Los bailarines masculinos Chippendales describen su trabajo como "mitad espectáculo, mitad fiesta", como una revista masculina que, en sus palabras, "revela un poco más".

Aunque suena a eufemismo.

Me senté durante la primera media hora de su función en Las Vegas, Estados Unidos, y vi espaldas desnudas, sexo simulado y un juego demasiado extraño para ser descrito en el que usaban un banano como accesorio.

Predominantemente, sin embargo, se trata de un espectáculo de danza: figuras masculinas atléticas y gráciles que hacen que la audiencia sienta que tiene el poder.

En el transcurso de la velada, que abarca alrededor de 15 rutinas de baile y cambios de vestuario con los que juegan a una fantasía femenina estereotipada (constructores, bomberos y hombres en motocicletas), las mujeres pueden participar tanto o tan poco como quieran.

Algunas se ofrecen como voluntarias para subir al escenario, algunas gritan desde la barrera, y todas son alentadas a tender la mano y tocar a los hombres cuando estos se abalanzan entre la multitud (crowd run, le llaman).

"En una noche normal ¿cuántas manos te tocan?", le pregunto a Ryan Kelsey, el capitán de baile de los Chippendales.

Sin inmutarse, dice: "Probablemente entre 40 y 50. Nuestra casa (teatro) tiene un máximo de 350 lugares, así que tratamos de movernos para que todas puedan tener la máxima experiencia Chippendales".

"¿Y disfrutas que te toquen?", le pregunto.

"Me encanta", responde. "No se trata tanto de que me toquen en sí, sino la forma en que la gente se divierte. Uno se aleja y ellas se ríen con sus amigas. Es más bien la alegría que se crea a partir de eso que la sensación en sí misma".

Permítanme hacer una pausa aquí por un segundo para explicar cómo diablos llegué a este punto.

Hace un par de semanas entrevisté al (periodista y amigo del presidente estadounidense Donald Trump) Piers Morgan para la BBC. Estaba despotricando contra el movimiento #MeToo por la prohibición de las chicas de la parrilla o modelos de F1, alegando doble rasero.

"Deberías ver cómo se comportan las mujeres cuando están en el show de los Chippendales", me dijo.

"Las mujeres manosean a estos tipos toda la noche. Anticipo un gran problema cuando los hombres se resientan y pregunten: '¿Por qué sólo critican el comportamiento masculino?'", agregó.

Tocó una fibra sensible y me causó la suficiente curiosidad como para escribirle al agente de los Chippendales mientras estaba de vacaciones en Las Vegas. Estuvo de acuerdo en que podía entrevistar a uno de sus representados para preguntarle si los bailarines de striptease masculino sentían el mismo nivel de objetivación que las mujeres.

Todas mis ideas preconcebidas del semental con el "cerebro en los bíceps" desaparecieron al conocer a Ryan.

¿Considera que su trabajo es igual al de las mujeres strippers?

"No", dice. "Somos ante todo un espectáculo y no nos dan propinas por ello. No hay dólares".

Esto es importante porque nadie puede sentir que está comprando bailarines, o su atención o favores o, en última instancia, sexo.

"No puedes influirnos. (No puedes decir) 'Dios mío, esta señora está llena de dinero, está tirando billetes de US$100'.

"Si fuera así y les dieras más atención (a las que más dinero tienen), entonces alguien que ahorró durante semanas para venir sería ignorado. Queríamos evitar situaciones como esas. Nos gusta (la igualdad) en toda la sala".

Es un recordatorio de cómo el poder financiero es central en todo este debate.

El movimiento #MeToo ha aumentado la conciencia sobre la forma en que se ha abusado u objetivado a las mujeres.

¿Pero deberíamos hacer lo mismo cuando se trata de hombres en este tipo de roles?

Ryan no tiene nada más que elogios para el movimiento: ahora siente que entiende mucho mejor a sus propias amigas.

"Creo que es un poco diferente", dice. "Nosotros somos participantes voluntarios".

"No es algo que te ocurre en tu vida fuera del teatro, cuando estás tomando un café o piensas que estás en una cita inocente. No te están forzando y poniéndote con la espalda ?teórica o literalmente? contra la pared".

"Yo elijo trabajar aquí, así que creo que el solo hecho de participar de esa manera cambia la dinámica".

Le insisto: "¿Te sientes cosificado?".

"No, porque estoy participando", responde.

"La objetivación significa que alguien te está reduciendo contra tu voluntad. Pero esto no va en contra de mi voluntad".

Me pregunto cómo se siente acerca de los recientes desarrollos en lugares de trabajo, como la prohibición de la Fórmula 1 de las "chicas de la parrilla". O de las modelos en los dardos. ¿Qué hay de las "chicas del ring" del boxeo en Las Vegas?

"Es complicado", reconoce. "Porque si algunas de esas chicas se enorgullecían de hacer eso, de estar allí, orgullosas de su cuerpo ?disfrutando del dinero, de un dinero que consideraban fácil de ganar y que lo hacían 100% por su propia voluntad?, es difícil argumentar en contra de que lo hicieran", explica.

"Dicho esto, con todas estas historias que salen a la luz, las cosas han estado mal durante tanto tiempo que quizás necesitemoscorregirlas al máximo por un tiempo antes de encontrar el término medio".

"En conjunto, las mujeres han sido forzadas a quedarse atrás o a ser cosificadas tantas veces, tan a menudo, que las cosas que representan a la vieja guardia de pronto tienen que desaparecer por un tiempo".

Es algo sobre lo que ha reflexionado, que ha considerado, y por lo que veo, que genuinamente siente.

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