Cuando Hugh Hefner murió en septiembre pasado dejó el legado de un mito, la leyenda de un imperio de modelos y lujurias y una cuantiosa herencia de US$43 millones.

Ahora, esta última es motivo de polémica, luego de conocerse las "puritanas" normas que el fundador de la revista Playboy les exigió a sus herederos para disfrutar de las jugosas ganancias que él acumuló a merced del icónico símbolo del conejito.

Según la información publicada por el diario The Blast, que filtró el contenido del testamento escrito por Hefner desde 1991, las exigencias del magnate, conocido por sus francos excesos en vida, podrían resumirse en el viejo dicho de "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago".

El controvertido editor, que presumía de haberse acostado con más de mil mujeres y haber bebido piscinas de whiskey, dejó escrito que si sus herederos (su esposa, de 31 años, y sus cuatro hijos) abusan del alcohol o de sustancias ilegales, perderán automáticamente el derecho a disfrutar de los millones que él les dejó en patrimonio.

Tampoco les deja espacio para el despilfarro.

Si los responsables de vigilar por la distribución de la herencia entienden que alguno de los descendientes de Hefner es de "manos sueltas" y no puede controlar sus asuntos financieros, los beneficios también serán suspendidos.

Lo mismo si los cinco privilegiados demuestran que "no pueden cuidarse a sí mismos", según indica el texto filtrado.

Pero la preocupación de Hefner por una potencial adicción de sus herederos, deja entreabierta también la posibilidad de una riña familiar.

Y es que, de acuerdo con The Blast, los administradores de la herencia podrán solicitar exámenes de drogas a los familiares beneficiados en caso de que sospechen de una potencial adicción o abuso de sustancias prohibidas.

Y, si las pruebas salen positivas, perderán automáticamente sus remuneraciones.

Eso sí: tendrán el derecho a reformarse y optar por una nueva oportunidad.

Si después de un año demuestran "sobriedad absoluta", podrán disfrutar nuevamente de los beneficios monetarios que les legó el controvertido "padrino" de la revolución sexual.

Y para evitar problemas con futuros reclamos de las tantas mujeres con las que decía que estuvo, dejó claro que no se debía reconocer a ningún nuevo descendiente que apareciera después de su muerte.

Tampoco antiguos candidatos: "a menos que ese niño haya vivido conmigo en mi hogar y haya sido reconocido por mí como mi hijo", escribió.

El imperio de Playboy

El patrimonio de Hefner nació y creció durante toda la segunda mitad del siglo XX gracias a la polémica revolución de la revista que creó.

Él, que había servido en el ejército y estudiado psicología, se estrenó en el mundo de publicaciones "para hombres" en Esquire y ahí entendió que el tipo de contenido que proponían podía constituir un enorme mercado en la pacata sociedad estadounidense de posguerra.

En 1953, obtuvo un préstamo de US$8.000 para producir la primera edición de Playboy.

Su madre también le prestó US$1.000, contó Hefner, "no porque creyera en el proyecto, sino porque creía en su hijo" y con eso, lanzó la revista adelante.

Al menos su primer número.

Hefner estaba tan preocupado de que la publicación se quedaría en los quioscos que ni siquiera le puso la fecha de publicación en la portada.

Pero un azar del destino lo llevó un tiempo antes a encontrar en un bazar un desnudo de la actriz Marilyn Monroe por el que pagó US$200.

La puso en la carátula y lo que pasó después pasó a la historia.

Playboy se convirtió en un éxito instantáneo y fue calificada de "revolucionaria" por su abierto contenido erótico en una sociedad donde el puritanismo religioso y el conservadorismo aún obligaban a usar la falda por debajo de la rodilla.

Para muchos, abrió las puertas al "destape" sexual que vendría después.

Aunque ni la revista ni su creador estuvieron exentos de controversia.

La imagen de la mujer como objeto sexual y las denuncias de acosos, abusos y un entramado mecanismo de violencia de género detrás de las carátulas de Playboy levantaron críticas a través de los años, tantas como las polémicas fiestas que Hefner celebraba en su mansión.

Se dice que el sexo, las drogas y el alcohol no faltaban en ellas.

Algunos de los ingredientes, por cierto, que él exigió a sus descendientes que evitaran para poder disfrutar de su legado.

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