Cada vez que abusaba de ella, su tío policía dejaba el arma cerca, sobre un armario o sobre la mesa de luz.

Así fue durante tres años, entre sus 13 y sus 16.

Pero Belén López Peiró logró rebelarse contra ese miedo y con solo 22 años redactó ella misma la denuncia penal contra el abusador.

La causa sigue abierta cuatro años más tarde y el acusado, en libertad.

Pero en ese tiempo, López Peiró, escritora y periodista, convirtió la historia de ese abuso en su primera novela, "Por qué volvías cada verano" (Editorial Madreselva).

"Fue concretar esto que yo llamo justicia propia", le cuenta la joven autora a BBC Mundo.

Y fue también reconocerse primero como víctima para después dejar de serlo.

Los veranos en el pueblo

En las vacaciones de su infancia y adolescencia, López Peiró solía visitar a sus tíos en Santa Lucía, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, Argentina.

Allí lo pasaba bien -salía con primas y amigas- mientras sus padres separados trabajaban en la ciudad.

Y allí también ocurrieron la mayoría de los episodios de violencia sexual que se relata en el libro, apenas ocultos tras la fachada carismática de buen padre y vecino del perpetrador, marido de la hermana de su mamá.

El abuso solo fue detectado cuando la pareja de la madre de la escritora vio en una cena familiar cómo el tío abusador miraba a la joven y sospechó que algo estaba pasando.

A partir de ahí empezó un largo proceso que López Peiró describe como un tránsito por tres estados: primero reconocerse como víctima, luego salirse de ese lugar de víctima y por último, encontrar el empoderamiento que le permitió superar esa experiencia.

Esto último cuando entró a un taller de escritura en el que le mostraron "que podía transformar el abuso en una obra de arte".

Pero el camino fue todo menos fácil, como puede imaginar cualquier persona que haya vivido algo así: cuando ella decidió hablar, le preguntaron por qué no había dicho nada antes, por qué volvía cada verano, por qué le hacía esto a su familia.

Su respuesta fue contarlo todo y hacer visible en el pueblo de su infancia lo que muchos no querían ver.

López Peiró es afortunada, dice, porque sus familiares más directos -su padre, su madre y su hermano- no dudaron de su palabra y la acompañaron. También porque tuvo recursos para ir a terapia, para estudiar, para escribir.

Hace tiempo que no vuelve a Santa Lucía, donde el tío abusador sigue libre. Ella, dice, ya hizo lo que tenía que hacer.

Las voces del abuso

López Peiró escribió y relató por primera vez lo que había sufrido en el taller literario y ese texto fue el germen de su libro.

"No me salió continuar con esa historia en primera persona, seguir relatando como yo había vivido esa situación, sino que me salieron otras voces", explica la joven autora.

"Es un libro polifónico, yo lo que hago es armar un coro entre mi voz, la voz del abusador, la voz de mi papá, de mi mamá, de mi hermano, de la psicóloga que me trató, de los médicos, la ginecóloga especialista en genitales que me vio cuando era chica, el abogado que me recibió para escribir la denuncia, el fiscal que me atendió".

Todas esas voces se entrelazan en la novela con partes de la causa judicial, como las pericias psicológicas o las declaraciones testimoniales de familiares.

El resultado es contundente y muestra de frente el rol que juegan el entorno social y familiar en este tipo de delitos.

"El abuso se da en un contexto y hay todo un entramado que hace que el silencio se sostenga y cueste tanto la palabra, cueste tanto ponerle luz a una situación de violencia", dice López Peiró.

Un quiebre

La lectura de esta novela no solo impacta por la descripción cruda del abuso, también por lo que dicen quienes se supone que deben ayudar a la víctima.

"Pone en evidencia las respuestas, las reacciones, las palabras de las personas cada vez que escuchan que una mujer vivió abusos", le dice a BBC Mundo la autora.

"Es una crítica a cómo se manejan las instituciones con las mujeres que pasan por esta situación. La justicia te cierra puertas, los médicos te cierran puertas, la familia cuanto más silencio, más tranquilos pueden vivir".

"Y este libro viene también a decir eso, hay que quebrar con esas instituciones que todavía no saben cómo responder eficazmente".

Por eso, dice López Peiró, los abogados deberían prepararse mejor y pensar de qué manera generar empatía para acompañar a una mujer que sufre un abuso.

"No solo tiene que contarte de pe a pa lo que vivió, se entrega a vos porque sos la persona que la va defender ante un juez. Y lo mismo los médicos, si vos ves a una chica que llega con un desgarro vaginal, pensá dos veces qué le pasó, no te la saques de encima, porque de vos puede depender a veces su vida".

Ese quiebre, explica la joven escritora, "me parece que las mujeres lo estamos pidiendo en todo el mundo".

En este reclamo feminista enmarca López Peiró la publicación de su novela de no ficción, a la que también considera un hecho político.

"Yo creo que este libro no hubiese podido ser publicado muchos años antes", dice.

La rebelión

La salida al mundo del libro tuvo efectos que la autora no esperaba.

"Tuvo mucha más repercusión de la que yo podía imaginar, pero después pensándolo en frío me doy cuenta que tenía que haber sido esperable, porque si nosotros estamos hablando de que acá en Argentina una de cada cinco chicas sufrieron algún tipo de abuso y que el 80% se dan en ambientes intrafamiliares, entonces claramente no estoy sola".

"Compañeras de trabajo o de la universidad a través de mi historia pudieron por primera vez hablar y reconocer que en algún momento de su vida habían sufrido algún tipo de violencia", cuenta la escritora.

"Me dio mucha ternura una mujer que me escribió desde el Chaco, provincia argentina, y que me dijo que era abuela y por primera vez en su vida había podido hablar de una situación que había vivido en su entorno intrafamilia. Después de tantos años, fue la primera vez que pudo ponerle palabras porque había leído esas palabras en el libro".

López Peiró dice que en su texto hay un esfuerzo por "llamar las cosas por su nombre", sin los eufemismos ni las reducciones que se suelen utilizar al hablar de abuso.

"No es una caricia, es dolor, es golpe en el cuerpo, entonces que esas palabras, que a leer el libro puedas sentir un poco ese dolor, ese golpe, también es parte de eso".

Pero en la novela hay algo más, una esperanza.

"Porque a lo largo del libro mi voz crece también, empieza con el relato del abuso y termina con una determinación en la que digo que no tengo por qué vivir con culpa".

Lo que propone es la posibilidad de "ir más allá, no seguir con el destino que se te es planteado cuando sufrís un abuso, porque claramente lo primero que pasa es que te sentís reducida, expropiada".

"¿Entonces cómo podemos hacer una diferencia con eso? Y yo digo, siguiendo con nuestra vida, teniendo nuestros propósitos".

Los de López Peiró, según cuenta, han estado desde siempre ligados a la literatura, un ámbito en el que piensa seguir desarrollándose.

"Desde el primer día que publiqué el libro estoy trabajando en una novela de ficción, antes me costaba mucho más sentirme libre en ese terreno cuando yo tenía tanto trabado en el mío".

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