Paseando por los alrededores de un edificio medio abandonado en Brandeburgo durante el verano pasado, sentí una ligera agitación al ver un grupo de plantas, ya crecidas, de pequeñas ramas y con siete hojas en sus extremos. Unas hojas que hablaban por sí solas. O eso pensé.

Al final, la historia resultó distinta a la que me había imaginado. Pensaba que era un grupo de plantas con propiedades embriagantes pero una persona con más conocimientos de botánica que yo, me explicó que se trataba de los tallos fibrosos del cáñamo.

En este punto, tengo que reconocer mi desconocimiento sobre la planta de Cannabis sativa. Aunque no estoy sola en esto, mi error es tan honesto como común. De hecho, es histórico.

Diversas fuentes, sobre nuestra coexistencia con el cáñamo, muestran que la planta se utiliza desde hace unos 10.000 y 17.000 años, siendo uno de los primeros cultivos domésticos. La reliquia más antigua de la industria humana es una pieza de tela tejida a partir de sus fibras.

En los milenios antes de nuestra era, la planta era muy popular tanto por sus efectos medicinales como por su versatilidad, ya que permitía la creación de vestimentas, cuerdas, papel y alimentos.

Intoxicado y tóxico

La mayoría de las fuentes dan fe de una relación feliz y creativa entre el ser humano y la planta hasta bien entrada la era moderna. Hasta principios del siglo XX concretamente, cuando se descubrió el tetrahidrocannabinol (THC), uno de los más de 100 cannabinoides que contiene el cannabis como elemento perturbador.

Dadas sus propiedades psicotrópicas, el THC ha demostrado ser el peor enemigo de la planta. Boris Baňas, miembro de la junta directiva de la Asociación Europea de Cáñamo Industrial (EIHA, por sus siglas en inglés) dice que la demonización de la planta comenzó en EE.UU. durante la primera "guerra contra las drogas” en los años posteriores a su prohibición.

"No quiero forjar una conspiración, pero creo que el control internacional de estupefacientes y sustancias psicotrópicas ha dañado mucho la percepción pública”, dice Baňas.

Georg Wurth, presidente de la Asociación Alemana del Cáñamo (DHV, por sus siglas en alemán), va un paso más allá y sugiere que la persecución de esta planta tan versátil, está fundada tanto en su valor económico como en su valor narcótico.

"La industria textil se basaba en gran medida en el cáñamo”, dice. "Sin embargo, el algodón era un tema importante en Estados Unidos, así como la industria de la fibra sintética por lo que había demasiada competencia”, añade. Así, la respuesta de EE.UU. a las muchas y versátiles propiedades del cáñamo fue prohibir su uso y cultivo.

Un enfoque similar se asentó gradualmente en otras partes del mundo, incluso en Alemania, donde la planta había formado parte del paisaje hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando hubo una gran demanda de su fibra, que se utilizaba para la producción de uniformes.

Pero a principios de 1980 la antigua República Federal prohibió tanto la explotación como el cultivo de Cannabis sativa. La planta desapareció por completo del entorno germano.

Fuerte recuperación

La planta se cultiva de nuevo desde 1996, pero esta vez con más matices.

La claridad en las propiedades del cáñamo fue clave para su reintroducción en el registro de cultivos del país, según explica Wurth.

"En los años 80 y 90 hubo estudios que demostraron que es posible cultivar cáñamo con bajos niveles de THC”, cuenta Wurth a DW. "Es posible cultivar variedades destinadas al uso recreativo o al uso industrial en función del porcentaje de THC”, aclara. Lo segundo ayuda a restaurar la reputación del cáñamo como una planta con numerosas posibilidades.

Desde ropa, bolsos y zapatos hasta papelería, cosméticos, espejos de pared con marco de cuerda y todo tipo de alimentos.

Además, también hay productos derivados y menos obvios, como el hormigón de cáñamo y material de aislamiento y plastificado utilizado en la industria automotriz. En resumen, esta planta de superlativos ha recorrido un largo camino en dos décadas.

"Hace unos cinco o seis años, los compradores en las ferias de alimentos hubieran preguntado: "¿Qué es eso?". Ahora preguntan "¿cuánto cuesta y cuánto tarda el despacho?” cuenta Baňas a DW.

Cáñamo: ¿Genial para el medio ambiente?

También preguntan sobre el impacto ambiental. A pesar de que apenas requiere uso de pesticidas y es apropiado para la rotación de cultivos, el cáñamo está aún lejos de explotar todo su potencial. Al menos en esta parte del mundo.

Según Baňas, en 2016 el área de cultivo utilizado en Alemania para el cáñamo era de tan solo 15 kilómetros cuadrados (1.500 hectáreas), mientras que en Europa eran 300 kilómetros cuadrados (casi 30.000 hectáreas). A su vez, en la Unión Europea solo existen 60 variedades de cáñamo registradas, en comparación con las 396 variedades de guisantes.

"Es una planta exigente que requiere una economía agrícola y una tecnología de cultivo adecuadas”, dice Baňas. “Existen diferencias en fibra, biomasa, producción de semillas y flores”, explica. “Los agricultores necesitan saber lo que están haciendo y para qué segmento del mercado”, dice Baňas.

Evidentemente tienen mucho donde elegir. Y la esperanza entre los partidarios del cultivo de cáñamo industrial es que la diversidad de posibilidades, que han permanecido latentes durante tanto tiempo en las despreciadas semillas de la planta, sean finalmente reconocidas y tengan una oportunidad para florecer con fuerza.

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