Para que una nueva vida sobreviva, todo -la temperatura, la acidez, la concentración de oxígeno- tiene que estar controlado con absoluta precisión.

Eso no cambia con los años: tenemos que mantener condiciones precisas en cada uno las células que nos componen.

Eso es la homeostasis.

Nuestra vida depende de ello.

No hay nada más importante para el cuerpo humano.

La mayoría de los complejos sistemas de nuestro cuerpo existen principalmente para equilibrar y defender esta preciosa química interna de peligros y amenazas, grandes o pequeños.

Y nuestros cuerpos deben hacer esto cada segundo de cada día de cada año de nuestras vidas.

Es el milagro de la supervivencia. Nuestras vidas penden de un hilo y somos increíblemente buenos para agarrarnos a él.

A 36.5-37.5 °C

Mantener una temperatura constante es la prioridad número uno del cuerpo humano, ya sea en las playas tropicales o en los bosques helados de Noruega.

Independientemente de lo que les hagamos, nuestros cuerpos deben mantener una temperatura base de 37 grados.

Un cambio de unos pocos grados más o menos puede ser mortal, pues puede alterar nuestra delicada química interna al punto que nuestros órganos empiecen a fallar.

La capacidad de nuestro cuerpo para regular la temperatura es un mecanismo de supervivencia que apenas estamos empezando a comprender completamente.

Cuando corremos el riesgo de pasar demasiado frío, se activa un mecanismo que salva vidas.

La adrenalina corre a través de nuestro cuerpo, estimulando las células para producir energía a un ritmo más rápido y esto se convierte en calor.

En el otro extremo, el caliente, sudamos y enviamos más sangre a la piel para que el cuerpo pueda deshacerse del calor.

Pase lo que pase afuera, nuestra temperatura central está protegida.

Pero mantenerla tiene un costo. Puede afectar dramáticamente el equilibrio de nuestra química interna.

En los helados lagos de Noruega

En Noruega, niños, adultos y viejos suelen bañarse en las aguas heladas de sus lagos.

Es una tradición... y, según los noruegos, es divertido.

La natación en hielo es uno de los ejemplos más extremos del mecanismo homeostático del cuerpo en acción.

¿Qué pasa cuando te sumerges en agua helada?

  • Entras en un estado potencialmente mortal que llamamos "choque de agua fría".
  • Tus dedos se ponen cada vez más fríos, y empiezan a fallar. Te empiezas a sentir mal.
  • Tras unos segundos más, te sientes peor, tus dedos comienzan a perder sensación y no puedes respirar. El agua helada amenaza el equilibrio interno del cuerpo.
  • Jadeas, tu corazón se acelera y los vasos sanguíneos en tu piel se contraen, en un intento desesperado por reducir la pérdida de calor.
  • Temblores incontrolables hacen que tu cuerpo trabaje a toda marcha, produciendo calor extra para tratar de mantener la temperatura base estable.

Un peligroso desecho

Pero todo este esfuerzo produce un desecho peligroso. Dióxido de carbono.

A medida que el dióxido de carbono inunda el cuerpo, crece el riesgo de aumentar la acidez de la sangre.

Si nuestra sangre se vuelve demasiado ácida, incluso con el equivalente a una gota de limón en un vaso de agua, nuestros órganos no pueden funcionar.

Sería fatal.

Recientemente los científicos descubrieron cómo nuestros cuerpos lidian con esta amenaza.

Las células especializadas conocidas como células glómicas pueden detectar el más leve aumento en la acidez de nuestra sangre y envían un mensaje al cerebro.

Esta acción salvavidas expulsa el dióxido de carbono y mantiene la acidez de la sangre en niveles seguros, restaurando el equilibrio homeostático.

Controlar nuestra temperatura, niveles de dióxido de carbono y PH son solo algunas de las muchas funciones homeostáticas que nuestros cuerpos realizan para seguir vivos.

El esfuerzo es constante: ya sea que saltes al agua helada o que simplemente estés tomando el sol en una playa, tu cuerpo incesantemente hace malabarismos con procesos intrincadamente vinculados para mantener el equilibrio.

Es verdaderamente asombroso y una de las grandes razones por las que quienes lo estudian se refieren al nuestro como "el organismo más sofisticado del mundo".

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