, para los peruanos, asunto de otra galaxia.

Turbulencia peruana

Un año y medio después de su derrota en la segunda vuelta, Keiko Fujimori todavía no ha saludado y menos felicitado a Pedro Pablo Kuczynski (PPK) por su elección presidencial. Peor aún: se ha dedicado a hacerle la vida imposible a su gobierno.

Y si el presidente Kuczynski quisiera compartir desayuno con su predecesor Ollanta Humala, tendría que ir a la cárcel en que cumple una injusta prisión preventiva de 18 meses, al igual que su esposa Nadine Heredia, que está en otro penal.

Si PPK visitara a Humala podría aprovechar de saludar ahí al ex Presidente Alberto Fujimori, quien cumple una condena de 25 años. Sin embargo, si quisiera encontrarse con el otro ex Presidente, Alejandro Toledo, tendría que ir hasta Estados Unidos, donde trata de evadir una solicitud de extradición de la justicia peruana por la acusación bien documentada de haber recibido US$20 millones de Odebrecht.

La madre del cordero

El origen del espectacular desorden que se ha vivido en estos días en el Perú es, precisamente, el resultado de la elección 2016 en la que Kuczynski derrotó, con 50.12% del voto válido, a Keiko Fujimori (49.88%) por una diferencia de solo 40 mil votos, menos personas que las que entran en el estadio nacional de Lima.

Fue una experiencia particularmente frustrante para Fujimori pues perdió frente a Kuczynski, quien a sus casi ochenta años fue el peor candidato de la competencia, aquel con el que todos los postulantes querían llegar a la segunda vuelta.

Pero fue más frustrante aún porque esa fue la segunda vez que a Fujimori se le quemó el pan en la puerta del horno pues, cinco años antes, perdió ante Humala, quien también fue percibido en su momento como el candidato más débil.

La necesidad de ahorade  tener que hacer campaña por cinco años más, en adición a los diez que ya ha dedicado de su vida, le produjo una frustración tan grande que ella y su grupo cercano se convencieron, sin fundamento alguno, que fue porque les robaron la elección.

Junto con ello, la segunda derrota consecutiva de Keiko Fujimori empezó a producir dudas en el fujimorismo sobre su capacidad de arrastre electoral, lo cual encendió una pugna interna con su hermano Kenji, quien no solo cuestionó sus condiciones como candidata, sino que le enrostró en público su poco interés por usar su fuerza política para negociar una salida de la prisión de su padre, el ex Presidente Fujimori, quien es hoy en día uno de sus principales enemigos políticos.

Todo ello le generó a Keiko Fujimori una insólita sed de venganza hacia Kuczynski que se volvió particularmente peligrosa para la estabilidad política porque ella perdió la elección presidencial, pero en la votación para el Congreso consiguió una aplastante mayoría nunca antes vista en el país de casi el 60 por ciento del mismo.

En este lustro político es la primera vez en la historia reciente del país en el que un solo partido de oposición controla el Congreso, lo cual es una situación no bien articulada en el ordenamiento constitucional peruano.

Pero se volvió exponencialmente peligrosa cuando su lideresa decidió usar su tremenda fuerza política como instrumento de venganza personal contra el gobierno de Kuczynski, haciéndole la vida imposible, censurando ministros y obstruyendo su acción.

La complicidad de PPK en la crisis

Pero Keiko Fujimori solo es una parte del entrampamiento en el que está sumida la política peruana, pues hay otros dos fenómenos que explican el problema.

Uno de ellos es la impericia política tan grave del Presidente Kuczynski, quien no ha sido capaz de construir espacios de encuentro o negociación con la amplia mayoría parlamentaria de Fuerza Popular.

Pero tampoco ha podido diseñar una estrategia política básica para enfrentar a la oposición del partido de Keiko Fujimori, el cual camina en una alianza no reconocida pero sí evidente con el Apra, el partido del ex Presidente Alan García, lo que ha dado lugar a la denominación de ‘fujiaprismo’ para este bloque parlamentario de enorme peso.

A pesar de que desde distintos espacios periodísticos y políticos se le advirtió al Presidente Kuczynski que el objetivo del fujiaprismo era terminar su mandato antes del período regular, este no hizo nada para evitarlo más allá de agachar la cabeza y ofrecer puestos importantes en el gobierno a personas vinculadas a Fuerza Popular, como en el Banco Central de Reserva o la Superintendencia Nacional de Impuestos, entre otros.

Pero nada parecía suficiente para Keiko Fujimori, quien veía en la actitud del Presidente Kuczynski una señal de debilidad y la invitación para seguir atacándolo.

El gobierno de Kuczynski es débil por el escaso tamaño de su representación parlamentaria pero, también, por su vocación permanente por demostrar cuán débil es debido a su casi nula capacidad de iniciativa política para usar los instrumentos que la ley le ofrece como, eventualmente, la disolución constitucional del Congreso si le censuran dos gabinetes ministeriales.

Lava Jato en acción

El otro fenómeno que explica la grave crisis política actual son las acusaciones derivadas del caso Lava Jato, las cuales han alcanzado prácticamente a toda la política peruana, sin distingo de color e ideología.

En este sentido, los avances de las investigaciones, nuevas declaraciones e informaciones relacionadas con el caso Lava Jato han ido, progresivamente, involucrando a la mayoría de los principales políticos peruanos provenientes de diversas tendencias ideológicas, entre ellas al Presidente Kuczynski.

Ante el surgimiento de dichas acusaciones, al inicio el Presidente rechazó acudir a la comisión parlamentaria que investiga el caso Lava Jato en varias oportunidades e, inicialmente, negó haber realizado contratos con Odebrecht.

