Después de 60 años de mantener cerradas sus compuertas para mirar al cielo, los astrónomos volverán al Observatorio Real de Greenwich (ROG, por sus siglas en inglés) a explorar el firmamento.

La histórica casa de la astronomía británica que el rey Carlos II mandó construir en 1675 con la esperanza de que las lejanas estrellas salvaran barcos y vidas, se convirtió en un museo después de 1957, cuando los científicos se retiraron al campo para alejarse del esmog urbano y la contaminación lumínica.

Pero con el aire más limpio y nuevas tecnologías, ahora es posible que los telescopios vuelvan a captar buenas imágenes desde la capital británica, le aseguró el astrónomo del ROG Brendan Owens a BBC News.

Así que el lugar que ahora es quizás más conocido por marcar la longitud de grado cero, será una vez más un sitio desde el cual se busquen "los tesoros escondidos en los cielos, los cuales son tan ricos que la mente humana nunca adolecerá de nutrientes", como dijo el matemático, astrónomo y astrólogo Johannes Kepler.

Para saber dónde estás

Durante siglos, la incapacidad de medir el tiempo con precisión fue un enorme problema para la navegación: saber dónde estabas en altamar era cuestión de vida o muerte. Y para quienes habían invertido en el viaje, de pérdidas y ganancias.

Observando el ángulo del Sol o la estrella polar, los marinos podían calcular su latitud: el lugar en el que estaban entre el norte y el sur.

Pero la longitud -entre este y oeste- era algo que tenían que adivinar.

Y cuando adivinaban mal, atracaban a cientos de kilómetros de donde debían estar, en el mejor de los casos.

En el peor, chocaban y naufragaban.

A medida que las rutas comerciales se abrieron después de que Cristóbal Colón cruzara el Atlántico en 1492, se hizo cada vez más urgente encontrar una solución al problema de la longitud, y las naciones marítimas de Europa se pusieron en la tarea.

"Para perfeccionar el arte de la navegación"

En Reino Unido, Carlos II nombró a John Flamsteed como su "observador astronómico", luego de que éste le demostró que el mejor catálogo de estrellas disponible, el de Tycho Brahe, era propenso a errores hasta de varios cientos de millas.

Proporcionar los datos necesarios, dijo, requeriría años de observación con instrumentos grandes equipados con miras telescópicas.

El rey entonces le dio la instrucción de "aplicarse con la más exacta atención y diligencia a la rectificación de las Tablas de los Movimientos de los Cielos y los lugares de las Estrellas fijas, a fin de descubrir la tan deseada Longitud de Lugar para perfeccionar el arte de la navegación".

Tres meses más tarde, el 22 de junio de 1675, emitió una nueva orden para la construcción del observatorio en Greenwich, diseñado por uno de los grandes de la arquitectura británica: Christopher Wren.

Allí pasó Flamsteed el resto de su vida y, a pesar de su mala salud y bajo salario, tomó más de 50.000 observaciones.

Seis años después de su muerte en 1719, se publicó su libro Historia Coelestis Britannica, que ayudó al relojero inglés John Harrison a resolver "el problema más grande de la época" gracias a los cronómetros marinos de alta precisión que diseñó y perfeccionó durante la primera parte de la década de 1770.

Haber sido el sitio donde se hizo realidad la posibilidad de determinar la ubicación de un lugar en la Tierra al este o al oeste de una línea norte-sur con exactitud hizo de Greenwich el hogar del meridiano principal.

Y desde 1884, eso le ha dado la oportunidad a millones de personas de pararse a horcajadas con un pie en el hemisferio oriental y el otro en el oeste.

Para comprobar que Einstein tenía razón

Flamsteed fue el primero de los apenas diez astrónomos reales que hubo durante los 250 años que el ROG estuvo activo.

Uno de ellos fue Frank Watson Dyson, quien nació en 1868 y sirvió como astrónomo real desde 1910 hasta 1933.

Su más significativo regalo a la ciencia fue probar la teoría de la relatividad general de Albert Einstein al observar el comportamiento de las estrellas vistas cerca del Sol durante el eclipse de 1919 y proporcionar evidencia de cómo la luz se doblada en campos gravitacionales, como Einstein había teorizado.

La teoría de la relatividad especial y general de Einstein fue publicada en 1916, en medio de la Primera Guerra Mundial, y la idea de que Dyson estuviera organizando expediciones para probar una teoría científica en el punto álgido del peor conflicto que el mundo hubiera visto hasta entonces suena quizás romántico.

Pero en ese momento la ciencia, especialmente la astronomía y nuestra comprensión del Universo, se encontraban en una encrucijada, del mismo modo que el mundo había estado en una encrucijada con la guerra.

Las teorías de Einstein tenían a los científicos peleando como perros y gatos. "Muchos eminentes hombres de ciencia se negaron a aceptar la teoría de Einstein; esto probablemente se debió en parte a que alteraba profundamente ideas antiguas y arraigadas", explicó la revista de astronomía The Observatory en el obituario de Dyson en 1939.

El 29 de mayo de 1919, la expedición liderada por Frank Watson Dyson y el astrónomo británico Arthur Stanley Eddington, que había viajado a la isla Príncipe en la costa oriental de África, logró fotografiar la luz de las estrellas durante un eclipse.

Las imágenes fueron analizadas por la Royal Society y la Royal Astronomical Society de Londres que, en noviembre de ese año anunciaron: "no hay duda de que confirman la predicción de Einstein. Se ha obtenido un resultado muy definitivo de que la luz se desvía de acuerdo con la ley de gravitación de Einstein".

Para seguir haciendo historia

Ahora, nuevamente, tanto profesionales como aficionados y escolares del siglo XXI seguirán escribiendo la historia del observatorio de Greenwich.

Sus instrumentos estarán a disposición de todos, entre ellos el Telescopio Astrográfico Annie Maunder, que en realidad son cuatro dispositivos en uno solo.

Comprende tres refractores más pequeños alrededor de un telescopio Schmidt-Cassegrain de 35,5 cm. de abertura superior.

Los usuarios podrán estudiar el Sol y los planetas en nuestro Sistema Solar, pero también mirar más allá a las estrellas más distantes y esas grandes nubes de gas y polvo que son las nebulosas planetarias.

 

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