El hambre es la manera que nuestros cuerpos nos avisan que es hora de buscar alimento, comer y continuar con vida.

Es un instinto muy poderoso que es generado cuando el cerebro detecta cambios en los niveles de hormonas y nutrientes en la sangre.

Son una variedad de señales que vienen de diferentes partes del sistema digestivo y del torrente sanguíneo además de una serie de factores químicos y metabólicos.

Puede ser un sonido de tripas, dolor, baja energía, confusión, mal genio, todos son síntomas de que tu cuerpo necesita alimentarse y te está enviando señales de todas partes.

Estos son los sistemas y órganos involucrados en crear esa importantísima sensación de hambre:

El vago

El vago es uno de los principales nervios que une al cerebro con todos los órganos del cuerpo.

En el caso del hambre, actúa como una súper autopista que conecta el sistema digestivo con el cerebro.

Así es cómo el cerebro se mantiene al tanto de los diferentes nutrientes que tienes en el intestino y qué tan lleno o vacío se encuentra tu estómago.

La señal de saciedad se activa cuando el alimento pasa del estómago al íleo (el primer tramo del intestino delgado), lo que genera la secreción de péptido YY y el mensaje de "estoy lleno".

Ese paso se demora unos 20 minutos, así que uno puede ya haber comido más de lo suficiente antes de sentirse saciado. Por eso se recomienda comer despacio, para darle una oportunidad al estómago para avisarle al cerebro.

El estómago

Cuando tu estómago lleva vacío más de dos horas, se empieza a contraer para empujar la comida que queda hacia el intestino delgado.

El movimiento de comida, mezclada con los jugos gástricos y aire producen un ruido que se llama borborigmo o, lo que vulgarmente llamamos "me suenan las tripas".

Aunque esos crujidos se dan esté o no presente la comida, por lo general son más comunes cuando han pasado varias horas desde que hayas ingerido alimento, así que se asocian más con el hambre.

Los sonidos pueden ser motivo de vergüenza social, pero son una función normal de la digestión y si las tripas nunca te suenan podría ser una indicación de obstrucción.

El tracto gastrointestinal

Las células en el estómago y en el intestino producen ghrelina, conocida como la hormona del hambre.

Actúa en sentido contrario del péptido YY, enviando señales al hipotálamo para estimular el apetito.

Altos niveles de ghrelina en el tracto gastrointestinal están asociados con la obesidad.

Hay estudios que señalan que el consumo de ciertos alimentos, particularmente los que catalogan como "comida emocional" pueden subir los niveles de ghrelina en humanos sanos, generando un ciclo de mayor consumo y hambre que puede terminar en obesidad.

El páncreas

Cuando se acerca tu hora usual de las comidas, tu páncreas (un órgano glandular que se encuentra detrás del estómago) empieza a secretar insulina.

La insulina tiene dos funciones: ayudar a convertir el alimento en combustible para las células del cuerpo y regular los niveles de azúcar en la sangre.

La secreción de insulina antes de que nos alimentemos crea un bajón de glucosa y es por eso que, cuando tenemos hambre podemos experimentar debilidad corporal y confusión.

La sangre

Los nutrientes clave en tu sangre -incluyendo glucosa, aminoácidos y ácidos grasos- están a su niveles más bajos cuando tienes hambre.

La glucosa viene de la descomposición de almidones y te da energía.

Por su parte, los amino ácidos son metabolizados de las proteínas que consumes y son cruciales en el mantenimiento y crecimiento del tejido muscular.

Finalmente, lo ácidos grasos son también esenciales, como el omega 3 que se encuentra en el pescado, y contribuyen al sistema autoinmune combatiendo alergias y enfermedades crónicas.

Pero no te vayas llenando de papas fritas cuando sientas hambre. Una dieta balanceada de almidones, proteínas y grasas es óptima para la buena salud.

El cerebro

Es prudente prestarle atención cuando nuestro cuerpo nos indica que tenemos hambre.

Muchas personas suelen estar de mal genio cuando no han comido y se vuelven difíciles de tratar.

Pero el hambre va más allá en sus efectos en el cerebro.

Estar hambriento te puede volver impulsivo y reduce tu habilidad de tomar decisiones a largo plazo.

La actividad intelectual también sufre. Es por eso que se suele recomendar tomar un buen desayuno balanceado antes de entrar a un examen.

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