Pero la tensión se exacerbó luego de que el miércoles 13 de diciembre se revelara –a partir de una información proporcionada por dicha empresa a la comisión parlamentaria que investiga el caso Lava Jato– que el presidente Kuczynski habría recibido a través de Westfield Capital, una de sus empresas, pagos por servicios profesionales siendo ministro de Estado.

El jueves 14, el Congreso aprobó –con amplia mayoría– la admisión a trámite de una moción que pide la vacancia presidencial por “incapacidad moral” debido, según la misma, a que el Presidente ha faltado a la verdad y ha estado vinculado a presuntos actos de corrupción.

El Presidente Kuczynski respondió en público a la acusación en varias oportunidades, incluyendo una entrevista televisada ante un panel de periodistas, el domingo 17, en la que señaló que él dejó la gestión de Westfield Capital encargada a un subordinado, el chileno Gerardo Sepúlveda, y que, por tanto, él no firmó aquellos contratos. Además, mencionó que dichos contratos son legales y que pagó los impuestos respectivos. Por ello, según el Presidente Kuczynski, es impensable que estos contratos estén relacionados con algún tipo de sobornos, y que la acusación responde a un plan de desestabilización de su gobierno por parte de fuerzas opositoras.

PPK empieza a hacer política

El miércoles 20, casi con la soga al cuello, a solo once horas de la sesión parlamentaria en la que se decidiría su vacancia, el Presidente Kuczynski sorprendió a propios y extraños con un nuevo mensaje a la nación –el tercero en una semana– en el que apareció con un tono claramente de confrontación ante la oposición fujiaprista.

En este sentido, Kuczynski advirtió que, si era vacado, sus dos vicepresidentes también renunciarían, cortando de este modo la sucesión presidencial establecida en la constitución, y generando la necesidad de que el presidente del Congreso, el fujimorista Luis Galarreta, asuma la Presidencia de la República de una manera provisional, convocando a elecciones generales para dentro de 240 días, es decir, hacia septiembre de 2018.

El mensaje a los congresistas de Fuerza Popular fue desalentarlos a votar por la vacancia pues esta implicaba la convocatoria a una elección no solo presidencial sino, también, parlamentaria.

La votación del jueves  

El jueves 21 los peruanos vivimos una maratónica jornada que empezó a las 9 de la mañana cuando el Presidente Kuczynski se presentó al pleno del Congreso para exponer, junto con su abogado, su defensa ante las acusaciones, luego de lo cual se retiró y se produjo un intenso debate parlamentario en el que era muy difícil concluir cómo sería la votación final, siendo el pronóstico más extendido el que, al día siguiente, el Perú tendría un nuevo Presidente.

Uno de los pasajes más comentados del debate parlamentario se originó por la pretensión del partido de Keiko Fujimori de utilizar la nacionalidad chilena del socio de PPK, Gerardo Sepúlveda, para exacerbar sentimientos nacionalistas contra Chile que ayudaran a su objetivo de vacar al Presidente.

En un momento de su exposición, el abogado del Presidente, el ex senador Alberto Borea, hizo un comentario jocoso citando a Condorito, personaje muy popular entre los peruanos, y remató diciendo, “¡Plop, exijo una explicación!”.

Entonces, la congresista Yeni Vilcatoma, quien es independiente, pero se desempeña como un topo del partido de Keiko Fujimori, tuvo una intervención tan extraña como penosa: “Su abogado no pudo defenderlo y su abogado lo único que hizo fue invocar a Condorito, y Condorito, señores, es chileno, es chileno, es chileno, entonces, ¿dónde está el nacionalismo? Hago un llamado al sur”.

La congresista Vilcatoma recibió una sólida y extendida crítica en las redes y en ámbitos periodísticos. El tiro le salió por la culata.

Así avanzó un debate cargado de incertidumbre sobre el resultado en el que la oposición fujiaprista necesitaba un mínimo de 87 votos –de un Congreso de 130– para conseguir la vacancia del Presidente Kuczynski. Al inicio de la sesión, el pronóstico generalizado era que se contaba con los votos suficientes para enviar al jefe de estado a su casa.

El resultado, que bien podría servir de guión para una serie de política ficción sudamericana que imitara a House of Cards, fue absolutamente inesperado: solo 79 a favor de la vacancia, 19 en contra y 21 abstenciones.

Entre las abstenciones que decidieron la votación final había diez votos del partido Fuerza Popular de Keiko Fujimori, incluyendo el de su hermano Kenji y otros nueve a quienes el ex Presidente Alberto Fujimori llamó por teléfono el jueves por la mañana para pedirles que votaran de esa manera para ayudarlo en lo que parece un arreglo entre él y el Presidente Kuczynski que asegurará el indulto que lo sacaría de la cárcel en pocos días.

Esto significaría, además, que se habría quebrado la mayoría parlamentaria de Fuerza Popular en el congreso, dando lugar a una recomposición del panorama político que se irá aclarando en los días siguientes en el marco de un contexto de tensión e inestabilidad que será la característica central de la política peruana en el año 2018.

Lo que también es evidente es que el Presidente Kuczynski debe haber aprendido de esta traumática semana que le tocó vivir, que ya no puede seguir gobernando como hasta ahora, y que debe realizar cambios profundos en su administración, empezando por un nuevo gabinete ministerial.

Mientras, en los últimos días del 2017, luego del fracaso de este intento de vacancia presidencial, los peruanos –entre quienes se profundiza el sentimiento hacia los políticos de ‘que se vayan todos’– volveremos a los temas que más nos interesan: la Navidad que viene y celebrar que a Paolo Guerrero la FIFA le redujo la sanción y podrá ser el capitán de la selección peruana en Rusia 2018.

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