Al ser humano siempre le ha intrigado conocer qué es aquello que antecede a la muerte; qué se siente en el instante previo a perder la vida. Pero, ¿qué tan doloroso puede ser el proceso? 

Esa última interrogante es la que intentó responder Anna Gosline en su artículo publicado en la revista New Scientist y recogido por BiobioChile. Para ello, indagó a especialistas y personas que tuvieron encuentros cercanos con la muerte sobre diez distintas formas de perder la vida.

Ahogamiento

Los relatos indican que ésta podría no ser una forma demasiado dolorosa de morir, aunque sí entraría entre las más angustiantes. Es que viene acompañada de una sensación de pánico que se experimenta al no poder respirar.

Consultado por Gosline, el fisiólogo y experto en supervivencia marina de la Universidad de Portsmouth en el Reino Unido Mike Tipton explicó que la mayoría de los decesos en el agua son eventos en extremo repentinos.

Tras los intentos desesperados por mantener la cabeza fuera del agua, la persona finalmente se sumerge. Trata de contener la respiración lo máximo posible. Luego respira agua; tose y respira y vuelve a ocurrir lo mismo. Ello lleva a que se inunden los pulmones, lo que impide la oxigenación de la sangre.

"Hay una sensación de desgarramiento o de quemadura a medida que el líquido invade la vía respiratoria. Luego sobreviene un estado de calma y tranquilidad", explicó Tipton sobre la base de testimonios de supervivientes.

Paro cardíaco

Aunque los infartos parecen una de las formas más naturales de morir, algunos -los que no son fulminantes- pueden ser muy dolorosos. Sus síntomas suelen sentirse hasta 6 horas antes. Pero esas señales a menudo son ignoradas o atribuidas a otros malestares.

Los testimonios indican que se siente un fortísimo dolor en el pecho; con frecuencia es descrito como que "un elefante se ha sentado encima". La dolencia puede incluso ser tan aguda que se extiende por la mandíbula, la garganta, la espalda y los brazos.

Buscar ayuda médica es esencial: más del 85% de los pacientes que llegan a un recinto asistencial a tiempo sobrevive. Los que no lo hagan sentirán detenerse su corazón, perderán la conciencia en menos de 10 segundos y, minutos después, morirán.

Hemorragias

Según este artículo, morir desangrado puede no ser tan horrible como suena. Eso depende, claro, de la forma en que esto devenga. El doctor John Kortbeek de la Universidad de Calgary en Alberta, Canadá, indicó que si una persona se corta la arteria aorta en un accidente, morirá en pocos segundos. Pero si en cambio es una arteria o vena más pequeña, el proceso puede tardar horas. En ese lapso, la persona experimentará las distintas etapas de un shock hemorrágico.

Considerando que un adulto posee 5 litros de sangre, una pérdida de 750 mililitros sólo provocará síntomas leves. Si aumenta a 1,5 litros, la persona se sentirá débil, sedienta y ansiosa y comenzará a respirar rápidamente. Pasados los 2 litros, la sensación pasa al mareo, la confusión y, finalmente, la inconsciencia.

"Los sobrevivientes a un shock hemorrágico describen diferentes sensaciones que van desde el miedo a la relativa calma. En gran parte, esto depende de cuán graves sean sus heridas. Una sola herida que penetre la arteria femoral en la pierna será menos dolorosa que múltiples fracturas provocadas por un accidente de tránsito", explicó.

Quemado

Sin duda el fuego puede provocar una de las muertes más doloridas. De inmediato, el calor y el humo chamuscan las cejas y el pelo, luego sigue por la garganta y las vías respiratorias. Cuando llega a la piel, produce una respuesta intensa en todo el sistema nervioso, que se ve agravado aún más por la inflamación del tejido. Aunque entonces se pierde algo de sensibilidad, sigue siendo una experiencia insoportable.

"Las quemaduras de tercer grado no duelen tanto como las de segundo grado porque los nervios superficiales fueron destruidos. Sin embargo, la diferencia es casi semántica: una quemadura extensa es horriblemente dolorosa en cualquier instancia", dijo el doctor David Herndon de la Universidad de Texas.

