El título de “Der totale Rausch” (El éxtasis total), de Norman Ohler, es un juego de palabras usando las referencias nazis a la “guerra total”, que se hizo famosa a partir del discurso de Josef Goebbels en Berlín en 1943. “¿Queréis la guerra total?”, preguntó el entonces Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda a la multitud allí aglomerada.

Ohler ha pasado años investigando la afición de los líderes nazis por un éxtasis total, para ellos y para sus soldados. “El abuso de drogas en la Alemania nazi es impactante”, dijo a DW.

DW: Éxtasis Total. ¿Qué le dio la idea para el libro?

Norman Ohler: Un DJ underground berlinés, buen amigo mío, me dijo una vez que los nazis tomaban mucha droga. Nunca antes lo había escuchado. Pero aquello me intrigó y empecé a ir a los archivos federales alemanes y a los archivos nacionales de EE.UU. en Washington D.C. y Maryland. Lo primero que quería ver eran las notas del médico personal de Hitler, el doctor Theodor Morell, y fue un gran placer descubrir que eran bastante elaboradas. En ellas describía cómo trató a Hitler a lo largo de los años, sin obviar cosas como “inyección como siempre” o “Eukodal”, que es un opiáceo fuerte.

¿Era esa la misma droga que tomaban los soldados?

No, los soldados usaban Pervitin, un producto alemán patentado en 1937 que contiene metanfetamina, es decir, lo que hoy conocemos como cristal. Estuvo disponible como medicina hasta 1939. En Berlín se convirtió en una droga de elección, como cuando la gente toma café para aumentar sus energías. La gente tomaba muchísimo Pervitin, en todas partes. La compañía quería que el Pervitin rivalizara con la Coca Cola. Esta droga hacía sentirse eufórica a la gente que la tomaba, lo cual encajaba con el estado de ánimo general antes de la guerra.

¿Y después el Ejército descubrió el Pervitin?

El Ejército se dio cuenta de la existencia de una droga que podía ser interesante, pues el Pervitin te mantiene despierto durante mucho tiempo... Durante un par de días no te hace falta dormir. Se usó por primera vez cuando Alemania invadió los Sudetes y Polonia, y luego cuando Alemania atacó a Francia en 1940. Antes del ataque, el Ejército alemán encargó 35 millones de pastillas de Pervitin para los soldados que marchaban hacia Francia. El Pervitin se usó muy frecuentemente en el Ejército alemán. Hitler no usaba Pervitin, él era más de esteroides: hormonas animales que se inyectaba a la vena. Más tarde usó Eukodal, un primo farmacéutico de la heroína. A Hitler le encantaba el Eukodal. Sobre todo en el otoño de 1944, cuando la situación militar estaba bastante mal, usó esta droga fuerte que le volvía eufórico, aunque realmente no lo estaba. Los generales no hacían más que decirle: “Necesitamos cambiar nuestras tácticas, tenemos que acabar con esto, vamos a perder la guerra”. Pero él no quería escuchar nada de esto. Él tenía al Dr. Morell para que le diese las drogas que le hacían invulnerable.

¿En Alemania se sabía esto?

Nadie sabía lo que Morell le daba a Hitler. Morell no se lo dijo a nadie y Hitler seguro que tampoco. Pero mucha gente sospechaba que algo raro pasaba. Hubo intentos de obligar a Morell a revelar lo que le daba a Hitler, pero se negó. Era un secreto entre dos hombres.

¿Y los soldados tomaban Pervitin abiertamente?

Que los soldados tomaban Pervitin no era un secreto. Al principio, el Ejército no comprendió que el Pervitin era una droga; pensaban que era como beber café. Pero en 1941 se ilegalizó. En el Ejército la distribución se mantuvo en secreto, pero los registros de la guerra con Rusia no son tan claros como los de la guerra con Francia, donde podemos ver cuántas pastillas se distribuyeron. Hablé con un oficial médico que estuvo en Stalingrado; él me dijo que todavía entonces dio Pervitin, pero no cambió nada.

¿Se tomaban también drogas estimulantes en otros ejércitos?

Mientras que los alemanes tomaban cristal, los británicos tomaban speed. Muchos de los soldados estadounidenses pasaron por Gran Bretaña y recibieron allí anfetaminas. Los norteamericanos tomaban la droga para mantener el ritmo de los enloquecidos soldados alemanes. Esto se arraigó en el Ejército estadounidense: en la Guerra de Corea de 1950 los pilotos iban ciegos de anfetaminas. Los alemanes introdujeron las drogas en el Ejército, pero otros países siguieron sus pasos. El LSD, de hecho, fue inventado por un químico suizo y la inteligencia estadounidense intentó utilizarlo, también basándose en los experimentos alemanes en el campo de concentración de Dachau. Allí un médico llamado Plötner usó mescalina para desarrollar nuevas técnicas de interrogatorios. Cuando los estadounidenses liberaron el campo de concentración, cogieron estos estudios y los utilizaron en el Proyecto Artichoke, de la CIA, para aplicarlos en la década de los cincuenta en desenmascarar a los agentes soviéticos.

¿Cuál fue la mayor sorpresa durante todos los años de investigación dedicados a este libro?

El abuso excesivo de las drogas por parte de Hitler.

Norman Ohler, nacido en 1970, es un conocido periodista alemán, autor además de novelas y guiones cinematográficos. Pasó cinco años investigando para su primer libro de no ficción, durante los cuales se sumergió en los archivos alemanes y estadounidenses y habló con testigos, historiadores y médicos. “Der totale Rausch” llegó a las librerías alemanas el pasado 10 de septiembre y se espera que próximamente se traduzca al inglés.
 

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