No hacía falta sorprenderse por la efervescencia de la fanaticada de Maroon 5 cuando el combo de California apareció en el escenario del Movistar Arena. En la previa del show, la agrupación estadounidense se anotaba dos récords rotundos de popularidad en nuestro país: vendieron los boletos dispuestos para su tercer espectáculo en tierras criollas en cuestión de horas y fueron la banda más escuchada en Chile a través de Spotify.

Pero los fans siempre pueden más.

A las 21:00 horas, los siete músicos que componen la banda dieron los primeros pasos por las tablas del recinto santiaguino, con la figura exultante de su vocalista Adam Levine como líder.

El cabello platinado, camisa con motivos playeros y sus decenas de tatuajes cubriéndole los brazos fueron su carta de presentación musicalizada con "Animals", uno de los singles de "V" (2015), su exitoso último disco de estudio.

Currículo que en sus primeras líneas retrata una dualidad imbatible entre su rol de hombre rudo, sexy y despreocupado, por una parte, y de un cantor de temáticas románticas disfrazadas de reggae en "One more night" y de rock en "Wake up call", acompañado de su agudo tono de voz que forza el falsete hasta lo innecesario, como dando una muestra más de ternura juvenil.

Y el show no baja de intensidad, porque Maroon 5 presenta lo mejor de su discografía, un hit tras otro. Desde la intensidad de "Lucky strike" y "Maps", hasta la ternura de "Sunday morning", una de las canciones más coreadas de la noche y parte de ese catálogo que casi por completo se adueñó de la programación radial nacional. Punto que en el público asistente encuentra la transversalidad.

De paso, Levine agarra la guitarra para honrar "This love", esa canción del álbum "Songs about Jane" (2002), que los llevó a la fama de inmediato; y reúne a la banda al frente del escenario para cantar "Payphone", como el reconocimiento que justifica que los californianos no sean los músicos de apoyo tras un proyecto solista del frontman.

Pero en ellos todo está mecanizado, y en 65 minutos continuos de show realizan el primer corte después de regalar "Daylight".

Al regreso, un mini set acústico que comienza con "Lost stars" y que continúa con "She will be loved", ayuda a guardar un poco de energía para el zarpazo final.

Porque entre aullidos y saltos, Adam Levine transforma el escenario en una pasarela y una pista de baile, que recorre de lado a lado al ritmo de "Moves like Jagger", un tributo al inmortal líder de The Rolling Stones. Y, como para hacer más leal la interpretación, se quita la camisa para terminar de reventar el Movistar Arena.

Cronométricos 90 minutos de show que concluyen con el vocalista solo vestido con su guitarra fucsia y el resto de los tatuajes dibujados en el pecho y la espalda. El riff final de "Sugar" cierra el espectáculo, pero en unos días, probablemente ese no sea el recuerdo más nítido de la noche.

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