Por extraño que suene, no son las llamas lo más peligroso de un incendio sino los gases. De acuerdo con un estudio realizado en Noruega en 1996, de 286 víctimas fallecidas en incendios, un 75% murió por intoxicación con monóxido de carbono. Dependiendo de la concentración, este puede llevar del dolor de cabeza al mareo y de ahí a la inconsciencia en minutos.

Decapitación

Es una de las formas más rápidas e indoloras de morir. Desde luego, sólo si es hecho de la manera correcta. Pero aún utilizando artefactos como una guillotina, siempre restarán algunos segundos de conciencia luego de cortar la columna vertebral.

Un estudio realizado en ratones en 1991 descubrió que le tomaba 2,7 segundos al cerebro terminar de consumir su provisión de oxígeno, lo que llevado a la proporción de los seres humanos puede traducirse en 7 segundos de conciencia.

Electrocución

La muerte sobreviene en realidad por la detención del corazón que produce la descarga. Un estudio realizado en la ciudad canadiense de Montreal detectó que un 92% de las víctimas de electrocución en sus hogares morían por arritmia cardíaca, que provoca inconsciencia en menos de 10 segundos. Un circuito de alto voltaje sin embargo provoca la inconsciencia instantánea.

Caídas desde alturas

Es una de las formas más efectivas y rápidas de morir. Según un estudio realizado en Alemania, el 75% de las víctimas fallecen en los primeros segundos o minutos tras la caída. Con velocidades que pueden alcanzar un máximo de 200 kilómetros por hora para alturas de 145 metros o más, la causa de la muerte dependerá del tipo de terreno donde se aterrice y de la forma en que la persona caiga. La causa: los daños que sufre el cuerpo.

Quienes han sobrevivido cuentan que mientras caen sienten que el tiempo se hace más lento. Una reacción instintiva es tratar de aterrizar con los pies, lo que suele provocar fracturas en las piernas, en la parte inferior de la columna y en la pelvis, pese a lo cual hay mayores posibilidades de salvarse gracias a la protección de los órganos internos.

Ahorcamiento

Suele sobrevenir luego que la presión alrededor del cuello corta la provisión de sangre al cerebro, provocando inconsciencia en menos de 10 segundos. Pese a ello, la horca dista mucho de ser una forma pacífica de irse de este mundo. En el mejor de los casos, el peso del cuerpo provocará que la soga quiebre el cuello entre la segunda y tercera vértebras. En el peor, un nudo mal hecho sofocará lenta y dolorosamente a las víctimas hasta por 15 minutos.

Inyección letal

Diseñada en 1977 como una alternativa humanitaria a la silla eléctrica, es un método de ejecución aplicado en los EEUU que consiste en 3 fármacos administrados en forma sucesiva: pentotal como anestésico, seguido por una dosis de pancuronio como un paralizante del sistema respiratorio y finalmente, cloruro de potasio, que detiene el corazón de forma casi instantánea.

Técnicamente, el procedimiento debería proveer una muerte rápida y pacífica, pero varios reportes de testigos han afirmado que en muchos casos, los condenados convulsionan o intentan levantarse cuando se les administran las últimas drogas.

Descompresión explosiva

Siendo un destino al que pocos estamos expuestos -salvo que seamos buzos, pilotos o astronautas- este tipo de muerte conlleva un final digno de la ciencia ficción. Ocurre cuando la presión del aire que nos rodea desciende repentinamente, provocando que los pulmones se expandan y rasgando los delicados tejidos que permiten el intercambio de gases. Si la víctima no alcanzó a exhalar o intenta mantener el aliento antes de la descompresión, los daños sólo serán mayores. El oxígeno comienza a escapar de la sangre y de los pulmones, mientras el cuerpo empieza a hincharse debido a la evaporación del agua en los tejidos internos.

Finalmente, burbujas de vapor de agua inundarán el torrente sanguíneo impidiéndole a la sangre circular. Tras apenas un minuto, el sistema circulatorio se detendrá.

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