Al patólogo forense británico Richard Shepherd le han tocado algunos de los casos más trágicos y famosos de la historia reciente: los ataques del 11 de septiembre en Nueva York, los atentados con bomba en Londres en 2005 y las víctimas del asesino serial Harold Shipman.

Las experiencias tuvieron un fuerte impacto en su salud mental.

"Ver 200 cuerpos dañados y desmembrados en un lugar te dejan una imagen", le contó Shepherd al programa Victoria Derbyshire de la BBC, para explicar por qué su carrera como patólogo forense ha tenido efectos profundos y traumáticos en su salud mental.

"Estoy acostumbrado a la muerte, he estado acostumbrado a ella durante 35 años, pero llega un momento en que no puedes compartimentarla".

Shepherd calcula que ha llevado a cabo más de 23.000 exámenes postmortem, muchos de ellos a víctimas de asesinatos en masa en algunas de las mayores tragedias de las últimas décadas.

Su labor lo ha dejado con trastorno de estrés postraumático (TEPT).

"Tal vez debería haber ido a ver a un terapeuta una vez al año", reflexiona, agregando que no sintió la necesidad hasta que desarrolló TEPT a los 60 años, el momento culmen de su carrera.

Lo que disparó el trastorno fue algo curioso: los cubitos de hielo en su bebida, que le recordaron lo que vivió después de los bombardeos de Bali en 2002, cuando no había refrigeración para conservar las pilas de cadáveres.

Pero él cree que las raíces de su afección pudieron haber surgido más de una década antes.

"Extraño e inquietante"

"Tuve el primer indicio en el avión sobre Hungerford", dice, refiriéndose a una masacre ocurrida en Reino Unido en 1987 en la que 16 personas fueron asesinadas a tiros por un hombre.

Fue el primer caso importante del doctor Shepherd.

"Había una resonancia que era extraña e inquietante, y nació a partir de ahí".

En un libro que acaba de publicar cuenta que a veces temía cerrar los ojos ya que su mente era "perseguida por fragmentos de cuerpos".

"Había intestinos. Hígados esponjosos. Corazones que no latían. Manos. El hedor me dejó sin aliento".

Por momentos pensó que "era mejor morir que vivir así".

Es esta experiencia personal la que lo ha llevado a creer que después de participar en desastres a gran escala, los patólogos y otros trabajadores de emergencias deberían recibir asistencia psicológica.

Esto no ocurre porque la mayoría de los patólogos forenses trabajan por cuenta propia, le explicó a la BBC.

"Una cirugía compleja"

Sin embargo, quiere dejar en claro que los exámenes postmortem no son procedimientos brutales.

"Puedo entender la percepción, pero en realidad es una cirugía compleja y no hace que el cuerpo se vea horrible".

"Después de los ataques en Londres del 7 de julio de 2005 las reconstrucciones permitieron a muchos de los familiares poder decir un último adiós a las víctimas".

"Nadie se ve peor después de una autopsia que cuando llegó", asegura, y agrega que el saber qué pasó con el fallecido puede ayudar a los familiares a reconstruir sus vidas.

"La verdad es crucial"

El objetivo central de su trabajo, cuenta, es encontrar la verdad de lo que sucedió.

Descubrirlo es lo que más orgullo le da. Destaca el caso de una joven de 15 años que murió de muerte súbita por epilepsia.

"Espero haberle dado a los padres una verdadera comprensión de lo que le sucedió a su hija", dice.

"Creo fuertemente que la verdad es crucial".

"Si a las personas no les cuentas toda la verdad descubrirán que algo falta y no creerán en nada de lo que les digas".

La pregunta más común que le hacen los familiares de los difuntos es si sintieron dolor.

"Simplemente les digo la verdad", afirma Shepherd.

Muerte única

Queda claro que el experto se ha preocupado por cada individuo al que le tocó examinar.

Él siempre recuerda que esa persona "es un miembro de la familia de alguien".

"Cada caso es un rompecabezas único y esa muerte es única".

A veces los resultados que encuentra lo sorprenden.

Admite, por ejemplo, que tuvo una "lucha mental muy fuerte" para creer que alguien respetado, como el médico de cabecera británico Harold Shipman, podría haber hecho algo tan horrendo como matar a 215 de sus pacientes.

"Pero todas las pruebas apuntaban hacia allí", dice. "Y fue la verdad".

Probando teorías con la cena

Shepherd ya no trabaja para el Ministerio del Interior pero todavía toma casos que le derivan relacionados con las defensas en casos judiciales.

Se especializa en ataques con cuchillo. Afirma que gracias a su experiencia, en algunas muertes por apuñalamiento múltiple ha sido posible dibujar una imagen precisa de cómo se vería el cuchillo, a partir de las heridas.

Pero su trabajo también se ha filtrado a su vida hogareña, incluido el uso de la carne servida en la cena como una herramienta para probar sus teorías con cuchillos de diferentes longitudes y en diferentes ángulos.

"No apuñalaba mi carne asada con una variedad de cuchillos cada domingo pero los niños definitivamente me vieron hacerlo algunas veces", admite.

"¿Por qué desperdiciar una buena oportunidad de investigar?", ríe.

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