Tu personalidad es como una escultura hecha por muchas manos.

Tus genes, tus amigos, hasta la escuela a la que fuiste, son parte de los muchos factores que intervinieron en la definición del tipo de persona que eres ahora.

Pero, ¿a qué edad se formó tu carácter? Si ahora eres una persona tímida, ¿también lo fuiste en tu infancia?

Pequeños con personalidad

Hay investigaciones que sugieren la existencia de un vínculo entre nuestro comportamiento cuando apenas tenemos meses de nacidos, y la personalidad que terminamos mostrando en la edad adulta.

Eso no quiere decir que nuestra personalidad fue grabada en piedra a temprana edad, sino que las raíces de quiénes somos pueden ser rastreadas hasta esos primeros días.

Los psicólogos que estudian bebés, usualmente prefieren utilizar la palabra "temperamento" -y no "personalidad"- cuando describen sus comportamientos.

Uno de los primeros estudios en este campo, llamado Estudio Longitudinal en Nueva York (1950), fue desarrollado por los esposos Stella Chess y Alexander Thomas.

En esta investigación se observó el comportamiento de 133 niños, desde su nacimiento hasta la edad de 30 años, y se realizaron entrevistas a los padres.

Basándose en los hallazgos, los investigadores propusieron nueve facetas del temperamento de los infantes, tomando en cuenta el nivel de actividad, estado de ánimo y capacidad de concentración.

ambién descubrieron que las puntuaciones asignadas en diferentes facetas tendían a agruparse en tres categorías: "niños fáciles", "niños difíciles" y "niños lentos para reaccionar".

El estudio reveló que los niños clasificados a la edad de tres años como "fáciles" o "difíciles" mostraban un comportamiento similar en la etapa temprana de su adultez.

Sin embargo, los investigadores no examinaron los vínculos entre el temperamento de los niños y la personalidad del adulto.

De hecho, durante mucho tiempo los psicólogos no abordaron esta relación, y solo recientes investigaciones han comenzado a trabajar en ello.

Por ello, aunque el temperamento del infante no permite predecir cómo será la personalidad del adulto, cada día hay mayor certeza de la existencia de una conexión entre ambos.

Un nuevo modelo de personalidad

El sistema de puntuación para determinar cuál es el tipo de personalidad que posee el individuo ha cambiado con el tiempo.

El modelo de nueve aspectos del temperamento, utilizado en las primeras investigaciones, también ha cambiado, diluyéndose en tres grandes dimensiones:

1. Autorregulación, la cual describe el autocontrol del niño y su habilidad para concentrarse (por ejemplo, resistirse a la tentación de entretenerse con un juguete).

2. Afectividad negativa, que como su nombre indica, se refiere al nivel de emociones negativas en una persona, como el miedo y la frustración.

3. Extroversión, que tiene que ver con los niveles de actividad, excitación y sociabilidad de la persona.

Usando este nuevo modelo, este año se publicó un estudio realizado en Rusia sobre la base de la descripción que 45 padres hicieron del temperamento de sus hijos, primero a una edad promedio de siete meses y luego a los ocho años.

Al comparar ambas mediciones se detectaron varias consistencias.

Los niños que tenían los registros más altos en la categoría extroversión (por ejemplo, eran los que más sonreían) tendían a tener una menor puntación cuando alcanzaban los ocho (se mostraban emocionalmente más estables).

Los que obtuvieron puntuaciones más altas en autocontrol en la primera medición superaron sus resultados cuando llegaron a la etapa de niños.

Es decir, que si tu bebé mantiene un buen nivel de atención, cuando sea más grande mantendrá su cuarto bien ordenado.

Sin embargo, no todo encaja a la perfección en los hallazgos de este estudio.

Por ejemplo, bebés sonrientes y sociables no obtuvieron las más altas puntuaciones en la categoría extrovertidos cuando se convirtieron en niños de ocho años.

A pesar de ello, la investigación sí refuerza un creciente consenso sobre el peso fundamental que tienen las características temperamentales exhibidas durante su primer año de existencia en lo que será su personalidad como adulto.

Incluso, esta relación se puede apreciar mucho más tarde en la vida de la persona.

En otra investigación, desarrollada por investigadores de la República Checa y publicada en el 2007, se evaluaron las características temperamentales de bebés un poco más grandes que los participantes del estudio ruso (con edades entre 12 y 30 meses).

En esa etapa se apreciaron rasgos que fueron detectados en una medición posterior, realizada 40 años después.

Las dos características más destacables fueron la extroversión de los bebés y la extroversión del adulto. Es decir, mientras más activo y asertivo sea el individuo a temprana edad, es más probable que también resalte como un adulto extrovertido.

Evolución continua

Más allá de estos estudios, vale la pena recordar que nuestra personalidad, aunque muestra consistencia a lo largo de la vida, se encuentra permanentemente en evolución.

Sería imposible detectar ese momento único durante nuestra juventud, cuando la personalidad se transforma en su forma adulta.

Tomemos por ejemplo los descubrimientos realizados por investigadores del Instituto de Psiquiatría de Londres, publicados en 2003.

El estudio tuvo como objetivo comparar las puntuaciones sobre el comportamiento de más de 1.000 niños de tres años de edad, y luego cuando cumplieron 26 años.

Los niños fueron clasificados en categorías como: "bien adaptado", "bajo control", "confiado" y "reservado".

En esta oportunidad se apreciaron muchas consistencias, como por ejemplo el niño "confiado" se convirtió en un adulto más extrovertido, mientras que los "reservados" fueron clasificados como los menos extrovertidos.

Todo el que tiene hijos pequeños o pasa tiempo con ellos conoce la tentación que es tratar de identificar -a través de sus gestos- las señales tempranas de lo que será su personalidad.

La investigación más reciente sugiere que ese ejercicio, en apariencia subjetivo, puede que no sea del todo equivocado.

Cada vez más los investigadores se convencen que las raíces de los problemas psicológicos de los adultos se encuentran en las tendencias mostradas en nuestro comportamiento durante los primeros años de vida.

Aprender a reconocer estas señales podría ayudar a intervenir cuidadosamente durante esta primera etapa de la niñez, y así ayudar a los niños a crear una adultez más saludable.

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