Resulta fascinante hablar con Amador Menéndez Velázquez, investigador del Instituto Tecnológico de Materiales de Asturias (región del norte de España) y autor de "Historia del Futuro. Tecnologías que cambiarán nuestras vidas", un libro que ha sido galardonada recientemente con el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2017.

Lo que hace especialmente sugestivo a este científico es que, como si fuera un adivino, es capaz de sacar una bola de cristal y mostrarnos el futuro. Un futuro que, según sostiene, supone una ruptura con la continuidad histórica.

BBC Mundo lo entrevistó con motivo del Hay Festival de Segovia, que se llevó a cabo en la ciudad española hasta este domingo.

Bienvenidos a la era del Homo tecnologicus.


A pesar de todas las dudas que surgen respecto al futuro, se declara optimista. ¿Qué representa para usted la tecnología, una oportunidad o una amenaza?

Me gusta definir la tecnología como una extensión de nosotros mismos que trata de superar nuestras limitaciones. Cuando no podíamos ver lo suficientemente lejos, inventamos el telescopio y así fuimos capaces de sumergirnos en el fascinante paisaje interestelar.

Cuando quisimos viajar a lugares lejanos en un corto período de tiempo, inventamos el avión. Cuando necesitábamos hablar con personas que no estaban cerca, creamos el teléfono. Para transmitir y compartir no solo mensajes de voz, sino también de texto, vídeos, imágenes, etcétera, creamos esa red de redes conocida como Internet. Desde este punto de vista, veo a la tecnología como una oportunidad más que como una amenaza.

¿Pero no corremos el riesgo de ser esclavos de ella?

Opino que la tecnología nos hace más libres. Si nos permite superar limitaciones, incluidas las relativas a la discapacidad humana, si nos permite franquear barreras y expandir fronteras, eso es libertad.

Por supuesto, corremos el riesgo de obsesionarnos y hacernos demasiado dependientes de la tecnología. Pensemos en ese teléfono móvil del que podemos llegar a estar pendientes las veinticuatro horas del día. Pero en este caso el problema no está en la propia tecnología sino en la gestión de la misma.

Nuestra capacidad de gestionar adecuadamente la tecnología es uno de los grandes retos de esta era; es la que marcará la diferencia entre ser libres o esclavos de la tecnología.

Descríbame por favor las características de esa nueva especie llamada Homo tecnologicus en la que nos hemos convertido?

Podríamos decir que del Homo sapiens -una especie que piensa- hemos pasado al homo sapiens sapiens. Se trata de una especie que "piensa que piensa", que reflexiona sobre sí misma y siente curiosidad por el mundo que le rodea.

Esto le lleva a la adquisición de conocimientos, que luego es capaz de traducir en tecnología o aplicaciones prácticas. Nace así el Homo tecnologicus.

Esta especie se caracteriza por haber convertido a la tecnología en compañero inseparable, con el consiguiente impacto en sus formas de vida. Imaginemos el mundo sin medicinas, aviones, GPS, el láser o internet.

También existiría vida, pero de una forma muy diferente a como la conocemos. La tecnología se funde indisolublemente en la vida del Homo tecnologicus y será cada vez más invisible y omnipresente. Nuestras ciudades, nuestras ropas, nuestros vehículos ? estarán dotados de diminutos sensores que harán del mundo un lugar cada vez más interconectado.

Y esta hiperconectividad en la que vivimos inmersos, ¿cómo nos está cambiando? ¿Afecta a nuestra manera de pensar, a nuestra capacidad de concentración? ¿Puede incluso provocarnos cambios neuronales?

El cerebro cambia y se adapta constantemente; es plástico y no fijo o inmutable como se creía años atrás. Esta neuroplasticidad es intrínsecamente buena, pues nos permite adaptarnos y salir victoriosos en diferentes entornos.

El problema está en la capacidad de concentración, que sí puede verse afectada por una hiperconectividad excesiva.

Si uno lee un libro en papel ininterrumpidamente durante un día, es capaz de concentrarse y extraer conclusiones y valiosas reflexiones. La concentración es necesaria para muchas tareas cognitivas. Si leemos el libro en la pantalla del ordenador, podemos estar tentados a navegar a golpe de ratón por diferentes páginas, a estar pendientes de los mensajes de correo?

Esto merma nuestra capacidad de concentración y rendimiento. Cabe resaltar de nuevo que el problema no está en la tecnología sino en la gestión que hacemos de la misma.

¿Mejoran o empeoran las relaciones personales con la hiperconectividad que nos brinda la tecnología?

Las relaciones también pueden resentirse si no gestionamos bien la tecnología.

La tecnología nos brinda un universo de fascinantes posibilidades. Podemos comunicarnos al instante con familiares o personas queridas que están en otros países. Y podemos hacerlo en diferentes formatos: videoconferencia, llamada telefónica, mensajería, etcétera. Esto es muy positivo.

Pero también es posible que usted y un familiar o amigo que se encuentran en la misma sala se ignoren mutuamente, pues están demasiado ocupados con la mensajería instantánea a través del teléfono móvil.

