AFP

Para millones de personas, Prince era un ícono mundial, pero su corazón estaba muy arraigado en su natal Minneapolis, una ciudad del norte de Estados Unidos a la que le dio un estatuto internacional, alentando el surgimiento de talentos musicales locales y organizando memorables veladas.

Dos días antes de que se lo hallara muerto en su propiedad de Paisley Park el jueves pasado, Prince había estado, como lo hacía habitualmente, en el Dakota Jazz Club, una sala que tres años atrás fue colmada por sus fans en uno de sus conciertos.

El sábado último había hecho un alto en el Electric Fetus, una tienda independiente de discos que gozaba de la exclusividad de la venta de su último álbum de estudio "Hitnrun Phase Two" (2016), y compró un CD de Stevie Wonder durante el día de las disqueras.

Con una población de 500.000 habitantes, la gélida Minnapolis, donde puede haber temperaturas de hasta 40 grados bajo cero, se ubica en las antípodas de Nueva York o Los Ángeles, metrópolis exhibicionistas que tanto atraen a las estrellas.

"Era muy sofisticado", dice de Prince el gerente de Electric Fetus, Bob Fuchs, que ese sábado le estrechó la mano al artista por primera vez. Era la tercera ocasión que el autor de "Purple Rain" visitaba la tienda desde enero.

Antes de ir, llamaba por teléfono. Quería pasar desapercibido, explica Fuchs, según el cual a Prince le gustaba participar en la vida local.

Minneapolis, en el centro de la atención mundial 

Desde hace décadas Minnesota es un vivero de músicos y artistas de teatro o cine. Bob Dylan proviene de ese estado, pero lo abandonó rápidamente para instalarse en Nueva York y en otras ciudades.

Prince, en cambio, "permaneció aquí y eso es algo enorme", dice Lowell Pickett, copropietario del club Dakota, donde el cantante estuvo el martes.

La película "Purple rain" (1984), que le valió un Oscar a Prince, fue filmada en el club First Avenue y un poco por toda la ciudad de Minneapolis y sus alrededores, que adquirieron fama internacional, dice Pickett.

"Él atrajo la atención de la industria internacional de la música en Minneapolis y, por ello, si hacías música" en la ciudad, "tenías más oportunidades de destacar", agrega.

Prince era un extraordinario descubridor de talentos y trabajaba con numerosos artistas locales, agrega.

Toda Minneapolis llora la muerte brutal y prematura de su hijo pródigo a los 57 años. Los puentes han sido iluminados en púrpura -su color fetiche- y miles de personas fueron al First Avenue para rendirle homenaje.

Fans y vecinos recuerdan los conciertos gratuitos en el Paisley Park y el ambiente eléctrico que reinaba en ellos, o el simple hecho de cruzárselo en una escalera.

Simplemente Prince 

Prince prefirió la calma de la verde comuna de Chanhassen a los fastos de Nueva York.

Situada a media ahora de auto de Minneapolis, Chanhassen es una localidad acogedora y sin pretensiones.

Delante del complejo de Paisley Park, los fans cuentan cómo crecieron junto a Prince, a quien veían pasar a bordo de su limusina púrpura.

"Amaba este lugar", declara Cindy Legg, una enfermera de 41 años que cuando era estudiante iba "todo el tiempo" al Glam Slam, el club de Prince.

"A veces él aparecía, y siempre era adorable y gentil", recuerda. "Él era simplemente Prince y era de aquí".

Sobrios, modestos y para nada propensos a perder la cabeza por una estrella, los habitantes de Minnesota respetaban la intimidad de este vecino famoso que había decidido permanecer entre ellos.

"Forma parte de nuestra historia", sostiene Jean Cunningham, una antigua asistente administrativa de 66 años que recuerda haber visto a Prince en sus primeros tiempos, junto a su banda Time.

"Hizo muchas cosas por esta ciudad. Y ayudó a mucha gente, que incluso no lo sabe", dice Cunningham con cierta melancolía.

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