Si bien es cierto que hay gente a la que le gustan las vacaciones con elementos de riesgo, es extraño pensar que hubo un momento en el que decenas de miles de británicos escogían pasarlas en un lugar en el que intencionalmente los iban a exponer a un virus.

Sin embargo, desde 1946 hasta 1990 eso fue precisamente lo que ocurrió en la Unidad del Resfriado Común (URC), una institución singular: el único lugar en el mundo donde seres humanos eran infectados regularmente con virus como parte de un programa de investigación a largo plazo sobre infecciones respiratorias agudas.

Pero había otra característica que la hacía especial.

"Lo que hacía única a la Unidad del Resfriado Común era que funcionaba con voluntarios", le explicó al programa Witness de la BBC el eminente virólogo Nigel Dimmock.

"La gente venía a resfriarse... ¡es una locura, pero la gente lo hacía!".

¿Por qué iban?

A los voluntarios no les pagaban pero recibían algo de dinero de bolsillo, el billete de tren y su manutención durante los aproximadamente 10 días que pasaban como conejillos de indias.

Para atraerlos, la URC promovía la experiencia como unas vacaciones económicas ideales, afirmando que era "el mejor paquete de vacaciones en cualquier lugar".

Anuncios como "Vacaciones de otoño o invierno gratuitas de 10 días: quizás no te ganes un premio Nobel, pero podrías ayudar a encontrar una cura para el resfriado común" surtieron tanto efecto que a menudo los voluntarios hacían cola para participar en los experimentos.

Muchos de los voluntarios se prestaron a ser infectados más de una vez, y algunos incluso fueron de luna de miel al sitio, o aprovecharon la oportunidad para estudiar tranquilamente en la biblioteca de la URC.

"Todos tienen diferentes motivaciones: algunos vienen para descansar, algunos estudiantes vienen a estudiar y tenemos una gran cantidad de amas de casa que vienen a disfrutar de un descanso", contaba un documental de la BBC de 1985.

"Es mi tercera visita, son unas vacaciones muy relajadas. La campiña es hermosa", declaraba una de esas amas de casa.

En la campiña inglesa

La Unidad del Resfriado Común fue creada por el Consejo de Investigación Médica británico después de la Segunda Guerra Mundial por razones económicas: en términos de la productividad de la nación en su conjunto, preocupaba mucho la cantidad de horas de trabajo perdidas cuando la gente se resfriaba.

Su sede fue un hospital de guerra que había servido como centro de transfusión de sangre para las tropas aliadas en Europa, que fue donado por la Universidad de Harvard de Estados Unidos.

Estaba situado en la campiña que rodea la sureña ciudad inglesa de Salisbury, famosa por su espléndida catedral gótica, cercana al famoso monumento de Stonehenge.

Era un lugar aislado, ideal para realizar investigaciones pues los científicos podían poner a los voluntarios en cuarentena, observarlos de cerca y monitorear el efecto de los resfriados.

A pesar de la distancia

"Cuando llegaban, los dividíamos en dos grupos: los que estaban infectados y los que recibían placebo", explicó Nigel Dimmock a la BBC.

"Si haces las cuentas, no era tan mal negocio pues las posibilidades de contraer un resfriado eran bajas.

"Y, con gripe o sin ella, podían pasar el tiempo leyendo, jugando ajedrez, estudiando flores silvestres, practicando el violín, escribiendo sus novelas... y creerme que la gente hizo todas esas cosas y muchas otras más extrañas".

Los voluntarios se mantenían en estricto aislamiento del mundo exterior y de otros que participaban en las pruebas.

Pero, según aseguraba un comunicado de prensa de la URC, "el aislamiento no es tan malo como parece".

"Todos los apartamentos tienen teléfono para que puedas hablar con esa rubia sensacional que está en otro piso".

"La gente se conocía, se hacían amigos y hubo algunas encantadoras historias de romances", contó Dimmock.

Romances como el de un voluntario que tocaba la guitarra y cortejó a una oboista y acabaron haciendo duetos a distancia.

En la variedad está el problema

Unos 20.000 voluntarios pasaron temporadas en la unidad, algunos varias veces, aunque la cura para la gripe siguió eludiendo a los investigadores.

"Resultó ser mucho más difícil de lo que pensábamos", declaró en 1985 David Tyrrell, director de la Unidad del Resfriado Común.

"¿Por qué -preguntará la gente-, en esta era de la ciencia avanzada, parece que no hemos logrado nada en la lucha contra esta aflicción tan antigua?", escribió más tarde Tyrrell.

"La verdad es que hemos hecho enormes progresos (...) Conocer sus causas, la mecánica de su propagación y su variedad de formas es un avance muy significativo. Pero precisamente esa variedad es el meollo del problema".

La verdad siempre ayuda

Efectivamente, cuando el grupo descubrió que no había un virus de la gripe sino alrededor de 100 serotipos de rinovirus diferentes, y que nuestros cuerpos veían a cada uno de esos virus como si fueran totalmente diferente a los demás, comprendió que sería imposible encontrar una sola vacuna para todos ellos.

Aunque eso se podría interpretar como un fracaso, fue un logro establecer que así era, pues de otra manera los investigadores habrían seguido por el camino errado.

Y varios otros hallazgos de la investigación de la Unidad del Resfriado Común fueron valiosos, como el aislamiento de algunos de los primeros rinovirus, coronovirus y virus de parainfluenza.

Además, se pusieron a prueba ciertos mitos, entre ellos, si salir cuando llueve y hace frío te predispone a resfriarte. No hallaron ninguna evidencia de que enfriarse o mojarse afectara la incidencia de los resfriados.

"Vandalismo científico"

Al final, la Unidad del Resfriado Común fue cerrada por razones económicas hace 40 años.

"Creo que fue una gran pérdida científicamente hablando debido a que funcionaba con voluntarios. Ese tipo de organizaciones son muy valiosas y hay muy pocas de ellas", opinó Dimmock.

Para el epidemiólogo Tom Jefferson, la clausura de la Unidad "fue vandalismo científico".

¿Y qué pasó con la cura para el resfriado común?

"Hay científicos que todavía la están buscando. Comercialmente sigue siendo una propuesta muy atractiva. Nadie ha logrado encontrar una. Pero seguimos siendo optimistas", concluyó el virólogo Nigel Dimmock.

 

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