Estaremos entonces desperdiciando un momento especial, esa conversación cara a cara en la que somos capaces de transmitir emociones y enriquecer la comunicación, algo que no es posible con un frío mensaje de texto. El primate conectado tiene que aprender a desconectarse.

Usted sostiene que el periodo que estamos viviendo supone una ruptura con la continuidad histórica, que el siglo XXI es completamente diferente a los anteriores. Pero ¿no se vivió algo parecido a lo que estamos viendo hoy en el siglo XIX con la revolución industrial?

La máquina de vapor dio lugar a la revolución industrial, cuyo impacto en la sociedad se extiende hasta nuestros días.

Diferentes disciplinas emergentes -como la nanotecnología o la biotecnología- y otras ligadas a las mismas, interaccionando todas entre sí, se funden en un fascinante sinergismo en el que el todo es mucho mayor que la suma de sus partes.

Podríamos hablar de revolución, pero sería infravalorar la magnitud del cambio y su impacto. Por primera vez en la historia de la humanidad, estamos en los albores de una singularidad tecnológica.

¿A qué se refiere cuando habla de singularidad tecnológica?

El progreso tecnológico no es lineal, sino exponencial. La tecnología avanza a velocidad de vértigo, un avance impulsado en parte por la mencionada interacción entre las diferentes disciplinas.

Y también porque cuanto más desarrollada está una tecnología, nos proporciona en sí misma una plataforma para crear otra tecnología aún más avanzada. La tecnología crea tecnología. Ya tenemos productos tan revolucionarios como coches autónomos que se conducen solos o prótesis biónicas controlables directamente con el pensamiento.

Pero esto es sólo el comienzo. Nos aproximamos a un momento singular, único, diferente y misterioso por lo novedoso, lo desconocido y por un impacto sin precedentes en la sociedad. Entre los productos de esa singularidad está la denominada superinteligencia.

¿Sobrepasará alguna vez la inteligencia artificial a la del ser humano? Hace ahora 20 años, en 1997, la computadora Deep Blue ya se impuso en un torneo de ajedrez al campeón mundial Gary Kasparov?

Efectivamente, Deep Blue derrotó a Kasparov. Pero Deep Blue sólo saber jugar al ajedrez.

Hoy tenemos también coches inteligentes y autónomos, capaces de conducirse a sí mismos. Pero esos coches sólo saben conducir.

Todo ello son ejemplos de la denominada inteligencia artificial estrecha o reducida, una inteligencia confinada o restringida a una tarea específica.

El gran sueño de la tecnología es el desarrollo de la denominada inteligencia artificial general, o dicho de otro modo, máquinas que igualen o superen al ser humano en cualquier actividad cognitiva. Y de eso creo que estamos muy lejos y quizás nunca lleguemos.

¿Por qué ve complicado el desarrollo de una inteligencia artificial general?

Una estrategia muy socorrida para el desarrollo de una máquina dotada de inteligencia artificial general es la emulación o imitación del cerebro humano. Ha habido varios intentos en esta línea, que de momento resultaron fallidos.

Y es que aún estamos lejos de comprender completamente el cerebro humano y probablemente nunca lo logremos. Como bien argumentaba Max Planck, "la ciencia no puede resolver el misterio último de la naturaleza porque, en último término, somos parte del misterio que tratamos de resolver".

Y claro está, si no podemos comprender completamente el cerebro, difícilmente podemos desarrollar una máquina que lo imite y sea tan inteligente como el propio cerebro.

¿Y qué opina de la inteligencia colectiva? ¿Puede llevarnos a una superinteligencia?

Eso sí lo veo factible. Tenemos ejemplos en el mundo animal. La hormiga individual tiene una inteligencia mínima o nula, sin embargo el hormiguero es inteligente. Es lo que se conoce como inteligencia colectiva.

En esta era de la hiperconectividad, que millones de ordenadores y personas estén conectados a través de internet e interactuando unos con otros podría dar lugar a una fascinante y poderosa inteligencia colectiva, a una superinteligencia.

¡La humanidad es más grande que el hombre! Y la humanidad y la máquina unidas son todavía mucho más grandes.

Esta superinteligencia podría llevarnos a afrontar con éxito algunos de los más grandes retos de la humanidad, como los relativos a la salud humana o al cambio climático.

Un estudio de la Universidad de Oxford, de Reino Unido, calcula que en las próximas dos décadas el 47% de los puestos de trabajo podría estar automatizado y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) de EE.UU. habla incluso de que se podría perder el 80% de los empleos que existen ahora mismo. Se trata de un escenario catastrófico, porque sin empleo y por lo tanto sin sueldo, ¿de qué va a vivir la gente?

No es un problema sencillo de abordar. Muchas personas creen que una renta básica universal sería una herramienta adecuada para afrontar el problema del desempleo tecnológico. Esta renta básica universal consistiría en una paga que recibirían todos los ciudadanos del planeta, simplemente por el hecho de ser ciudadanos.

