Con la llegada del verano a la Antártica, la nieve se derrite en algunos parajes dejando el suelo expuesto a los intensos rayos del Sol.

Una especie de planta que crece allí -el clavel antártico (Colobanthus quitensis)- desarrolló un mecanismo de defensa para contrarrestar los daños de los rayos ultravioletas.

Y, según descubrió un equipo de científicos de la Universidad de Santiago, en Chile, el grupo de moléculas que le permite a la planta defenderse de la radiación, puede utilizarse para crear un protector solar para los seres humanos.

Laboratorio

Gustavo Zúñiga, decano de la Facultad de Química y Biología de la universidad y su equipo, estudian la vegetación antártica desde hace 15 años, analizando cómo las plantas responden al impacto del cambio climático.

Debido a que el Tratado Antártico prohíbe el uso de recursos del continente blanco, Zúñiga reprodujo estas plantas en el laboratorio, en Santiago.

Allí, las hicieron crecer simulando las condiciones extremas la Antártica, para que produjesen las mismas moléculas que producen en su hábitat natural.

Mientras que en otros sitios del planeta los organismos están expuestos de forma constante a la radiación, en Antártica las plantas, sólo están expuestas a ella de forma concentrada, en la primavera y el verano.

Los investigadores estudiaron los principios activos de la planta y cómo esta respondía cuando se la sometía a radiaciones UV.

Cuando Zúñiga aplicó radiación sobre ADN humano, protegido por las moléculas de la planta, notó que éste no había sufrido daños.

Amigable con el medio ambiente

La idea ahora es desarrollar un filtro solar con fines comerciales para la industria farmacéutica y cosmética.

La ventaja es que, a diferencia de los otros productos para protegernos del sol que emplean sustancias químicas, este puede aprovechar las propiedades naturales de una planta.

Según señaló Zúñiga, el filtro sería innovador, y "amigable con el medioambiente porque no daña el recurso, y sustentable".

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