El cruce de especies, tanto de plantas como animales, por parte del ser humano, se remonta a tiempos inmemoriales. Ahora, gracias a la biotecnología, un proceso de siglos se reduce a meses, semanas, e incluso se produce aquello que parecía imposible.

¿Qué son los transgénicos?

Los transgénicos u organismos genéticamente modificados (OMG), son aquellos organismos a los que se les ha introducido genes de otro organismo. Podríamos decir entonces que, por ejemplo, una planta transgénica es aquella a la que se le ha introducido un gen de una bacteria. O un animal transgénico es aquel al que se le ha introducido un gen de otro animal.

¿Qué es un gen?

Un gen es la unidad de información dentro del ADN que permite producir una proteína. Un ser vivo está lleno de ADN, y el ADN a su vez está lleno de genes. Cada proteína producida tiene una función específica dentro del ser vivo y algunas, según qué trabajo realicen dentro del organismo, pueden conferirle a este una propiedad especial.

¿Cuál es el objetivo de los OMG?

Los OMG se fundamentan en una habilidad o propiedad especial adquirida. Por ejemplo, un maíz transgénico que resiste a las plagas, gracias al gen de una bacteria -Bacillus thurgensis- que le permite producir una toxina venenosa para los insectos que lo devoran. O, por poner un ejemplo más descabellado, un conejo fluorescente que brilla bajo luz azul, gracias a los genes de una medusa luminiscente.

La aplicación genética en la industria de alimentos

Los OMG tienen como fin último el beneficio humano. Alguien, después de leer las últimas líneas, podría pensar, ¿para qué nos serviría un conejo fluorescente? Para nada, pero a esta tecnología aplicada a la agricultura y a la industria de la alimentación se le presuponen muchas ventajas.

La posibilidad de criar animales para el consumo humano que crecen más rápido y son tres veces más grandes, como los salmones estadounidenses considerados ya aptos para el consumo; o poder cultivar plantas resistentes a los herbicidas o a la escasez de agua, como el caso anterior del maíz capaz de sintetizar una toxina contra los insectos pero inofensiva contra el ser humano.

Las posibilidades son infinitas, pero la polémica viene con el desconocimiento y la duda. Aquello que se desconoce asusta. De ahí vienen las preguntas: ¿todos estos cambios afectan a nuestra salud? ¿Cómo? ¿Existen secuelas medioambientales? ¿Cuál es el impacto económico? En definitiva, ¿dónde está la trampa?

Consecuencias: la salud y los alimentos transgénicos

Se parte de la base de que no existen consecuencias a la salud probadas hasta la fecha. Las teorías más respaldadas son: posibles reacciones alérgicas debidas a la transmisión de genes de organismos alérgicos a otros que no lo son y la posible transmisión de resistencia a los antibióticos de los alimentos modificados a bacterias o patógenos de nuestro organismo.

“En el pasado hemos visto que allí donde se hace un pequeño cambio puede haber grandes consecuencias que no se ven. Sin embargo, hasta donde yo sé, aparte de los posibles riesgos de alergia, no existe impacto conocido en la salud. Si la tecnología se usa con control no tendríamos por qué tener miedo” le dijo a DW Boris Jerchow, científico del Instituto de Medicina Molecular Max Delbrück en Berlín, Alemania.

Consecuencias: impacto directo en el medioambiente

Entre los posibles impactos a la naturaleza, el mayor miedo de todos es la pérdida de la biodiversidad. El cruce natural de las plantas modificadas y las plantas originales podría ocasionar la pérdida de estas últimas. El resultado sería una generalización de las semillas, poniendo en riesgo la pluralidad de las especies de cultivo.

Por otro lado se teme la contaminación del suelo por el abuso de los herbicidas y el impacto que tiene eso en polinizadores clave como las abejas. La relación entre estos tóxicos y lo cultivos transgénicos proviene de un gen que confiere a las plantas resistencia a los herbicidas.

“El glifosato es un herbicida que mata todo tipo de planta verde. Y esta tecnología está mal aprovechada porque sólo se enfoca en permitir el abuso de esta sustancia y de promover el monocultivo” contó a DW Birgit Wilhelm, experta agrónoma de la asociación WWF, en Alemania.

Consecuencias: movilizaciones y polémicas comerciales

El miedo a la enfermedad no es mucho mayor que el miedo a la dominación. La gran polémica detrás de los transgénicos es la del control del mercado. La compañía puntera a nivel mundial en agrobiotecnología es la norteamericana Monsanto -y sus empresas subsidiarias.

Esta multinacional está bajo la polémica, entre otras, de comercializar semillas modificadas para un solo uso, lo cual obliga a los agricultores a comprar semillas cada año.

“En EE.UU. hay casos de juicios de compañías que demandan a gente por tener cultivos modificados en sus campos sin licencia. El problema es que los cultivos transgénicos pueden mezclarse con los cultivos de otros granjeros con la simple acción del viento” explicó Wilhelm.

Los cultivos transgénicos en el mundo

Los cinco grandes países en producción de cultivos transgénicos, en orden de mayor a menor, son: EEUU, Brasil, Argentina, India y Canadá. La soja es el cultivo estrella, seguido del maíz y el algodón. En Europa la importación es mucho más grande que la producción de OMG, sin embargo la mayor parte se destina a la industria textil y los piensos para animales.

“En Europa existe un gran rechazo por parte de los consumidores, principalmente porque no le ven ningún beneficio. Probablemente los comerciantes y agricultores noten una reducción en los costes de producción”, comentó a DW Peter Karim Ben Embarek, encargado del Departamento de Seguridad de Alimentos y Zoonosis de la Organización Mundial de la Salud.

Un gran interrogante, dos versiones enfrentadas

Esta nueva tecnología es foco de duda, miedo y discusión. Por un lado existen posturas que apoyan la viabilidad de este sistema y lo nombran como la solución al hambre en el mundo, como una ayuda a reducir la deforestación y un alivio de emisiones de CO2.

“Podría ser una manera de solventar el problema de la creciente superpoblación del planeta, pero no la solución última. Habría que enfocar el tema desde la sostenibilidad y regularlo con inteligencia” remarcó Embarek.

En la otra cara de la moneda encontramos actitudes que rechazan el método por la dominación económica de patentes, el impacto negativo medioambiental y la amenaza económica para los agricultores ecológicos. “No va a ayudar a hacer frente los retos a los que nos enfrentamos, como el cambio climático. El funcionamiento del ecosistema es mucho más complejo que unos simples genes”, recalcó Wilhelm.

Ya son aproximadamente 20 años de cultivo transgénico y sigue habiendo muchas incógnitas. Pero como en tantos otros dilemas a los que ha tenido que hacer frente el ser humano, el tiempo lo dirá todo.

Publicidad