La población de ardillas rojas ya venía en un dramático declive por cuenta de la pérdida de su hábitat y la competencia con las ardillas grises introducidas en Europa por la mano del hombre.

Ahora, los científicos descubrieron que además se ven afectadas por la bacteria de la lepra.

Estas ardillas, también llamadas eurásicas o comunes, son las que más comúnmente se encuentran, simpáticas y escurridizas, en los bosques europeos, desde las islas británicas hasta el Mediterráneo, los Montes Urales o el noreste de China.

Un estudio en Reino Unido reveló que estos roedores están infectados con dos cepas de la bacteria de la lepra.

Más aún: mantienen vivo, desde hace por lo menos cuatro siglos, el mismo bacilo que causó esa virulenta infección en la Edad Media y que se creía largamente erradicado de esta región.

El estudio, realizado sobre ardillas muertas en Escocia, Irlanda e Inglaterra, registró los síntomas: caída de pelo, parches de piel expuesta en la cabeza y la cola, patas atrofiadas o crecimiento de protuberancias en el hocico y las orejas hasta volverlas arrepolladas.

Otras ardillas infectadas, sin embargo, no tenían signos del mal a la vista.

Primeros signos

En 2014, los científicos estudiaban la población de ardillas rojas en Escocia, que está amenazada desde que el hombre introdujo la ardilla gris norteamericana en su hábitat natural. No sólo por la competencia por los recursos sino también por el virus de la viruela que las "invasoras" trajeron con ellas.

Fue entonces que notaron que algunos de los ejemplares tenían un crecimiento anormal en orejas, hocico y extremidades.

"Descubrimos que las ardillas rojas padecían una clase de lepra", le dijo a la BBC la profesora Anna Meredith, de la Universidad de Edimburgo.

Meredith, con otros 17 científicos, publicó su investigación en la revista Science esta semana, basada en 110 casos analizados.

Aunque no creen que la lepra tenga un impacto negativo en el tamaño total de población de la especie, no están seguros de cuál es el efecto de la bacteria en los individuos infectados.

Hay dos tipos de bacterias que causan esta infección: la Mycobacterium leprae, que comúnmente se llama "lepra humana" y afectó a los europeos hace 700 años, y la Mycobacterium lepromatosis, que es la que ataca a las ardillas escocesas, aunque también pueden causar el mal en humanos y está estrechamente relacionada con una forma virulenta de lepra endémica de México y el Caribe.

En los humanos, la enfermedad causa daño muscular y nervioso que puede llevar a deformidades y discapacidad física extrema si no se trata.

Sin embargo, los estudiosos insisten en que la lepra de las ardillas representa un riesgo mínimo, si acaso alguno, para la gente. El contagio es extremadamente improbable, aseguran.

La mayoría de los humanos "son naturalmente inmunes a la lepra y es improbable que se vean afectado si se exponen a la bacteria", apunta la revista New Scientist.

Ciencia ciudadana

Después de dar a conocer los primeros casos de ardillas leprosas detectados en Escocia, los investigadores recibieron alertas de ciudadanos comunes que habían divisado otros animales con lesiones sospechosamente similares en otras partes de Reino Unido.

Uno de los mensajes provino de una isla solitaria en Dorset, en el sur de Inglaterra, que Meredith consideró particularmente interesante.

"Tomamos muestras de esas ardillas en la isla de Brownsea, investigamos y vimos que también estaban infectadas pero tenían la forma humana de la lepra", a diferencia de las de Escocia que tenían la de tipo lepromatosis, revela la científica.

Así, las ardillas de distintas zonas del país mostraban diferentes variantes de la enfermedad. Primera sorpresa.

La población de ardillas de Brownsea es de 250 ejemplares. De las 25 ardillas muertas que analizaron allí, todas dieron positivo por lepra.

Luego, quisieron saber el origen de una infección tan extendida.

Para ello, analizaron las secuencias de ADN del genoma de la lepra de la ardilla y usaron los datos para armar un "árbol genealógico".

Y terminaron descubriendo que el pariente más cercano de la bacteria de la lepra hallado en Brownsea no era otro que la bacteria de la lepra que circuló entre humanos en la Europa medieval.

Para la comparación, obtuvieron una muestra del esqueleto de una víctima de lepra fallecida 730 años antes y enterrada en Winchester, a 70 kilómetros de la isla.

Sorprendida doblemente con el hallazgo, Meredith ahora está tratando de llegar al fondo de este enigma bacteriano y saber qué fue primero, si las ardillas o los humanos.

"Estamos tratando de resolver si las ardillas se contagiaron la lepra de los humanos y han sido portadoras de la bacteria desde entonces, o si en realidad ocurrió al revés: ¿y si los humanos se infectaron originalmente de las ardillas?"

Más allá de este dilema, a los científicos les interesa estudiar a los animales como un importante reservorio de lepra.

Aunque Meredith no cree que las ardillas representen una amenaza, el pasaje de la bacteria de un animal infectado a un humano, sobre todo en partes del mundo donde el contacto con roedores infectados puede ser más frecuente, es una posibilidad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) registra miles de nuevos casos de lepra humana cada año.

Esa es precisamente una de las razones por las que estos científicos quieren seguir estudiando las ardillas rojas europeas y otros roedores en otras regiones: porque pueden ayudar a echar nueva luz sobre una enfermedad medieval.

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