Esta aproximación tiene sus defensores y detractores. El gurú tecnológico Elon Musk, fundador de Tesla, es un gran defensor de la renta básica universal. A Bill Gates, sin embargo, no le entusiasma demasiado la idea. Argumenta que para que eso sea posible unos pocos tendrían que pagar unos impuestos demasiado elevados para así sostener al resto de la población. Y él defiende que quiere distribuir sus riquezas como estime oportuno y no como el gobierno dicte.

¿Pagarán impuestos las máquinas? Esa podría ser por ejemplo una solución?

Es otra solución que se baraja. Y esa idea sí le gusta a Bill Gates. El fundador de Microsoft sostiene que los robots deberían compensar fiscalmente los puestos de trabajo que reemplazan.

El único problema que vislumbra Bill Gates con esta aproximación es una posible ralentización de la automatización.

Si los propietarios de los robots tienen que pagar impuestos por ellos, quizás esto les frene a la hora de contratarlos. No obstante cree que a medio y largo plazo podría ser una solución adecuada para afrontar el problema del desempleo tecnológico.

¿Traerá la tecnología nuevos modelos de negocio?

La tecnología ya está provocando cambios drásticos y disruptivos en nuestros modelos de negocio. La mayor tienda del mundo (Alibaba) no posee almacenes ni locales físicos, la mayor compañía mundial de taxis (Uber) no tiene coches, el cine más grande del mundo (Netflix) tampoco posee local físico?

Se trata de plataformas virtuales que conectan necesidades de personas con soluciones. La tecnología ha hecho posible estos nuevos modelos de negocio, llevándonos a escenarios inimaginables años atrás.

¿Cree que el aumento de los populismos y de los nacionalismos que estamos viviendo puede estar relacionado con la revolución tecnológica?

Creo que no. Creo que es algo inherente a las características de la raza humana.

Permítame que le cuente una fábula. Antes hablábamos de la inteligencia colectiva del hormiguero. Los hormigueros son sociedades perfectas porque cada miembro se sacrifica por el bien común: la persistencia del hormiguero. Pero un buen día las hormigas individuales se volvieron inteligentes. Y esto provocó un conflicto irremediable. La hormiga, capaz de pensar por sí misma, ya no quiso diluirse en el hormiguero.

La inteligencia individual se enfrentaba continuamente a la colectiva.

Esta fábula tiene mucho de real si reemplazamos a las hormigas por seres humanos. En los momentos en los que la humanidad aunó esfuerzos, conseguimos fascinantes proezas como pisar la Luna o descifrar nuestro genoma.

Pero en otras ocasiones nuestro ego individual domina. Y el denominado Homo sapiens ha sido capaz de cometer auténticas atrocidades, como sangrientas guerras en las que nunca hay vencedor.

De la misma manera, creo que los populismos y los nacionalismos tienen más que ver con los egos que con la tecnología.

De todos los avances tecnológicos ¿cuál es el que le parece más sorprendente, el que nunca pensó que llegaría a ver?

Me fascina y sorprende gratamente el campo de la biónica. La popular serie televisiva americana de los años 70, conocida como "El hombre de los seis millones de dólares", comenzaba diciendo: "Podemos reconstruirle. Tenemos la tecnología. Tenemos la capacidad para hacer realidad el primer hombre biónico del mundo".

La película mostraba la reconstrucción del cuerpo de un amputado con implantes biónicos, que él podía controlar con su mente. En aquel tiempo estas ideas eran pura fantasía, pero en nuestros días comienzan a hacerse realidad.

¿Y cuál es el avance que aún no ha visto y más desearía ver?

Cualquier avance que sirva para acabar con enfermedades terribles que hoy nos acechan sería maravilloso. Ojalá pudiésemos ganar la batalla definitiva al cáncer. También me preocupan especialmente enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, que nos roban nuestra propia identidad.

Me encantaría ver grandes avances para frenar o atajar estas enfermedades. Esto es en lo que concierne a la salud humana; en lo que respecta a la salud del planeta, mi sueño sería ver consolidada la energía solar.

Usted investiga precisamente en esa área y sabe que el Homo tecnologicus consume más energía que sus ancestros?

Efectivamente, la tecnología conlleva consumo energético. Estamos ahora en un momento crucial, tenemos que efectuar una transición energética lo más inteligente posible y de forma respetuosa con el medio ambiente.

Una de las energías más prometedoras es la energía solar. Y es que una sola de hora de sol bastaría para abastecer las demandas energéticas de la humanidad durante todo un año.

Una de mis líneas de investigación es precisamente la energía solar fotovoltaica. Investigo en el desarrollo de unas pinturas que, al depositarlas sobre una ventana convencional, la convierten en una pequeña central fotoeléctrica, capaz de atrapar la luz del sol para posteriormente convertirla en electricidad.

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Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival de Segovia, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad española entre el 22 y 24 de septiembre.

Sigue aquí toda la información relacionada con el Hay Festival

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